75 Siempre te recortaré
Cocó Ríos pasa las tardes diseñando prêtàporters de esos con estilo y cuando los termina se los hace probar a sus modelos Naomi, Claudia, Kate. Así va viendo y ajustando de aquí y allá y para todo no necesita más que de un lapicerito y, para el supremo arte del corte, unas simples tijeritas.
Cuando llega el mágico momento de la prueba allá va entonces y, tomando con cariño interminable el flamante vestido entre sus dedos finísimos, se lo ajusta con dulzura a la afortunada clienta adaptando con minuciosidad de orfebre las pequeñas pestañitas de papel, dos a los hombros, dos a la cintura, si es haute couture puede necesitar dos más a media falda. Comprueba que la señora está cómoda, que se siente hermosa, que no le tira de sisa, esa media sonrisa puede parecer inexpresiva, acaso acartonada, pero así son la elegancia y el savoir faire de los inigualables recortables de Madame Rivière, modas de París.
Emociona entonces mirar a Cocó contemplar su obra completada y distinguir una punzada de orgullo al tiempo que derrama algún melancólico suspiro recordando a su madre que no tuvo su suerte en los salones de antaño y anda por ahí vistiendo santos.
Me ha gustado mucho tu relato, está muy bien traído y al principio no imaginas a donde te va a llevar, pero luego… me ha transportado a un tiempo en que ese tipo de juego era de lo más satisfactorio. Recortar bien es todo un arte y saber qué hay que ponerle a las muñequitas en cada ocasión también. Aunque pueda parecer una tontería, es un ejercicio de creatividad, imaginar cómo planificar el día a día de cartones y papeles recortados, sin caer en el aburrimiento. Sobre todo si tienes nueve o diez años.
Gracias por llevarme a ese mundo mágico.
Y gracias también por el comentario que dejaste en mi micro. Es muy bonito.
Un abrazo de junio.