101. Superman también es humano
Desde que Lois Lane se marchó con su profesor de yoga, Superman se pasa las tardes tumbado en el sofá, con una lata de cerveza en una mano y el mando del televisor en la otra, mientras los malos campan a sus anchas por la ciudad de Metrópolis. Lleva semanas sin cambiarse de ropa y el traje apesta. Cuando termina una lata, la estruja con las yemas de los dedos, como si fuese una bola de papel, y la lanza contra la pared. El piso se ha convertido en un vertedero y la basura se acumula en un rincón, formando una gran montaña. Debería levantarse y hacer una superlimpieza, apenas le llevaría un minuto, pero se siente sin fuerzas. Hay días en que se tiraría por la ventana, si eso sirviese para olvidarla. Por la noche, llevado por sus instintos más bajos, utiliza su visión de rayos X y se masturba viendo follar a sus vecinos. Antes de correrse, siempre acaba pensando en Lois. Todavía confía en que vuelva. Después, va a buscar otra cerveza a la cocina, abre el frigorífico y se queda mirando ese trozo de kriptonita que, por si acaso no lo hace, un día decidió guardar.
De poco sirven los superpoderes ante un superdesamor que desarbola a cualquiera. Supermán ante el dilema de hundirse del todo, con kriptonita incluida, o tirar de superfuerza y buscarse otra Lois. Ni el mismísimo Lex Luthor tiene el poder de fastidiar tanto como un, en apariencia inofensivo, profesor de yoga.
Un abrazo, Ernesto. Suerte
Mira por dónde, la auténtica kriptonita de Superman era Lois, o su ausencia mejor dicho. Me parece genial tu descripción del declive del héroe: es ¡tan humano! A través de unos pocos y simples detalles, nos trasmites su desgana, su desánimo. Genial, como era de esperar en ti.
Un abrazo y suerte.