UN ENTCERRADOS… DE LIBRO
Creo que 2020 vamos a recordarlo como «aquel año en el que estuvimos ENTCerrados…» Así que vamos a aprovecharlo una vez más para «escapar» hasta las calles de nuestros pueblos y ciudades y celebrar como lo merece nuestro propio…
DÍA DEL LIBRO.
En este ENTCerrado hemos tomado como referencias para la propuesta el inicio del Quijote, que, al fin y al cabo, es uno de los protagonistas más señalados de este día, y para cerrarlo nos hemos permitido el lujo de reducir la lente de búsqueda hasta quedarnos con algo mucho más pequeño, y que, ya es un referente para esta casa… El dinosaurio de Augusto Monterrosso.
Y por tanto, así queda nuestra propuesta del
… ENTCerrados DIA DEL LIBRO 2020.
Estas son las condiciones especiales del concurso…
- Jurado. Tendré como compañero para la primera selección a Ernesto Ortega (gracias, compañero), y para la segunda ronda reuniremos un jurado de 4 entecianos no seleccionados y el voto popular que será definitivo en los posibles empates.
- Tema completamente libre
- 2 relatos por autor como máximo, aunque solo podrá ser seleccionado uno de cada uno de los participantes para la votación final.
- Máximo… 105 palabras incluidas las obligadas y sin contar las del título.
- Fecha de cierre… hasta el 2 de mayo, incluido.
- Comienzo del relato: EN UN LUGAR
- Final del relato: TODAVÍA ESTABA ALLI
Premios: cualquier libro de un autor ENTC que seamos capaces de encontrar (ver listado) dedicado por el /la autor/a y además, los dos relatos ganadores se incluirán en el recopilatorio de 2020.
El relato debéis publicarlo como “comentario” en esta misma entrada, y una vez hecho no se permitira correcciones ni cambios.
52. FANTASMA
En un lugar al sur, entre casas encaladas, las sábanas de las azoteas ondean como banderas horizontales agitadas por el viento de levante. Atrapando con su blancura la luz generosa y sabiendo que en la claridad del día nos reímos de aquello que por las noches nos hace temblar, el fantasma de las madrugadas finge no ser más que uno de tantos lienzos tendidos a secar al sol. Así espera las horas oscuras. Pero hoy, faltando a su cita con los insomnes, se abandona a la brisa nocturna que lo mece y soñando ser espejo de luna y no espanto, todavía estaba allí.
53. SOBREVIVIR
En un lugar muy oscuro había ocultado su alma. Temía perderla en aquel mundo peligroso al que se había precipitado. La bebida, las drogas y el juego eran lo que empujaban su existencia hacia un pozo sin fondo, que sin duda le llevaría a la ruina. Pero un rincón de su corazón permanecía a salvo, en él estaban sus mejores recuerdos junto a su mujer y sus hijos.Y en ese mismo instante supo que una porción de su alma todavía estaba allí.
54. PEONADAS
En un lugar esquinado del tablero nos cruzamos por última vez. Después, solo supe lo que me contaron, tuvo un golpe de suerte, le salieron tres seises seguidos y empezó a invertir como un endemoniado, casas aquí y allá, calles enteras, complejos de hoteles, un verdadero imperio. Olvidó que solo era un peón. Al parecer, acabó metiendo mano en la caja de la comunidad, empezó a malvender, lo pe todo y lo enviaron directamente a la cárcel. Hoy, al salir de la oca, he mirado de reojo la caja polvorienta y me ha parecido ver entre las rejas que todavía estaba allí.
55. Ópera prima
En un lugar preferente del escaparate, apartando algunas de las suyas, papá colocó mi primera muñeca de madera. Salimos luego fuera y estuvimos mirándola, yo entrecerrando los ojos y él inclinado la cabeza, como pretendiendo así que desentonara menos con el resto. Esa misma tarde, no obstante, me llamó para decirme que ya la había vendido y que le habían encargado más. Con los años acabé convirtiéndome en un juguetero artesano de renombre, aunque siempre tuve en la mente aquella creación. No supe cuánto la había idealizado hasta que a la muerte de mi padre abrí un arcón con sus cosas, y todavía estaba allí.
