07. Tendederos
Desde mi envidiable perspectiva, veo el contraluz que dejan los rayos del sol al acariciar los perfiles de nuestra casa. Mi hijo da de comer a las gallinas, al tiempo que mira cómo descuelga la ropa su madre. Un gesto con la mano, acariciándose la mejilla, le sugiere que se le escapa alguna lágrima; pero ella, al sentirse observada, lo transforma en un saludo a medias. En el horizonte aún permanece el rastro que dejaron los caballos de los blancos que vinieron a visitarme anoche. Por el otro lado del camino, después de dar un rodeo para que el pequeño Sam no se percate de su presencia, mi padre se acerca sigilosamente, apoya la escalera en el tronco de nuestro único árbol, sube con cuidado, me besa, y saca su navaja para cortar la soga en la que dejé mi último aliento.
Hola, Pablo. La historia que nos traes, terrible, en su fondo, la revistes, creo que de forma muy adecuada, de sugerencia y «sencillo lirismo», por decirlo de alguna forma. EL título, dentro de su «mundanez» me encanta. Por decir algo a mayores voy a señalarte un par de cosas que, en mi opinión, son algo «confusas» (seguramente no sea el término adecuado): Me «suena más natural» «que mira cómo descuelga la ropa su madre» o «que mira a su madre mientras descuelga la ropa». Un inciso sobre la influencia de los términos a los que estamos acostumbrados (por la zona en que vivimos, lecturas…): aunque «descolgar» la ropa es lo adecuado, yo he dicho siempre «recoger» la ropa. «Un gesto con la mano le sugiere» me resulta también algo confuso (llámame tiquismiquis), aunque luego se «resuelve» diciendo que es de ella. En una ocasión, Javier Ximéns me afeó que en un relato usara a cinco «protagonistas», aunque solo lo era una (el resto eran simples nombres). En este caso, son cuatro, pero el padre (aunque se cita un camino) no parece estar claro si vivía en la casa o si, por el contrario, viene de la suya. Seguramente sea una tontería, pero considero que podría «justificarse» de alguna forma su presencia, diciendo, por ejemplo, «tras ser avisado…», «saliendo de la casa…» Bueno, esperando no haber metido demasiado la pata, insisto en que me ha gustado tu relato. Suerte, Pablo. Un abrazo.
Me alegro de que te haya gustado la propuesta, Jesús.
Te agradezco los consejos que me das.
Lo de descolgar la ropa siempre lo digo en casa, además tiene un significado: el narrador está colgado de un árbol, esperando que lo descuelguen, de ahí que me parezca acertado el término.
Como no creo que tenga incumbencia de dónde viene el padre, ahí lo dejo, escondido entre las sombras, pues su cometido principal es descolgar a su hijo sin ser visto.
En cuanto a lo del número de personajes, sé que uno de los consejos para un microrrelato es que tres personajes en el mismo son multitud, pero yo creo que aquí todos son necesarios y no dan pie a equívoco. De vez en cuando, me gusta romper esas normas, y arriesgarme. Hay veces que esto sale bien. Recuerdo que mi relato “Mujer urbana” tenía al menos cuatro protagonistas, además de la narradora y de algunos nombres de autores que se nombraba, y gustó bastante, hasta llegó a la final anual de aquel año.
En resumidas cuentas, mi intención al escribir esta historia era que el narrador contase el paisaje que ve desde su posición, sin que se atisbe ningún tipo de sentimiento hacia las personas de su propia familia, lo que se explica al final, ya que está muerto y no siente nada, y a la vez, a través de sus ojos, mostrar el dolor contenido y disimulado de la madre, el sigiloso caminar del padre, que besa al cadaver como muestra del amor que le procesa y de despedida, y conteniendo también los sollozos pues, al igual que su nuera, la principal misión que tiene es evitar que el pequeño Sam sea golpeado por la estremecedora visión del cuerpo de su padre. Ambos esconden la pena y la rabia en el interior, porque el amor hacia el pequeño supera ese inmenso dolor.
No sé si he conseguido todo esto, pero es lo que pretendía, principalmente.
Te repito que agradezco enormemente tu comentario, que me hace desmenuzar el relato y ver si se puede mejorar con algún detalle, como la frase en la que el niño ve a su madre descolgar la ropa, por ejemplo.
Un abrazo y nos seguimos leyendo.
Javier Ximens nunca pretende afear a ningún microrrelato y mucho menos a su autor. Soy partidario de los teóricos del género que aconsejan que no haya más de uno o dos personajes por micro. Aspecto no no siempre sigo.
Hola Pablo. Pues a mí me gusta mucho este relato donde el tendedero al que otorgas relevancia no es el de la foto, sino aquel otro del que cuelga tu protagonista.
Te deseo suerte. Un abrazo.
Me alegran mucho tus palabras, Ton. Esa era la idea, que el tendedero principal no fuera el de la foto.
Un abrazo y mil gracias por pasarte por aquí.
Pablo
El narrador-protagonista es un observador privilegiado, que desde una atalaya que no se desvela, cuenta las escenas que contempla como nadie, porque tiene, además conocimiento de causa. Nada hace presagiar que todo lo que está sucediendo, de lo que parece ser testigo neutral, se produce por su causa, muy a pesar suyo, con un desenlace inesperado y un título que resume, en una sola palabra cotidiana, la realidad terrible de unas personas sin ninguna consideración hacia otras.
Suerte con este buen relato y te mando un abrazo grande, Pablo
Cómo es habitual., da gusto leer tus comentarios, tan acertados, que desmenuzan a la perfección el relato. Pareces que te metes en la cabeza del que escribe. Además de un escritor excepcional, eres un lector de bandera.
Gracias por este pedazo de comentario que me dejas, amigo Ángel.
Un abrazo.
Pablo
No sé si acierto pero esos «caballos de los blancos» y el nombre del niño me llevan a algún terreno del sur de América del Norte, con la barbarie racista en el centro de la historia y con tu habilidad para tratarla sin mencionarla.
Muy bueno, Pablo.
Suerte y un abrazo.
Aciertas de pleno, Rafa.
Ahí quería llevar la historia a base de pinceladas del protagonista.
Gracias por tu acertado comentario y enhorabuena también por aquí por ese gran relato que te llevó a la final anual de Rec.
Pablo
Cuentas un inmenso drama con elegancia y contención, guardando además con sabiduría la clave que nos hace ver todo su contexto y que nos permite dar sentido a todos los elementos de la historia. Maestría, en resumen, la que demuestras una vez más con esta propuesta, en la que también habría que valorar su originalidad y acierto con respecto al tema de la convocatoria.
Enhorabuena y mucha suerte, Pablo.
Un fuerte abrazo.