60. Tintarella di luna (Marcos Santander)
Tintineaba algo desenfocada la luz en la superficie de aquellos canales. Nunca antes habíamos podido disfrutar de tantas manifestaciones diferentes de esa energía en rango visible que llamamos luz. A lo largo de la eslora de la barca, en la dirección popa a proa, tu piel brillaba con la luz más blanca que jamás cuerpo humano había desprendido. Era del tipo de la que refleja cada cierto tiempo esa luna que llamamos roja, pero que todo el mundo reconoce como uno de los infinitos tipos de blanco. El rojo, en realidad, no estaba en la luz sino en la pasión, que ahora también yo, irradiábamos en aquella tranquila y sensual noche. Descendí sobre aquella tu maravilla de piel salpicada de regalos, y te abriste a mí explotando ambos en la más brillante de las supernovas que jamás el firmamento había tenido. Fue a partir de aquel momento que Venecia adquirió ese brillo sobrenatural que desde entonces tiene.
Para que dos personas se compenetren no solo física, sino también espiritualmente en un fusión perfecta, se supone que deben darse las condiciones idóneas, entre ellas, un ambiente adecuado con la privacidad necesaria. Esta pareja de amantes han encontrado una simbiosis a su medida en la ciudad de los canales, bajo la luz de la luna, todo lo demás deja de existir en un tiempo paralizado, ajeno al mundo y a sus problemas, a otra cosa que no sean ellos mismos.
Venecia siempre ha sido una ciudad muy romántica. Del romanticismo a la pasión tal vez solo haya un paso.
El relato de un encuentro memorable en la vida de esta pareja, bajo una luz nocturna, que como la célebre canción italiana con la que comparte título, contribuye a la magia que los personajes experimentan.
Un saludo, Marcos. Suerte