111. Trueque
—Para mí que tornan de donde Samuel.
—Y deja a estas aquí, solas.
—A ver, mocosa, aparta un poco.
—¡Clavadita a la mayor!
—A saber si el padre es el mismo.
—Calla, calla, que asoma.
Y las figuras, sigilosas, se apartan de las niñas cuando su madre vuelve del corral al que se precipitó con nuevas nauseas. Alba recoge a la pequeña de los brazos de su hermana y Candela no tarda más de dos tropezones en preguntarle por su padre; seguro que también tiene pecas, fantasea. Alba siempre le responde con evasivas aunque hoy le retira suavemente los rizos dorados que se columpian alrededor de su frente y continúan de la mano, con el cierzo soplando sobre ellas.
Otras siluetas las ven transitar por las calles del pueblo, apostadas tras los visillos mientras sus hombres reúnen en la cantina los arrestos para escabullirse de madrugada. Alba lo sabe así que aprieta el paso y los dientes, con la noche y el invierno tan cerca. Presiente que esta vez será un niño, de pelo negro como el carbón que añorarán a partir de ahora.
Segundos después de que entren en casa, un perro asustado ahoga el chirrido del cerrojo.
Que bien contado el drama! Suerte!
Gracias Francesc, por el primer comentario y por leerme. Un abrazo.
Nos muestras muy bien la forma de actuar de esas correveidiles que todo lo saben y quieren saber, agazapadas tras la verdad de sus razones y las de los que las alientan. Y nos emocionas con la triste historia de Alba. Aguardemos que consiga trocarla por una verdadera vida. Enhorabuena y suerte. Un saludo.
Gracías, Jesús. Este relato ha sido todo un reto para mí en muchos sentidos y me quedo más tranquilo al ver que he podido transmitir lo que quería. Un abrazo.
Asier, ambientas muy bien la situacion de la mujer y la de sus paisanos. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda (qué nombre más bonito). Parte de mi familia, de mis genes, vienen de tierras palentinas y eso ha ayudado. Un abrazo.
Figuras y siluetas, apenas perfiladas esas cotillas típicas de pueblo, toda la carga de tu relato en las niñas y Alba, que se las arregla como puede, aunque por lo que veo cada vez con más carga.
Muy bonito Asier, mucha suerte.
Gracias, Maribel, da gusto contar con lectores tan precisos, me alegro mucho de que haya gustado. Un abrazo.
Los hombres en la taberna, embriagados de vino y sudor. Las mujeres tras los visillos, con sus comentarios maledicentes como principal pasatiempo. En medio de estos dos mundos, en un papel muy diferente, arrastrando la incomprensión por las calles del pueblo, una mujer muy sola, con su descendencia a punto de incrementarse, sin hombre conocido, víctima propiciatoria en la que todos se ceban y, si no me equivoco, obligada a realizar penosos trueques para sobrevivir (ya me dirás).
Un abrazo, Asier. Suerte
Ángel, no sabes la ilusión que me hace tu comentario. Has diseccionado el relato de una manera increible y ese era, precisamente, uno de mis miedos; que no se entendiese. Un abrazo.
Qué bueno encontrarte por aquí Asier! Y mejor aún leerte.
Suerte.
El placer es mío, Yolanda. No sé si sabes que por parte de madre soy palentino (de cerca de Carrión de los Condes) y he tirado de ahi para defender el texto, siempre lo imaginé en ese ambiente. Muchas gracias por leerme.
Muy bien ambientado el drama de la mujer, en un pueblo de costumbres, donde el mayor pasatiempo de las mujeres es chismorrear y el de los hombres beber en el bar.
Saludos y Suerte
Gracias, Blanca. Cierto, aunque los hombres tienen algún que otro pasatiempo más, desgraciadamente. Un abrazo.