56. Mi ópera prima
En un lugar preferente del escaparate, apartando algunas de las suyas, papá colocó mi primera muñeca de madera. Salimos luego fuera y estuvimos mirándola, yo entrecerrando los ojos y él inclinando la cabeza, como pretendiendo así que desentonara menos con el resto. Esa misma tarde, no obstante, me llamó para decirme que ya la había vendido y que le habían encargado más. Con los años acabé convirtiéndome en un juguetero artesano de renombre, aunque siempre tuve en la mente aquella creación. No supe cuánto la había idealizado hasta que a la muerte de mi padre abrí un arcón con sus cosas, y todavía estaba allí.
57. LA RESILIENCIA DE UN TAL MIGUEL
En un lugar del cerebro, al escritor le creció una mancha. Y, en un lugar de la mancha, nació un caballero que se divertía hundiendo su lanza sobre cualquier inspiración, por muy grande que fuera. Eso sentía él. Preocupado, fue a consultarlo y, tras descartar causas graves, le pusieron en tratamiento. Debía escribir un diario sobre esas cosas que imaginaba y volver una vez a la semana para hablar sobre ello. Así, el problema facilitó que escribiera su obra maestra. Aunque, desgraciadamente, al acabar la terapia no pudo escribir nunca nada más, porque aquel caballero todavía estaba allí.
58. ADÁN Y EVA
En un lugar donde los hombres cabían en la palma de su mano y contaban crónicas de micromundos, tú y yo disfrutábamos de pecados poco originales y cuentos tontos mientras los hormonautas de miradas miopes nos miraban pasear por precipicios habitados.
Todo es mentira y sin embargo sabes que a Celeste la compré en un rastrillo. Paseábamos con uno de tus paraguas de colores para días grises mientras, con su armadura de valor, un músico cantaba “Black y Black” bajo su propio diluvio personal.
Fue el año de las decepciones. Tú desapareciste, pero al abrir la nevera, la manzana todavía estaba allí.
Qué bueno Mar, no te has dejado a nadie. Bravo!
59. PRUEBAS
En algún lugar secreto escondí la foto. No quería que Charo la viera ni que hiciera preguntas; es tan lista que seguro que ataba cabos. Lo cierto es que debería haberla quemado con el resto de las cosas pero no fui capaz: era la única en la que estábamos todos y me encantaba. El viernes pasado se cumplieron diez años del tiroteo. Me puse nostálgico y me acerqué paseando hasta la cafetería Río, acaricié con mi mano la pared de enfrente y comprobé que el hueco que hizo la única bala que no acertó todavía estaba allí.
60. NUESTRO SECRETO
En un lugar apartado del jardín cubierto de hiedra y escondido tras unas piedras con movimiento, busqué aquello que solo mi hermano y yo sabíamos que existía. Prometimos no tocarlo, hasta que uno de los dos dejara de ser. Hoy que he vuelto con el fin de ordenar documentos, lo he recordado y no he resistido el deseo de saber. Ha pasado mucho tiempo. Hemos vivido en distintos lugares y aquello quedó olvidado o dormido, temiendo enfrentarnos a ello. La realidad me tiene delante de la cajita, el corazón se me sale, la abro y no puedo reprimir el llanto. Todavía estaba allí.
61. Tiempos
En un lugar del Litoral Pacífico el abuelo decía que veía garabatos en la arena.
—Por viejo, se imagina tonterías —comentaban sus hijos.
En febrero del 2020 mi madre nos aseguraba que un ser diminuto que flotaba en el mar se la quería tragar.
—No empieces como el abuelo —le dijimos.
Años después, mi nieto gateando tropezó con una caracola, y el bichito todavía estaba allí.
62. Robinson
En medio del Pacífico detuve la lupa. Mi índice se quedó clavado junto una pequeña isla. Un ser diminuto saludaba vehemente para llamar mi atención. Acercándome más confirmé mi teoría: era un náufrago. Piel curtida, harapos e improvisada balsa en la playa. Su intención era zarpar, indicaba mediante gestos. Pretendía que yo, desde mi privilegiada visión, le alertara de peligros y le aconsejara qué rumbo tomar.
Observé los continentes debatiéndose en ilógicas guerras, la naturaleza destruida, la enfermedad.
Con impulso firme, hice girar el globo terráqueo varias veces, pero volvía a detenerse en medio del Pacífico. Afónico de gritar, mi atribulado amigo todavía estaba allí.
Perdón, me equivoqué en el inicio y lo vuelvo a enviar como 63 corregido. Como se podían enviar dos, supongo que no hay problema. Gracias!
