54. Tentaciones
Un hombre desnudo detiene la comitiva de tentaciones tan solo con una cruz en la mano. El caballo blanco que va al frente se encabrita y se alza sobre las patas traseras. Tras él, sobre elefantes con patas de araña, cabalgan mujeres desnudas que transportan riquezas. El desierto es infinito. El cielo es azul. Un hombre lleva a un niño de la mano y otras dos figuras vagan por el paisaje desolado mientras un ángel las observa. El tiempo se detiene y los relojes se derriten. Las nubes grises descargan entonces la tormenta. El hombre desnudo enloquece y rompe la cruz golpeándola contra una calavera, el caballo blanco se desboca y comienza a galopar sin control. El hombre desnudo trepa a lomos del elefante delantero, besa a la mujer desnuda, le agarra los senos con fuerza, copula con ella. Las riquezas que transportan los elefantes se esparcen por la arena. El hombre que lleva al niño de la mano le suelta y le da una bofetada. Las dos figuras que vagan por el desierto se desvanecen. El ángel huye. El visitante se quita las gafas, tiene los ojos ensangrentados, ¡Dalí maldito!
Menuda escena caótica y surrealista has dibujado. Confieso que he visto a Dalí desde los elefantes con patas de araña. Todo caos, pero una inmensa belleza.
Un abrazo y suerte.
Al final, el San Antonio de Dalí cedió a la tentación, sumergido en el maremágnum del mundo surrealista de un cuadro que aviva la imaginación, que tan bien has descrito en este relato, crónica de un caos maravilloso y artístico que no deja indiferente, ni a quien contempla la obra, que termina con los ojos ensangrentados, ni a quien lee esta historia, rica en detalles y con desenlace inesperado.
Un abrazo y suerte, Manuel