86. SOLILOQUIO DEL RELOJERO (Eduardo Iáñez)
Estaba harto de su oficio. Tener que darle cuerda a ese viejo reloj, tan antiguo como el mundo, le resultaba ya casi insoportable. Llevaba tanto tiempo encargado de su reparación, le ocupaba tantas horas su delicado mantenimiento, que cada vez eran mayores las tentaciones de cambiarlo por uno nuevo. Le seducía la idea de renunciar a su penosa tarea, desechar ese objeto inservible e idear un nuevo mecanismo, rutilante y eficiente.
Al llegar estas fechas, el inconsistente bullicio con que todo el mundo repasaba el año que estaba a punto de terminar convertía esos proyectos en apremiantes. La exhibición descarnada, impúdica, de lo que podía dar de sí el tiempo en manos de la humanidad le producía una profunda desazón. Pero una vez más, como siempre desde que el mundo es mundo, apartó de sí esas ideas inmisericordes. Y un ejército de sus querubines acudió solícito a enjugar las dos recias lágrimas que –grandes como planetas, brillantes como soles– corrían por su rostro enjuto y eterno.
Relato magnifico, Eduardo. Me ha encantado. Esa imagen del creador soltando dos lágrimas por este invento frustrado resulta sublime. Apunta alto.
Que 2015 te colme de inspiración.
Gracias, Rafa. También yo te deseo lo mejor para este 2015. Que sigas cosechando todos los éxitos que tu estilo merece y que nosotros los veamos (bueno, los leamos…).
Un abrazo.
Es la primera lectura que hago tuya y me ha parecido de primera.
Seguro que te lloverán los comentarios
Suerte y felicidad.
Bueno, María Jesús, pues si es la primera lectura y te ha gustado, me alegro doblemente. Gracias por pasarte y por tus comentarios.
Felicidades también para ti.
Me encantó. Ese Sumo Relojero de la Eternidad… genial.
«Sumo Relojero de la Eternidad…», me encantó a mí, M. Carmen. Muchas gracias por haberte detenido a comentar.
Abrazos navideños.
Eduardo, el que todo lo puede no encuentra razones suficientes para alentarse. Suerte y felices fiestas
Pues sí, Calamanda, un poco pocho me lo imagino yo últimamente, viendo cómo tratamos esta obra suya… Menos mal que –también el relato así lo afirma– su misericordia es infinita, que si no íbamos aviados.
Gracias por tus deseos. Felices fiestas también para ti.
Si nos da un poquito más de cuerda, seguro que nosotros solos y sin ayuda de nadie nos cargamos el mundo, lo liberamos de su ingrata tarea y le damos vía libre para que invente otro mejor. Una frase final que provoca ganas de consolar al «viejo relojero». Besos y suerte.
¡Ay, Ana! Que eso es lo malo, que nosotros solitos lo estamos consiguiendo. A veces uno desea que ese Relojero reclame la obra como suya y ponga orden, pero en fin, se ve que la libertad del ser humano está por encima. Confiemos, como ya he dicho, en que la humanidad reaccione en cualquier momento: ¿por qué no en este 2015?
Pues eso, que feliz –y esperanzado– año. Besos.
Me parece uno de los relatos más logrados de este mes, Eduardo. De verdad, de la buena. Desde el título hasta el punto final.
¡Feliz Navidad!
Bueno, bueno, lo dices con tanta seguridad, que hasta voy a tener que creerte, jajaja. Para mí lo mejor (también «de verdad, de la buena») es que algunos hayáis pensado que merece la pena detenerse a comentar. Lo de tus calificativos es ya miel sobre hojuelas.
Gracias, como siempre. También yo te deseo unas felices fiestas.
Sí, ya sé, Juan, te imagino felicísimo con ese abuelito relojero que me pides. Te ofrezco de corazón el mío, a ver si puedes animarlo y hacer que esto funcione mejor. Contigo al lado, maestro de la mecánica, seguro que así será.
Gracias por tu comentario. Saludos.
Suerte para este mes Eduardo, a ojos del creador lloroso creo que el año va a despedirse triste, pero hay razones suficientes.
Abrazos
Gracias, maestro Montesinos, por esos deseos para este mes, que se despide lloroso, es cierto, ma non troppo. Si, como este relojero, somos capaces de volver a confiar un año más y rearmarnos de humanidad, quizá lo logremos.
Saludos.
Hola, Eduardo.
Me conmueve tu micro con ese creador que a mí se me antoja cercano.
Es precioso y poético.
Felicidades.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo, Towi: cercano, siempre cercano ese vigilante y celoso relojero.
En cuanto al relato, a mí me conmueven tus adjetivos, de verdad. Muchas gracias.
Que tengas unas felices fiestas. Besos.
Creo que tu eterno relojero se ha dejado influenciar por la emoción humana, se ha concedido un instante de debilidad. Sólo deseo que su desesperanza no dure más 10-∞ (¿será demasiado tiempo?).
¡Me ha encantado!
Felices Fiestas, primero para el Señor Relojero, y luego para ti.
Besos a ambos.