63. Robinson
En un lugar del Pacífico detuve la lupa. Mi índice quedó clavado junto una pequeña isla. Un ser diminuto saludaba vehemente para llamar mi atención. Acercándome más confirmé mi teoría: era un náufrago. Piel curtida, harapos e improvisada balsa en la playa. Su intención era zarpar, indicaba mediante gestos. Pretendía que yo, desde mi privilegiada visión, le alertara de peligros y le aconsejara qué rumbo tomar.
Observé los continentes debatiéndose en ilógicas guerras, la naturaleza destruida, la enfermedad.
Con impulso firme, hice girar el globo terráqueo varias veces, pero volvía a detenerse en medio del Pacífico. Afónico de gritar, mi atribulado amigo todavía estaba allí.
64. Revelación
En un lugar remoto, donde los grillos son blancos, las auroras sombrías, las golondrinas serpentean por los barros del invierno y la mies dibuja figuras en el cielo empujada por el viento, las mujeres cabalgan a lomos de los hombres. De los árboles cuelgan los lagartos, hasta que el abrazo traicionero del sol les enrojece y caen al suelo, como el maná maduro que alimenta a la caterva. Un humo de fusas y corcheas arranca el silencio de las casas. Cuando el río acaricia con su lengua de grises las campanas, un tañer de almas a caballo desvela que la luz, todavía estaba allí.
65. Hasta el final
En un lugar recóndito de la casa se escondió. Mi hermano pequeño era muy competitivo. Se cogía un berrinche tremendo si perdía a cualquier juego sin embargo al escondite siempre ganaba él. Se metía en cualquier escondrijo y hasta que no lo pillábamos no salía. A veces pasaban horas por eso nos lo tenían prohibido. Pero ese día perdió al parchís y para que no se enojara aceptamos jugar al escondite. No lo encontrábamos y a mis padres les contamos que habia salido y que no había vuelto. Pasaron los días y no aparecía. Por la peste infernal en casa descubrieron que todavía estaba alli.
66. CASI INSEPARABLES
En un lugar preferente de sus recuerdos siempre me tuvo a mí. Cuando era un niño compartimos alegrías, penas, juegos y secretos. Y aunque muchas veces quisieron separarnos, ni médicos ni psiquiatras lo consiguieron. Nuestra unión se deterioró al empezar el instituto. Allí conoció a aquella muchacha que le cambió la personalidad y logró alejarnos. Ahora, años después, cuando la apatía, la depresión y las voces están de nuevo en su vida, he vuelto. Hace unos días él celebraba mi regreso. Ayer, cuando supo lo que le hice a su mujer, saltó al vacío desde el noveno piso. Yo, su amigo imaginario, todavía estaba allí.
67. EMPUJADO
En un lugar del océano a pocos kilómetros de Santa Zenobia, cerquita de Mar del Plata, la mamá Casilda pudo al fin, a sus 85 años, comprobar con el artilugio de visión subacuática puesto a su disposición por la segunda comandancia de la Fuerza Naval de la República Argentina, algo que siempre supo. Su hijo Heraldín, entonces de 22 años, que resbaló lastimosamente tras una palmadita en el hombro del amable brigadier don Sebastián Hipólito Ruiz, cayendo al mar desde un aparato bimotor modelo FTARG-15 en mayo de 1977, podía parecer más viejo y muy delgado, sí, pero todavía estaba allí.
68. GENÉTICA ALPINA
En un lugar de los Alpes, Heidi celebró su cien cumpleaños, Pedro y el abuelo hicieron una tarta de queso con la leche de “Copito de nieve” que todavía estaba allí.
69. CASTIDAD
En un lugar de la galaxia, durante un arrebato de pasión le arrancó el tanga, pero el piercing de kryptonita todavía estaba allí.
70. RESACA A LA HORA SEÑALADA
En un lugar de su encierro estaba desmadejada, embebida en ginebra, con el vientre hinchado de lectura y la mirada vacía de historias. Las teclas anunciaban un mutismo inesperado, una lápida de palabra, una ejecución en toda regla de su imaginación.
Respiró, se desvistió del virus, se cubrió con una capa de lejía y la ebriedad hizo el resto.
Anotó en su libreta de tareas: azufre para las hormigas, hinojo para la lluvia, acero en las ventanas, comprar ginebra.
Tras ingerir cuatro primaveras se durmió en una página en blanco.
Son las veinte horas y el aplauso, a pesar de su anonimato, todavía está allí.
71. FLOR
En un lugar tan secreto como su caja de lápices escondió una flor y aquella mañana, cuando los aviones oscurecieron el cielo y todos buscaron refugio en el sótano del colegio, la apretó contra su pecho mientras los congregados, atentos al director del coro, trataban de ahuyentar el miedo entonando canciones que no lograron acallar el impacto letal de las bombas.
