98. Sola (fuera de concurso)
La luz del sol amarillea cosida a los visillos que soportan el polvo añejo de la ausencia. Le cuesta entrar en la habitación de Colette, la vieja del tercero, que tirada en el suelo sirve de alfombra a unos pocos gatos que ronronean sobre ella. No está muerta, y sin embargo, de los ojos tan abiertos como los tiene, solo escapa un hilo de locura; fijos, como si fueran de cristal; huecos, como la voz que muere en su garganta sin poder escapar al exterior. Desde la cocina y el aseo, una peste a basura se cuelga del aire hasta hacerlo irrespirable. Otros gatos luchan por los restos de comida, cada vez más escasos, que han sembrado por el gres de la cocina. Saltan, bufan, enseñan las uñas. El celo que apuran cada noche, no aplaca sus ímpetus. Hoy, después de tanto tiempo, el ruido del timbre atraviesa la vivienda y cruza como un rayo los tímpanos de los felinos, que imitan, por un momento, la quietud obligada de la vieja. Vuelve a sonar y huyen espantados a esconderse. Un velo blanco sofoca por fin la mirada de Colette, que esperará vencida, a que la muerte traspase las paredes.
Al comenzar a leer puede pensarse que nos encontramos ante un relato de terror. Al terminar, corroboramos que es así, con el añadido de que el género se enriquece con un elemento en verdad aterrador: la soledad, equiparable a un cruel vacío que sorprende y sobrecoge, a pesar de que ya desde el título se nos anunciaba.
Los gatos saben qué hacer en cada momento: luchar por las últimas migajas o esconderse ante la Parca. Aguardar a la muerte con la única compañía de unos animales hambrientos que la dan por amortizada debe ser muy, muy triste. Lo peor, como todos sabemos, es que se trata de una ficción muy creíble.
Un abrazo, Juancho
Muchas gracias Ángel por tus comentarios, siempre tan certeros como generosos.
Un abrazo amigo!!!
Magistral el modo de narrar y mostrar la escena, tanto, que he podido captar el horror del final de la mujer, la fiereza de los gatos, el hedor de la basura.
Hacer que todo eso llegue de una forma así al lector es privilegio de unos pocos. Tú eres uno de ellos.
Un abrazo.
Muchísimas gracias Yolanda, como escritora eres genial, pero como lectora, tu generosidad no precio.
Un beso enorme!!!!
Terrible la soledad.
Qué bien describes la escena con la que nos pintas esa historia.
Qué bien escribes con trocitos de poesía enlazando tus palabras (la primera frase, la peste colgada del aire…).
Precioso relato, a pesar de traernos una realidad muy triste.
Un beso.
Carme.
Muchísimas gracias Carme, es cierto que la soledad es una lacra terrible, sobre todo cuando es esta sociedad que hemos creado la que nos conduce hasta ella. Muchas gracias por tus palabras, y, también a Ángel y Yolanda, por la visita y la lectura.
Un beso enorme!!!!
Gran relato Juancho, pude oler y transitar por ese lugar, y eso es un trabajo de maestros. Un abrazo
Jo Pablo cuando lo siento. Estaba mirando como rescatar mis micros de ENTC, porque muchos solos tengo aquí (en fin soy un desastre en organización, y en otras muchas cosas) y me ha llamado la atención el número impar de los comentarios a este micro, porque me gusta contestar a quienes tenéis la amabilidad de leer y comentar. No sé que decir después de más de año y medio… que muchas gracias Pablo por tu más que amable comentario, a ver si pasa todo esto y volvemos a encontrarnos en algún sarao microrrelatista de esos que nos gustan a nosotros. Un abrazo siempre, porque algún día volverán!!