107. Ultramarinos
María Micaela Mansuelli aprendió a volar. Desde que empezó a trabajar en casa de los Bonavides, tenía su habitación terminada antes de que despuntara el alba. Después recogía las alfombras del salón de fumar, las de la biblioteca, las del comedor de los señores, las más pequeñas, y las sacudía, una a una, colgadas del barandal de forja del balcón de calle. Subía y bajaba el sacudidor de mimbre con un aleteo armónico, cada vez más rápido. Primero con la derecha; luego con la izquierda. Batía los brazos con la cadencia del oleaje contra la rocalla, con la fuerza que desata la tempestad, con la rabia que provoca la ausencia. Y se elevaba. Por encima de pueblos y ciudades, de bosques y selvas, de picos y cordilleras. Por encima del mar. Hasta alcanzar lugares comunes de otro tiempo, calles que corría cuando niña, no hacía tanto. La casa de su madre, la habitación del fondo en la que durmió un día; en la que esperaba el pequeño Néstor, cada noche, el aliento cálido que terminara de arroparle. Con la última mota de polvo plegaba sus alas y devolvía las alfombras a su sitio, mientras velaba el sueño de su niño.
Juancho, bella historia cargada de imagenes de la vida diaria de cualquier mujer, bien contada. Suerte y saludos
Muchísimas gracias Calamanda!!!!! Un beso enorme!!!
Cuánto me alegro de que esta maravilla haya llegado a tiempo. Qué bien cuentas la historia sin apenas mencionarla (qué bien escribes) y qué título más bien buscado.
Enhorabuena, Juancho. Todo lo mejor para este relato.
Un abrazo.
Jo, y ahora yo que digo… Muchísimas gracias Enrique!!! Me alegro de que te haya gustado tanto el micro, pero la competencia es dura. Este mes todavía no he tenido la oportunidad de leer casi ningún micro, pero siempre es un milagro estar entre los elegidos. Yo con llegar a tiempo me conformo. Un fuerte abrazo!!
Una maravilla. Le auguro un lugsr muy alto a este vuelo.
Me encantó.
Muchísimas gracias Yolanda, gracias por la lectura y por tus buenos augurios!!!
Besosssss!!!