04. TAMA y el KaKiTa
• Abuela, cuéntame otra vez la historia de Tama.
Paula, sonrisa permanente, le habla despacio.
• Tama era único. Casi me muero al oír hablar al Kakita: “Yo Tama, ¿tú quién sel?”. Así me habló el robot que compré, el que tenía todo el mundo.
La voz de Paula brilla.
• Tamagochi era uno de los cientos de ingenieros de la “Korean Kompany Trader” fabricante del líder mundial de los robots domésticos “KKT”, que aquí llamábamos KaKiTas. Tama se asfixiaba, quería escapar, disfrutar de otro futuro.
Su nieta escuchaba extasiada.
• Fabricó un chip que introdujo en secreto en uno de los aparatos. Le hizo seguimiento y así, por casualidad, contactó conmigo. Yo era maestra de un perdido pueblo rodeado de páramo y secarral.
• ¿Vino?
• Sí, dejó todo y llegó. Enseguida ideó increíbles artilugios que convirtieron los campos circundantes en oasis. Creamos multitud de sembrados que triunfaron. Era un encanto, te habría gustado niña. Nos dejó pronto y me trasladé a la ciudad. Ahora nos estará observando riendo.
Paula le coge la mano y le dice con el mayor cariño.
• Querida, busca siempre tu propio camino y no te detengas jamás.
La pequeña cierra los ojos. Se duerme para volar en inmensos cielos azules.
Hay personas pioneras y visionarias, que no tienen respeto a los límites en los que la mayoría se resignan a estar, sino que buscan nuevos caminos, experiencias que amplíen el campo de visión propio y el de todos. Estas personas son ejemplo y dejan buena huella, tan profunda que puede transmitirse, como demuestra la penúltima y esperanzadora línea, todo un modelo de vida.
Un abrazo y suerte, Pablo