86. SETENTA Y CUATRO AÑOS DE DUELO
-Yo no estoy en ningún bando, no he participado en ninguna batalla- sus palabras se perdieron entre la orden de “¡Disparen!” y el olor de la pólvora.
Varón, unos treinta años. Se conservan unos antejos dentro de la calavera.
A la derecha: varón, más joven unos veinte años.
A la izquierda: varón de avanzada edad posiblemente manco.
De pie frente a la fosa Juan observaba los restos de aquellos tres hombres. Ahora que lo había conseguido no sentía ninguna rabia, a sus ochenta años hacia tiempo que se había calmado. La rabia la había ido dejando entre los martillazos en el taller y las caricias de su mujer pero lo que sí sintió fue un poco de paz.
Los tres hombres eran vecinos del pueblo. El más joven se había quedado cuidando a madre y hermanas, el mayor era el alcalde y el de los anteojos Pedro, el maestro, el padre de Juan.
Desde la peña sus ojos de niño no pudieron ver mucho. Antes de que los colocasen en el pelotón ya se había tapado los ojos pero recordaba bien el lugar exacto junto a una fosa a la que caían directamente los fusilados.
Terrible historia muy bien contada. El jurado lo va a tener difícil.
Así pasó, Eider, y aún estamos negándoles el duelo a sus familias. Me ha gustado la distancia narrativa y la proximidad lectora.
Un saludo
JM
Relato estremecedor, muy bien expuesto. Claramente basado en hechos reales. Suerte Eider Inchausti.
Memoria viva de unos hechos terribles. Por un lado estamos deseando olvidar, por otro nos pesa ese olvido.
Me gusta el enfoque del protagonista, al menos ya no siente rabia y ha encontrado algo de paz.
Saludos.