77. Tiovivo vital (Pablo Cavero)
La boca seca. Las palabras ensayadas se encogen cobardes. Incapaces de asomarse en este escenario. El pánico se ha adueñado de sus cuerdas vocales. Su rostro ruborizado le delata. Los primeros balbuceos apenas los escucha el cuello de su camisa. Por suerte para él, esos susurros llegan a oídos de este jubilado, que se siente reflejado en ese calvario de pedir en un vagón del metro. En su época de vacas flacas se vio obligado a mendigar. Se le acerca y le rescata de una de las mayores deshonras de un ser humano. Le lleva a un almacén, él es un organizador el banco de alimentos del barrio, aquí sin dejar la tarea todos saludan a Quique. Le hace gracia, así era conocido su padre, al que siempre dio por muerto sin estarlo, del que nunca habló con nadie, de quien siempre renegó. Remangados ambos para aligerar la cola del hambre. Se queda estupefacto al ver tatuado en el brazo de su ángel de la guarda el apodo cariñoso de su madre.
La vida, como un tiovivo, da muchas vueltas. Algunas veces, lo que quita, lo devuelve de una forma o de otra. El destino, o como queramos llamarle, funciona de forma misteriosa. Ese padre desaparecido ha regresado en el momento oportuno. Seguro que padre e hijo se han perdido mucho, pero también se suele decir que nunca es tarde.
Un relato entrañable y con un final prometedor.
Un abrazo y suerte, Pablo
Nada que añadir a tu comentario certero y que, al menos yo, considero una joya siempre. Mil gracias Ángel. Un abrazote.