53. TRIPOLARIDAD (Rafa Olivares)
Cuando empecé a escribir este relato, en la soledad de mi estudio, tuve la firme certeza de que alguien invisible escrutaba cada letra, cada palabra, cada párrafo que emergía en la pantalla al ritmo de mi tecleo. De que se regodeaba con gestos de desaprobación cuando no de burla. Algo agobiado al sentirme vigilado, me obligué a repensar cada idea antes de transformarla en texto. Ni siquiera la seguridad de que podría retroceder y corregir me procuraba sosiego, porque ello pondría en evidencia mis titubeos y daría al observador una información sobre mí mismo que no me apetecía exhibir. Me ruborizaba, sobre todo, que ese desconocido pudiera acceder a mis pensamientos inconfesables, esos que con frecuencia disfruto escribiendo para luego borrar y nunca publicar.
Después de mucho elucubrar sobre la posible identidad del espía, llegué a la inequívoca conclusión de que se trataba del narrador omnisciente, no podía ser otro.
–No le hagas caso, querido lector, yo te puedo asegurar que ni siquiera me encontraba presente en el momento de los hechos.
Estas historias de uno mismo y su otro yo, me encantan. Cuidado con ese narrador omnisciente, que se va a comer hasta al autor. Muy bueno.
La otredad, todo un mundo en el que descargar nuestras neuras.
Gracias, María, por comentar.
Un beso.
Tu relato demuestra que el que se aburre es porque quiere, especialmente los escritores, que aunque lo parezca, no saben lo que es la soledad. Aparte de los personajes que crean, han de contar con ellos mismos y, sobre todo, con ese inevitable narrador y su manía de acaparar cada página, ajeno al autor y a su obra, pero que todo lo sabe, una especie de ser divino ante quien nadie ni nada puede ocultarse.
No es ninguna tontería eso de que la información es poder. Quien conoce al detalle todo lo que nos sucede, hasta lo que pensamos y no decimos, es alguien que nos tiene en sus manos. Si a tu protagonista tanto le incomoda le queda un recurso, aunque condicione toda su escritura: usar diálogos.
Un abrazo y suerte, Rafa
Gracias, Ángel. Tienes razón, no cabe el aburrimiento si de idear historias se trata. En esta he jugado a hacer intervenir a los tres narradores habituales: los de primera y segunda persona y el ínclito omnisciente. De ahí la tripolaridad del autor.
Un abrazo, amigo.