16. Sin miedo escénico
Tres potentes cañones de luz rescataron de la penumbra el escenario. Yo ya estaba allí, en el centro, muy en mi papel, micrófono en mano, vistiendo un elegante traje gris marengo, una bien almidonada camisa blanca y una corbata a rayas, perfectamente anudada.
Comenzaron los primeros acordes… Simplemente me hubiera podido limitar a imitar sus elegantes y medidos movimientos, y hacer un perfecto playback, como solía en mis ensayos, en el salón de casa. Así lo bordé cuando me presenté al casting, donde ya hubo alguien que me dijo que era un magnífico imitador.
Aquella noche especial pretendía deslumbrarla, embelesarla, si bien no sabía explicarme por qué las primeras palabras de la canción, tantas veces repetidas, no terminaban de salir; no sabía explicarme por qué permanecía rígido, estático, como anclado al parqué, atenazado por un ignorado pánico.
Desde el fondo de la sala, en semioscuridad, una voz recia me gritó: «¡Ánimo! ¡Tú sabes hacerlo! ¿Cuántas veces lo has repetido? Si no, ¡hazlo a tu manera!». Conocía la silueta, conocía la voz… Era él, el inigualable, el inimitable, el imperecedero. ¿Pero cómo era posible?
Lo cierto y verdad fue que pedí que reiniciaran la música, me concentré y comencé a cantar…
El condenado miedo escénico, del que ni siquiera está libre quien lleva años sobre las tablas. De poco sirven ensayos y consejos, al final el individuo está solo y cree que los habitantes del planeta entero fiscalizan hasta sus menores gestos. Lo ideal en ese caso, como en todos, sería ser uno mismo, cada uno a su manera, la naturalidad siempre es la mejor opción, pero decirlo aquí y ahora es fácil. Quien se coloca bajo los focos no sabe qué ocurrirá hasta que no lo hace.
Buen retrato psicológico de un tipo de miedo muy concreto.
Un abrazo y suerte, José Antonio
Muchísimas gracias, Ángel, por tu amable comentario.
Sí, esa era mi idea: realizar un retrato psicológico del llamado miedo escénico (hoy ya hay quien lo denomina «hacer un Joaquín Sabina» o «hacer un Pastora Soler»; ¡somos verdaderamente inhumanos!).
Como bien dices, lo importante es sentirse uno mismo, ser natural. Si además cuentas con la ayuda ¿fabulosa? de esa persona a la que admiras, entonces todo queda sobradamente superado.
Un fuerte abrazo, compañero y amigo.
¡Qué buen relato José Antonio! Con una sencillez exquisita, sin empalago. Muy buena historia.
Saludos.
Gracias Beto por tus palabras. Me alegra mucho que te haya gustado mi historia de pánico superado. No fue nada fácil, te confieso.
Un saludo cordial.
José Antonio, cuentas con naturalidad una situacion semi-dramatica. Lo bueno fue mantener la calma y continur. Suerte y saludos
Eso siempre, Calamanda Nevado. Lo principal es mantener el tipo y no dejarte vencer por los nervios, que se unirían a ese miedo escénico inicial. Así se sale del aprieto. Pero esto es fácil de decir. La realidad luego es tozuda y no ayuda en mucho.
Muchas gracias por tu lectura y saludos.
¡Qué bueno!, el imitado dando ánimos al imitador. Buena manera de conseguir quitarse ese miedo escénico, Buen relato.
Suerte y un abrazo, José Antonio.
Desde el fondo de la sala… Eso sí, no sabemos si fue realidad o ficción, que ambas podrían ser. Lo que sí queda claro es que ayudar, ayudó y mi protagonista pudo salir del trance.
Gracias, Rosy, por tu amable comentario. Saludos para ti y también un fuerte abrazo.
Excelente relato, quien más de una vez tuvo que enfrentar al público desde un escenario sabe muy bien como se siente. Estas ahí y no hay vuelta atrás.
Lo has pintado de realidad.
Un abrazo y suerte.
Muchísimas gracias, El Moli, por tus amables palabras. Me agrada que que te haya gustado mi historia de superación de un miedo escénico que todos, alguna vez, hemos sufrido.
A mí me gusta, particularmente, lo que me dices de que este relato ha sido pintado de realidad. Elogiosas palabras que te agradezco.
Un abrazo.
Cuando se imita a otro su figura te protege, te da seguridad, pero cuando quieres transmitir autenticidad, ser tú mismo, es cuando el miedo puede atenazar tus sentidos y petrificar tus músculos. Solo tu fuerza interior o una motivación exterior, en este caso especial, puede vencer tus temores. Muy buen relato, José Antonio. Abrazos.
Salvador, te agradezco tu lectura y comentario. No te falta razón: el miedo escénico puede ser superado si tenemos en mente ese (o esa) a quien queremos parecernos. Lo malo es que muchas veces nos atenazamos si queremos deslumbrar, como en mi historia, a alguien que tenemos delante y que es una presión añadida, ya que nos surge el temor a hacer el ridículo delante de esa persona. Pero hay que seguir «p’alante» (como la gente de Alicante).
Un fuerte abrazo.
Creo que lo que le pasa a tu miedo escénico es que está enamorado, y focos, público, música, nervios, ganas de embelesarla y pretensiones de deslumbrarla son demasiados estímulos para mantener el equilibrio sobre un escenario.
Por suerte, lo hiciste a tu manera, y así tienes el éxito asegurado.
Un abrazo, José Antonio
Margarita, has sabido ver perfectamente que el origen del miedo escénico de mi personaje es porque delante de él hay una persona que lo intimida, de buenas maneras. Describes perfectamente en tu comentario mi idea, cómo una conjunción de circunstancias hacen que surja, inevitablemente, un miedo que solo es superado cuando toma la decisión de ser quien es, de ser auténtico, de hacer las cosas a su manera.
Muchísimas gracias por tus palabras.
Otro abrazo para ti, amiga.
En cualquier situación, qué bien viene siempre una voz que nos anime.
Mucha suerte y un saludo.
Esa voz, siempre, es una inestimable ayuda, ¡qué duda cabe!
Gracias, María José, por tus palabras.
Saludos con todo mi afecto.
Con las imágenes que nos ofreces, me he metido de lleno en ese escenario, y hasta he sentido el pánico al bloqueo, remontado por el mensaje de la canción. Un relato muy logrado
Me alegra sobremanera, María Jesús, que haya conseguido, según me cuentas, haberte trasladado a ese escenario y haber, incluso, conseguido que empatizaras con mi personaje imitador. Espero también que salieras airoso como él.
Muchas gracias por tu lectura y por tus amabilísimas palabras.
Que alguien te ayude en un momento difícil es impagable. Si encima es esa persona a la que admiras, esto ya es el paraíso.
Gracias, Ana, y saludos para ti.
Me gusta el relato y la manera como lo cuentas. Con toda seguridad que ella quedó más que embelesada.
Abrazos
Nos has metido entre bambalinas, nos has metido en el aprieto del miedo escénico, y al final lo has resuelto de la manera más genuina posible: de la mano del mismísimo referente. Mucha suerte 🙂
Un relato casi místico para contar una experiencia muy difícil de explicar como la de sufrir el miedo escénico. Y además, con final inesperado y feliz.
¡Bravo, José Antonio!
Saludos cordiales.