78. TELMO
Era la tercera vez que entraba en la tienda.
Destartalada, vieja. Atestada de centenares de desastrados aparatos.
El dueño, viejo sin edad, diminutas gafas caídas sobre la nariz, mirada de saber, de conocer sin preguntar; siempre atareado con su pequeño destornillador, enredando en inverosímiles cachivaches.
Le miró lentamente.
Esbozó esa sonrisa de las que hablan en la soledad del desierto, de las que iluminan las oscuridades del alma.
* Hola.
* Hola. Pasa. Ya sabes dónde está.
Telmo atravesó el diminuto local.
Con sus doce años, quería ser locutor de radio. Era su sueño.
Apartó la raída cortina. Penetró en el almacén. Estanterías a rebosar, casi a oscuras.
Continuó hasta el fondo. Apartando trastos, telarañas.
Se detuvo, mirando fijamente la balda.
Allí estaba.
El pequeño transistor. La diminuta radio creada por nadie sabe quién, nadie sabe cuándo.
Contuvo la respiración.
Esperó.
Un pequeño piloto rojo se encendió. Al igual que las dos veces anteriores.
Dio un paso atrás.
La radio habló:
* Hola Telmo. Te estaba esperando… Te ayudaré a ser el mejor locutor del mundo.
Telmo cogió la radio.
Salió.
Como única despedida, el viejo le guiñó el ojo.
Tal como hacen los magos justo antes de desaparecer.
Pues algo de magia sí que tiene tu relato. Suerte
Pues ya me han arrebatado los calificativos esos dos de ahí arriba: Mágico, especial…..
Enhorabuena Pablo,
Ton
Que bueno, jejeje…me gustan esos relatos de trastiendas, viejos y niños, como en La historia interminable, me hacen creer que todo es posible.
Telmo, qué nombre tan bonito. Tanto, que lo pronuncio a diario. 🙂
Emotivo y cálido tu micro. Estoy viendo al niño que has creado, Pablo.
Saludos cordiales
Pablo, tierno y calido relato, muy evocador de recuerdos de otro tiempo. Suerte y saludos
Has juntado radio, magia e ilusión. Bonita historia que me deja con ganas de seguir leyendo para ver como continúa en voz alta con mi hijo al lado. Gracias y mucha suerte 🙂