69. SIN BARRERAS
Su DNI, por favor. El funcionario me lo solicitó sin mirarme a los ojos, distraída su atención en algo ajeno a mi persona y a todo lo que sobrepasaba la mampara de cristal que había entre nosotros. Pero todo cambió cuando leyó mis datos. Colgó el cartel de “ventanilla temporalmente fuera de uso” y salió para, en un abrazo, acortar toda la distancia que hacía unos instantes parecía una barrera infranqueable.
Salimos del edificio. Con dos cafés para compartir desgranamos, al tiempo que volcábamos el azúcar en las tazas, el resumen de lo acaecido en los años de silencio y distancia.
Perdí tu número. Y yo el tuyo. Me casé. Yo no. Dos hijos. Un perro. Aprobé una oposición. Yo probé con la pintura, pero no me fue bien. Me fui fuera, a Italia. Yo no salí de Madrid. Tengo que volver. Sí, yo también debo irme.
Seguiremos en contacto. Por supuesto. Fue algo pasajero. Un amor de verano. ¿Has sido feliz? Lo he sido. Por cierto, estás igual, el tiempo no ha pasado por ti. Lo mismo digo.
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Dos personajes que se encuentran de forma imprevista, aunque lo que sucedió entre ellos en el pasado no fue nada casual, sino una experiencia única que no pueden olvidar, pero han de hacerlo, el muro de realidad que se ha formado entre ellos durante esos años no van a poder superarlo y lo saben, por eso los tres primeros párrafos de tu relato son ciertos, pero el último es pura resignación, convención social y autoengaño.
Un relato sobre lo que pudo ser y no fue, y ya jamás será. Siempre se dice que nunca es tarde, pero esa es la mentira más grande de todas.
Un abrazo y suerte, Yolanda
Uf, qué realista me suena eso. Sobre todo el final. ¿Autoengaño, como dice Ángel, o paso atrás ante un posible vuelco en la trayectoria marcada? Supongo que nunca lo sabremos.
En cualquier caso, muy buen micro Yolanda. Besotes.
La verdad ocupa la mayor parte del relato, pero la protagonista es la mentira delicada de las dos últimas líneas. Muy bien.
Cuantos lugares comunes! En situaciones así hablamos de casi todo menos de lo que verdaderamente pensamos de la otra persona.
Es una lástima, casi nunca hay segundas oportunidades, o quizá las despreciemos.
Hace pensar en nuestra propia vida.
Un encuentro narrado en tono neutro y objetivo que hace al lector presuponer el volcán que puede haber (o no) en el interior de cada uno. Interesante el detalle de dejar el género del que llega sin definir. Un abrazo y suerte, Yolanda.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.