64. Shivambu
—¿Y si tanto asco os da por qué me estáis mirando? —rezonga tía Mirta.
Me fijo entonces en los que estamos a su lado, y es cierto que nuestras muestras de asco son todas de grado superior. Mi madre, pálida, se tapa la boca con una mano, creyendo poder retener así un inminente vómito. Mi padre, tranquilo por naturaleza, tiene los puños cerrados en los bolsillos, la cabeza ligeramente ladeada y la nariz fruncida; con su dentadura amarilla, perfilada de ocre por años de tabaco, parece un caballo a punto de relinchar. Tapándose los oídos y con la mandíbula desencajada, mi hermano —mata de pelo rubio alérgico a peines y cepillos y lengua fuera— es como otra versión del Grito de Munch.
La única que permanece impasible es la abuela. Sonríe. Tía Mirta, su hija, ha vuelto. Está distinta. Normal, fueron muchos años viviendo otras cosas, pero está aquí y es lo que importa, todo lo demás son detalles, modas que van y vienen.
Entonces retiro el codo con el que me tapaba media cara y pregunto a qué sabe el pis.
—Depende, pero suele ser un poco salado y amargo —me contesta tía Mirta.
Luego, se lo bebe.
Es lógico que la tía Mirta produzca ese rechazo en la mayor parte de las personas, incluidas las más allegadas, por comprensivas que quieran ser. Todo es respetable. Aunque de forma científica la orinoterapia, como la acupuntura, la homeopatía o cualquier otra medicina alternativa, no vengan avaladas por estudios fiables, cada cual es muy libre de aplicar lo que cree más oportuno si está convencido de sus beneficios. Otra cosa es la reacción de los demás, que también es natural y libre. Tu protagonista se mantiene fiel a sus creencias, mientras que el resto de personajes apenas pueden disimular el rechazo que les produce, algo bien transmitido en tu relato y que, probablemente, comparta la mayoría de los lectores, que ses fácil que lleguen a la misma conclusión, que coincide con aquella máxima que dice: «Hay gente para todo».
Un abrazo, Dominique. Suerte
Gracias por vuestros comentarios. Sí, es cierto que se puede concluir que hay gente para todo, pero sobre todo que madre no hay más que una, y que para sentirte algo más cerca de tus hijos, para no «perderlos» del todo estás dispuesta a mucho, hasta llegar a hacer tuyos o por lo menos «aceptar» creencias y hábitos que solo te hubiesen producido rechazo o risas unos años antes.
Lo primero que me llamó la atención fue el título del relato, así que a trabajar (me encanta aprender cosas nuevas), y entendí mejor el relato. Y creo que lo enmarca el final «Hay gente para todo». Un beso.
El comentario iba para Ángel y para ti también Maite, pero quedó mal colocado.:-))
Aprovecho este segundo comentario para hablar de esta niña que observa la reacción de los adultos a la espera de que alguien solo muestre un poco de empatía con su tía para poder preguntar y entender… la manera que los niños tienen de acercase a lo diferente es admirable.