69. Tóxicas amistades (La Marca Amarilla)
El cadáver de Doña Virtudes estaba impecable; la muerte le vino de golpe poco después de haberse arreglado el cabello en la peluquería de la Puri. Todo el pueblo pasó por el velorio, y mientras comentaban la mala racha que llevaban últimamente con los fallecimientos, la hija de la Francisca cayó en que todas eran mujeres y todas con el cabello recién arreglado.
Cuando vino el inspector a interrogar a la Puri acababan de enterrar a Doña Juana, con una permanente reciente que casi le daba vida, parecía notorio que la asesina con pinta de niña buena se ocultaba tras aquella peluquera diplomada, psicóloga en ocasiones y psicópata a ratos.
Los análisis fueron evidentes, la laca estaba adulterada con un veneno volátil que al contacto con un cráneo causaba la muerte de su portador en pocas horas. Puri alegó que no conocía más veneno que la lengua de Doña Remedios, la dueña del estanco, pero todos sabían que le costaría demostrar su inocencia.
Inocencia que conocía el despechado y aterrado Anselmo, eterno pretendiente, que a la vez ignoraba el alcance mortal de aquel juego de química que tomó prestado de su sobrino, para arruinar el negocio de su odiada amada.