109. SON GIGANTES DE PAPEL
Una niña acogía en un orfanato iraquí. Aparece tumbada sobre la figura de la madre ausente, a la que ha dibujado con tiza sobre el cemento del patio. Y debido a su procedencia oriental, antes de acostarse en su regazo deposita respetuosamente los roídos zapatitos a los pies de la figura materna.
No es más que un recorte de periódico doblado con esmero para no estropear la fotografía. Reposa en una página cualquiera de un libro cualquiera, siempre a la espera de ser descubierta. Para que la imagen de una niña anónima, de nombre desconocido, produzca ese revolcón en las tripas a todo aquel que no esté dispuesto a olvidar su historia.
Una vieja instantánea nos recuerda que ya nunca seremos jóvenes.
Un billete de tren que pudo cambiar nuestra vida.
Quizás un décimo de lotería que decidió no cambiárnosla.
Una dedicatoria, una firma, una fecha…
Todo está en los libros que ocultan entre sus páginas los senderos de vidas ajenas. Por eso, querido Sancho, no doblaremos las rodillas ante el frío ingenio digital. Porque nos obligaría a dejar de ser nosotros mismos. A dejar de descubrirnos entre las páginas de papel.
No es incierto que los libros también esconden trozos de vida más allá de ellos mismos. Yo tengo alguno.
La idea es muy interesante y me ha dado otra, aunque más concreta.No será un robo, solo una inspiración.
Abrazos
Bella y triste historia, y un buen homenaje para el libro de papel que no sólo encierra historias sino también pedacitos de vidas ajenas.
Raúl, precioso, los libros marcan nuestra vida, y esos pequeños retales de papel son páginas de la misma. Muy bueno. Abrazos.
precioso y triste.
Bonita relato y bonita idea la del libro como el cofre del tesoro que guarda toda una vida. Mucha suerte 🙂