Ay, Isabel, ¿no te parece que quizá seamos nosotros quienes debiéramos tener esos momentos de debilidad, esas emociones que nos hacen sublimes, divinos…? ¡Y ojalá a nosotros nos durasen, como tú dices, esa cifra exponencial!
Besos también para ti: míos y del Relojero, por supuesto.
Ay, como se canse de dar cuerda al reloj… Estupendo relato, Eduardo, con un tema que me engancha, casi obsesiona, el del tiempo y sus distintas interpretaciones, vivencias, perspectivas. Narrado, como siempre, con gran maestría. Un abrazo.
Muchas gracias, Concha, por visitarme y comentar. Y por ese generoso calificativo de ‘maestría’ que aplicas a mi relato de este mes. No creo yo…
Lo que sí que te reconozco es que también a mí me ha interesado ese tema del tiempo, sus perspectivas, su percepción, siempre tan necesariamente limitada para nosotros… Por eso lo fantástico siempre me ha atraído tanto.
Un saludo.
Eduardo, felicidades! Tu relojero, eterno y melancólico, apunta muy alto este mes.
Suerte y Felices Fiestas
Muchísimas gracias, Anna. Has captado muy bien esa melancolía que invade al relojero: esa tristeza permanente pero tranquila que esperemos que sea, cuando mas, la que siga dominándole al menos algunos eones más. Si nosotros no la fastidiamos antes, claro.
Saludos navideños.
Me parece precioso, Eduardo, y espero que llegue alto este mes.
FELIZ 2015
Muchas gracias, Inés, por pasarte, así como por tus deseos para el relato este mes y para mí el próximo 2015.
Que tengas felices fiestas.
Me encanta tu relato y la idea que has creado. Esos querubines enjugando las lágrimas del Creador es una estampa preciosa.
Suerte, un abrazo Eduardo.
Gracias, Mª Belén. Me alegra que te haya gustado la idea y la forma de plasmarla. En cuanto a los querubines, sí que es verdad que habría de ser una estampa de gran belleza, pese al dolor que enjugan. Pero… así es la vida.
Un saludo.
Maravilloso relato. De los que he leído el que más me llega.
Un abrazo y a seguir afinando el tiempo y sus intríngulis.
Muuuuuchas gracias, María, maravillosa María. Me enorgullece que, al menos hasta la fecha, haya sido el mío el relato del mes que más te ha ‘llegado’. Así que seguiré afinando el tiempo y sus intríngulis, los meollos cronológicos de la eternidad, a ver si consigo seguir ‘llegándote’ de esa manera. Un lujo.
Abrazos.
Todavía no había llegado a leer tu relato, estos días de fiesta son engañosos, parecen tiempo libre, pero devoran casi todos nuestros minutos. El caso es que acabo de sumergirme en él y me ha gustado mucho. Planteas admirablemente el eterno dilema de empezar de nuevo desde cero o remendar y aguantar con lo que nos acompaña desde hace tiempo, aunque a veces su funcionamiento deje un tanto que desear.
Suerte y felices fiestas
Claro que no te había dado tiempo, Ángel: es que este Relojero nos tiene confundidos con las medidas, y como pensamos según los parámetros de nuestras vidas, todo se nos queda pequeño, diminuto… Creemos llegar a todo, y pese a comprender que es imposible, seguimos atándonos a lo fugaz, a lo pasajero… «Vanitas vanitatum et omnia vanitas». Tienes que leer a los entecianos: ahí está lo permanente, lo sustancial, lo eterno. El resto se te dará por añadidura, hombre de poca fe. Jejeje.
Un abrazo tremendo.
Eduardo, precioso y estupendo relato. Me imagino al creador, un paciente relojero al que cada vez le cuesta más dar cuerda a su obra, y es que día tras día se lo ponemos más difícil, pues viviendo en plena era digital creemos que el mundo avanza solo, sin faro ni luz que nos guíe. Abrazos y felices fiestas.
Ni yo mismo, Salva, habría explicado mejor lo que he intentado transmitir con este relato. Y es que así nos va, sin faro ni luz que nos guíe, como tú has dicho estupendamente.
Un abrazo festivo también para ti.
Precioso relato con ese reloj y ese relojero apuntando alto. Un enfoque muy particular de las campanadas con expresiones literarias que ya querría yo para mí. Mucha suerte 🙂
Muchas gracias por tus deseos de suerte para este relato, que bien podría ser un complemento a la historia de generosidad –esta humana– de tu micro del mes. Se ve que ambos seguimos esperanzados, un año más, en que algo, por mínimo que sea, tenga solución. Sigamos esperando, Juan Antonio.
Muchas gracias por tu visita y por tus palabras. Un saludo.
Un relato a la altura de Dios. Feliz año, Eduardo.
Bueno, bueno, no te pases, que van a decir que tenemos algo tú y yo, y lo del jamón de Trevélez no debe trascender…
Gracias en cualquier caso por tus palabras. También yo te deseo que el 2015 empiece, al menos, como estás acabando esté 2014: ¡que estás por todos sitios, y siempre tan arriba…!
Un abracísimo infinito y quevedesco, Loren.
Me ha gustado mucho Eduardo. Enhorabuena!