Años después, la niña que siempre le esperaba en el mismo banco, conservaba la flor que, protegida por aquel estuche, alguien rescató de los escombros. Reliquia entre las páginas de un libro, triunfante sobre la guerra y sobre tiempo, todavía estaba allí.
72. QUERENCIAS
En un lugar cualquiera de la casa se amontonan, caducados e inservibles, todos los besos que no nos dimos cada vez que nos encontrábamos por el pasillo. Cuando por fin nos quitamos las mascarillas y el miedo; cuando guardamos la angustia y los guantes en el fondo de un cajón, descubrimos que, tras el paréntesis, la costumbre de besarnos cada vez que nos cruzábamos todavía estaba allí.
73. EN BLANCO Y NEGRO
En un lugar sombrío, vi una paloma sin alas y a una mamá llorando sobre un niño sin vida. Ni la bombilla desnuda, ni la vela de la dama conseguían iluminar la estancia. De la espada de un guerrero muerto nació una flor. Mientras una mujer se arrastraba, se desplomó un caballo y, desde una casa en llamas, la dueña imploró al cielo. El toro negro de cabeza clara miraba impasible y aunque cesaron las bombas, el ruido no.
Cuando salí del museo, llevaba el horror grabado en el interior de los párpados y por mucho que me frotara los ojos, Guernica todavía estaba allí.
74. De sueños y libros
En un lugar, de la antigua ciudad de Zarojá, a orillas del mar Caspio, un hombre regentaba una librería de ejemplares raros y curiosos.
Una mujer ceñida en velos, todos los meses le preguntaba por el libro.
El hombre contestaba que no lo tenía, a cambio le regalaba un saquito con sal.
Muchísimos años después, encima de una viga, envuelto en sueños, el libro jázaro de tinta venenosa todavía estaba allí.
75. HIJO
En un lugar del monte la escondí.
Y bajé al pueblo.
Y llamé a su puerta.
Y les dije que esa tarde no cogieran el tren.
Y me hicieron caso.
Y su bebé no quedó huérfano.
Y, afortunadamente, los vi envejecer.
Porque, sin combustible y escondida entre jaras y encinas, mi máquina del tiempo todavía estaba allí.
76. DESAMOR
En un lugar de su misma calle vivía aquel adolescente moreno, de baja estatura y ojos negros, que le robó el corazón.
Y una tarde, en el parque, le declaró su amor.
Pero sólo recibió a cambio burlas y desprecio.
Años después, tras ordenar que sus tropas invadieran Polonia, asumió que el veneno del resentimiento todavía estaba allí.
77. ANTOJOS
En un lugar de su cuerpo anidaban un mirlo y un pecado. El mirlo nació con ella, tatuado en el centro de su pecho. El pecado germinó después, cuando la mancha caprichosa extendió las alas en perfecta simetría, creciendo al ritmo de su piel. A los quinces años ya estaban majestuosamente desplegadas sobre sus pechos adolescentes y pronto tuvo la astucia del águila real que ahora la cubría el torso. Un zarpazo certero y limpio cercenó la mano que ya reptaba bajo su blusa, queriendo acariciar el plumaje. No podía permitir que el juego paterno terminara destruyendo el espíritu del mirlo, que todavía estaba allí.
78. CONDENA
En un lugar en el patio apareció el amor, llevaba tiempo escondido y por eso nadie antes se había percatado de su existencia. Aparentaba timidez, semblante escurridizo, tenía miedo de salir de la sombra en la que el odio lo había confinado. Cuando miró hacía la luz en busca de libertad, cegado por su resplandor, no se dio cuenta de que él todavía estaba allí.
79. SINO
En un lugar cualquiera en el tiempo su destino todavía estaba allí.
80. HASTA LUEGO
En un lugar discreto entre los cipreses nos despedimos. No supe decir si era un «adiós» o un «hasta luego», pero me prometió que volveríamos a vernos. ¿Lo puedes creer? Un día no encuentras manera de imaginar la vida sin ella y al siguiente, pum, se acabó, ¡tantos años borrados de un plumazo! Después de todo este tiempo sobraban las palabras, me bastaba saber que cuando girase la cabeza la encontraría a mi lado, ocupada leyendo o tejiendo, envuelta en ese perfume tan suyo. Al volver a casa, inspiré y no pude evitar esbozar una sonrisa. Todavía estaba allí.