65. Sirena de río (Blanca Oteiza)
Se despidió desde el balcón, antes de desaparecer entre la marea humana que abarrotaba la plaza. Desapercibida con la multitud en fiesta, llegó hasta el muelle donde unas barcas desvencijadas bailaban al compás de las olas. Se subió a la que rezaba de nombre sirena y comenzó a remar.
En casa nadie la echó de menos hasta la hora de la cena, cuando la mesa no estuvo puesta. Para entonces, cargada con la maleta llena de ilusiones, navegaba contracorriente entre salmones. Bajo las estrellas soñó ser ella misma, a no tener que vestir como le dijeran, ni aparentar lo que no era. Durmió acompañada de la luna y arribó a puerto con la luz asomando por encima de los tejados. Cada noche vuelve a su barca y sigue caudal arriba.
Anónima, se siente libre cada mañana cuando el sol saluda en el horizonte. Nadie le cuestiona si debe reír o dejar aflorar la lágrima. Se levanta cuando quiere, trabaja cuando puede y habla con quien aprecia su conversación, allí donde amarra. Así es feliz, viviendo como una mujer pez sin escamas.
En el recuerdo queda la manta de sirena, que sigue colgada en el balcón de la plaza.
Hola, Blanca.
Un texto el tuyo siempre presidido (es norma de la casa), transido de una musicalidad soberbia, afinada, de manera que cada renglón es parte de una gran sinfonía. La chicha.la sustancia del texto. a mi entender, es la huida hacia sí misma de la protagonista. Y en la consecuencia clara: la conquista de la libertad, a la que ella parece haberle perdido cualquier miedo. Hace lo que quiere y omite aquello que no le peta. Quién fuera ella. Ha convertido su vida en otra feliz. Y me parece que todos y todas estamos aquí, en este supuesto valle de lágrimas, para eso: para ser felices y hacer felices a los demás. Tú me has hecho muy feliz con la lectura de tu relato y nuestro querido Juan, de paso, con su enumeración de las clases de sirenas según la mitología. Mi más muy mayor enhorabuena, un beso entrañable y feliz todo para ti siempre, amiga.
Eduardo Martín, siempre entrañables tus palabras. Me alegro muy sinceramente que te haya hecho feliz con mi relato.
Todos debiéramos ser felices en esta vida e intentar buscar la felicidad si en algún momento se nos esconde. También soy de las que piensa que hay que ver la vida con los ojos del optimismo y buscar siempre lo bueno de ella.
Un beso muy grande para ti y tu familia.
Hola, Blanca. Nos dejas un hermosa historia sobre alguien que trata de dejar atrás la invisibilidad o el ninguneo, buscando, aunque sea con la dificultades añadidas que supone el hacerlo río arriba, la felicidad y, por extensión, su sitio en el mundo. Ojalá que, como en la mayoría de los cuentos, lo consiga. Enhorabuena. Suerte y saludos.
Gracias Jesús,
A veces la monotonía te consume rodeada de gente inapropiada. Pero nunca es tarde para abrir los ojos y salir, aunque sea río arriba, en busca de una vida mejor, rodeada de gente que te aprecie de verdad.
Un abrazo
«Nadie la echó de menos hasta la hora de la cena, cuando la mesa no estuvo puesta», una frase demoledora que justifica la evasión de tu personaje. Debía irse a otras aguas en las que fuese mejor acogida. Una sirena no debe estar encerrada en una pecera, para solaz de unos pocos.
Es imposible no solidarizarse con tu personaje y con lo que transmite, unos deseos de libertad con las palabras mejor escogidas.
Un abrazo, Blanca. Suerte
Muchas gracias Ángel, siempre tan bienvenidas tus palabras.
Como bien interpretas, la mujer cansada de ser presa en su propio hogar, decide salir río arriba en busca de una libertad que se le ha negado hasta el momento. Y con esa libertad, encuentra la felicidad.
Todos debiéramos ser libres de poder decidir por nuestra propia vida (siempre que no pisemos los derechos del resto).
Un fuerte abrazo
Hola, BLANCA. Me encantó tu sirena de río, tan valiente ella, que finalmente no dejó que el pez más grande se la comiera. Que se quede él con la manta y sin la mesa puesta, que no la merece (y a la sirena tampoco, más claro echarle agua).
Cariños,
Mariángeles
Mariángeles, gracias por comentar.
Exacto. Quien no te quiere más que para su propio provecho, no te merece. De esa gente, mejor salir corriendo.
Un beso
J u a n , me alegro que mis textos te desaten de tus sogas y te liberes. Un placer leer tus palabras siempre.
Un abrazo
Flamante metáfora de la libertad. A veces, es más gratificante remar a contracorriente que dejarse arrastrar por el río de la indiferencia, de la invisibilidad, de la incomprensión, de la rutina…
Gracias Edita.
La sociedad nos lleva río abajo en la vida pero a veces hay que ser fuertes y remar un poco contracorriente para poder vivir con plenitud.
Un abrazo
Hola Blanca, una historia de liberación personal muy original y bien contada. Parece algo lógico abandonar aquello que nos ata y no nos deja crecer como personas, evolucionar y buscar nuestro verdadera razón para vivir. Así debería ser, no obstante, son tantos los obstáculos que se interponen en ese camino, que es muy difícil tomar la decisión de enfrentarse a ellos. Hay que ser muy valiente y tu protagonista lo es.
Un abrazo y mucha suerte.
Gracias Barceló por comentar. Los miedos a veces nos atan a lo malo conocido y nos impiden echar a volar, o en este caso remar, y explorar otros universos.
Un abrazo
Hola, Blanca, te devuelvo la visita y así conocer a la protagonista de tu cuento, una mujer optimista, valiente, que decide ser libre, vivir, ser ella misma. Me encanta cómo lo has contado, tu narrativa es excelente.
Un abrazo y un deseo, que tengas suerte.
Muchas gracias Rosy por tu visita y por tus palabras. Me alegra que te guste.
Un abrazo
Despedirse de la rutina, de una cárcel de sumisión en busca de una vida propia. Río arriba, empujado por el viento de la libertad. Gran relato, Blanca. Abrazos y suerte.
Muchas gracias Salvador,
Me alegra que te guste mi relato.
Un abrazo
La libertad tiene un precio muy alto, pero si dejar atrás es solo soltar lastre y ataduras, cuanto antes se lleve a cabo mejor. Bien por tu sirena de río.
Muchos besos y también mucha suerte.