74. SIN MUNICIÓN (Jes Lavado)
Tras años de asedio, no queda nada que arrojar al enemigo a las puertas. Se acabó el aceite hirviendo, las ballestas languidecen y los cañones bostezan oxidados. Ya no se ven gatos ni perros por las calles y la población deambula famélica. El Estado Mayor ha enviado los planos para fabricar un arma nueva. Nuestra última esperanza, al parecer. Yo soy el encargado de construir esa artillería definitiva, altamente confidencial. Tan secreta que ni siquiera parece un arma. He debido acolchar el interior del tubo de plomo y perfumar la pólvora con talco; colocar globos en la boca del cañón y glasear el enorme artefacto con azúcar y galleta molida, seguramente por razones de camuflaje. Pronto llegará la munición especial. Me pregunto qué clase de balas me traerán, pues apenas queda metal que fundir. Pero dicen que no me preocupe, que han descubierto una fuente inagotable. Ya casi está. Remato los últimos detalles mientras silbo una animada marcha militar, in crescendo, para concentrarme y acallar así los molestos gimoteos, esos llantos infantiles que, desde hace un rato, llegan desde el almacén de proyectiles, amortiguados por gritos desesperados de mujeres, que (desconozco el motivo) entran como cuchillos por la ventana.
Comienzo estos comentarios para darte suerte por tu relato bien articulado y mejor contado.
Gracias por tu aportación
Gracias a ti por tu comentario, tocaya. Y por la suerte que me deseas.
He de decir que desde el minuto uno me he imaginado por dónde iban los tiros y me he estremecido. Y que lo genial de este relato es precisamente eso, que nos dejas las miguitas de pan, para que sepamos hacia dónde vamos, y cuando llegamos no hay sorpresa, pero sí una sensación de horror que no superan ni las descripciones de mutilados ni toda la sangre que podías haber añadido. Tú nos horrorizas con azúcar y galleta molida. Tremendo.
Un besazo y suerte.
Qué amable eres, Anna. Me alegra haberte estremecido. Abrazo fuerte.y