108. ULTIMA SESIÓN (Toribios)
Se hacía de noche y mi madre decía aquello de “¿vamos al cine?”. Y, enseguida, chafando mi ilusión, se respondía a sí misma con un “sí, al de las sábanas blancas”. No por repetida la escena mermaba en mí esa efusión que se frenaba en seco, como la leche que se aparta del fuego cuando está próxima a rebasar el cazo. Entonces yo apenas sí había ido al cine seis o siete veces. Traspasar la puerta era el inicio de una cascada creciente de emociones. El ambigú, las cortinas, el acomodador con su linterna y, por fin, la pantalla blanca al fondo. Esa pantalla mágica de donde surgiría Tarzán, con su grito estentóreo.
Blanco era el vestido de Elvirita el día de nuestra boda. Blanco roto, matizaba su madre. Y blancas las sábanas, con las cenefas bordadas con su nombre. Blanco de noches ardientes y felices, y también de otras de dolor y miedo. La luna, con su blancura de payaso digno, lo observaba todo desde arriba. Así hasta hoy, noche de batas blancas, en que una sábana sobre mi cara fue el soporte de la última película. Era una de risa.
Me gusta mucho tu relato, Antonio. Además, me identifico mucho con esa escena de la primera parte porque mi madre también era mucho de soltarnos eso de ir al cine «de las sábanas blancas» y me has recordado la decepción que suponía aquella respuesta para los niños que estábamos fascinados por la «pantalla mágica». Un beso y mucha suerte.
Gracias, María José. Qué gracia que compartamos esa experiencia. A mí me ponía a morir…
El color blanco acompaña toda nuestra existencia, desde la ilusión de una pantalla de cine y el mundo que abre a un niño, hasta la pasión de unas sábanas compartidas y la de la última de ellas.
De muchos relatos se dice que son cinematográficos, éste lo es por su contenido y su esencia, una historia bien contada sobre alguien que amaba las historias que le contaban. Un personaje sabio, porque al final sabe reírse de todo, hasta de sí mismo.
Un abrazo, Antonio. Suerte
Gracias, Angel. Una exégesis amable y certera que es en sí todo un poema. Merece la pena participar solo por merecer tu comentario
Toda una vida de ilusión y decepciones. Una página en blanco que has sabido rellenar con acierto y palabras muy bien escogidas. Feliz día y enhorabuena.
Gracias, Mercedes, por tus amables palabras. Mis mejores deseos.