121. Sugestivo y embaucador
La tormenta se avecinaba, espesos y negros nubarrones empezaban a ocultarlo todo. Un silencio sepulcral parecía reinar sobre el Atlántico. Ya no se veía el faro que cada día guiaba sus pensamientos.
Su mirada estaba fija en el oscuro horizonte, apenas podía distinguir el mar; pero sí aquel pequeño velero que agitaba sus velas sin rumbo determinado. Seguía su trayectoria con atención, al tiempo que pensaba si aquel barco no sería una señal que le indicaba el rumbo de su nueva vida. El miedo a un futuro cercano, nada halagüeño, lo amortiguaba el cansancio, la desgana, la flaqueza que sentía… Los sucesos acontecidos en los últimos años habían dejado profundas brechas que no optaban por cicatrizar.
El silencio se rompió. Rítmicos y acompasados golpes de mar lanzaban sus aguas al aire y desde el seno de las rocas, sobre las que se había sentado, una voz le susurraba: ¡Adelante!
Pilar, fluido y fresco el lenguaje y esperanzador final. Suerte y saludos
¡El mar puede ser tan embaucador y cicatrizante…! Me ha encantado, Pilar.