70. SÍNDROME DE ESTOCOLMO (Mercedes Marín del Valle)
A tientas buscó la linterna y cuando logró encenderla abrió levemente los ojos y apuntó de lleno al viejo reloj. Las cuatro y media. Escondió su rostro bajo la sábana y apretando los párpados y también los puños, entró en el día evaluando daños.
Aunque muchas veces recurrió a los recuerdos para seguir amándolo, hoy estaba dispuesta a asumir la realidad que siempre encubría por conveniencia.
Hubo un tiempo, al principio, en que le gustaba que fuera un poco celoso, pero ahora, después de cincuenta años le angustiaba seguir siendo presa de la desconfianza y de los ataques de celos que lo transformaban en un ser huraño, de mirada oscura y verborrea cruel.
Le acongojaba sentirse minuciosamente observada, cada paso, cada acción y, sin embargo, aún lo quería.
Mientras las manecillas del reloj seguían su curso hacia el nuevo día, la mujer concluyó que en aquella batalla agotadora ella había perdido su vida entera pero él tampoco salió victorioso porque aunque seguiría cuidándolo como el primer día, nunca más vería su sonrisa de niña dulce, aquella de la que un día se enamorara.
Cuando esa prisión es una debilidad propia y no una imposición ajena, la situación es doblemente dolorosa. Muy buena representación del famoso síndrome. felicidades.
Un saludo
JM
Gracias Juan Manuel. Así son las cosas. A veces es la propia víctima la que abre la puerta de su prisión. Suerte para ti también, aquí y sobre todo en la vida.
Complicados seres humanos, capaces de amar y odiar a un tiempo, de mantener una relación malsana, en el límite o más allá de lo soportable, como si no hubiese nada más en el mundo, o ese mundo no pudiese cambiar. Una visión desde dentro del famoso síndrome de la capital sueca, que puede darse en cualquier parte del mundo, quizá más cerca de lo que nos creemos.
Suerte y un saludo, Mercedes
Terrible batalla la que nos cuentas. Hay una creencia popular en torno a los celos que los dignifica cómo verdadero amor, nada más lejos de la realidad, que no nos vengan con cuentos ;P
La batalla de los celos.
Me ha gustado cómo cuentas la historia.
Un abrazo
Aunque en muchos países se estén librando crueles batallas, casi siempre en desigualdad de condiciones, pensé que la batalla que he querido reflejar es muy común en muchos hogares, una batalla encubierta, silenciosa y que deja muchas víctimas, a veces hasta el agresor es una víctima también, de si mismo.
Gracias a vosotros, Ángel, Reve y Blanca. Feliz fin de semana.
Batallas que duran toda una vida.
Seguramente no esté bien elegido el título pero bueno, no siempre se puede acertar.
Gracias Ana. Saludos
Acertado título, de los que dan sentido a todo un relato.
Gracias Lorenzo. Así lo sentí. Buenas noches.
Pensaba hoy que no hace falta estar enfermo para que te cuiden, es más, lo bonito es que te cuiden y cuidar cuando se está sano y se ama.
A mi me ha gustado mucho el punto de vista y el momento del día en el que sitúas la acción: ese comienzo de jornada, cuando todo está por suceder, pero aún así se sabe (ella sabe) que nada va a cambiar. Es en verdad un momento de derrota y tu lo has reflejado muy bien. Incluso esa última frase, en lo que parece una sentencia vengativa, es también un reconocimiento de la propia derrota.
Muy bueno. Felicidades
Gracias Anna. Es seguro que todos sabemos cuando alguien no nos trata bien, aunque de cara a la galería parezcamos ignorantes, en la quietud de la noche. paradójicamente, todo se nos muestra especialmente claro.
Saludos y mucha suerte en las letras y sobre todo en la vida.
Mercedes, en este como en todas las batallas cada uno tiene su estrategia. Suerte y saludos
Hola Calamanda, te he visto por el concurso de las Siete Artes. ¡Qué bien! Buena tarde. Abrazos.
La batalla que nos cuentas es muy dura, porque muchas veces es un círculo vicioso. No se encuentra la manera de salir y la vida se pasa siempre sufriendo.
Saludos.
Así es y creo que hay muchísimas mujeres, sobre todo mujeres, viviendo esta realidad.
Gracias Asun. Feliz noche.
Una noche muy larga en la que ella recapacita sobre su batalla.
Aquí ambos han perdido.
Como en todas las guerras, nadie gana porque ¿acaso puede sentirse vencedor uno que infringe dolor a sus semejantes?
No creo.
Gracias. Te deseo una bonita semana Isabel
Es un misterio esto de las relaciones entre iguales que acaban emparejados. Hay mucho escrito pero todo es apócrifo. Nadie sabe en realidad qué hay, cómo hacer ni dónde va a llegar. Tu relato me evoca esa mirada atrás, ese he desperdiciado mi vida, y sobre todo ese ya no sé hacer otra cosa. Original manera de explicar la situación. Mucha suerte 🙂
No saber valorar lo que realmente nos atrae o hacer de ello algo que luego nos destruya y olvidamos es mala seña.
Él perdió lo más preciado.
Bonito texto Mercedes.
Relaciones que producen temor y lágrimas y sobre todo, relaciones que agotan la sonrisa o que la esconden para esbozarla en mejor ocasión.
Gracias Juan Antonio, y a ti también Manuel.
Feliz tarde.