56. Tabú rosa
Mi madre tenía una relación extraña con las palabras, no en vano era filóloga. Por ejemplo, la palabra rosa, no la podía ni oler. En mi casa era tabú: no se compraba nada rosa, estaban prohibidos alimentos como la mermelada o el helado de fresas. Si llegaba un ramo de rosas a casa iba directamente a la basura. Un día ella me hizo tirar un bocadillo de mortadela que me había traído la abuela y me quedé sin cenar. Aunque de puertas afuera formábamos mi madre y yo una familia normal, la alergia al rosa trastornaba mucho la vida diaria: no pude presentarme al campeonato de gimnasia rítmica porque el maillot del grupo era rosa, tuve una profesora llamada Rosa a cuyas tutorías nunca acudió…Me consolaba pensando que el rosa era al fin y al cabo un color secundario; peor hubiera sido el rojo, entonces nos habríamos saltado los semáforos. Nunca quiso confesarme los motivos de tal aversión, así hasta su entierro prematuro, al que mi padre acudió del brazo de su esposa actual, aquella por la que había dejado a mi madre y a la que finalmente conocí: Rosa.