UN ENTCERRADOS… DE LIBRO
Creo que 2020 vamos a recordarlo como «aquel año en el que estuvimos ENTCerrados…» Así que vamos a aprovecharlo una vez más para «escapar» hasta las calles de nuestros pueblos y ciudades y celebrar como lo merece nuestro propio…
DÍA DEL LIBRO.
En este ENTCerrado hemos tomado como referencias para la propuesta el inicio del Quijote, que, al fin y al cabo, es uno de los protagonistas más señalados de este día, y para cerrarlo nos hemos permitido el lujo de reducir la lente de búsqueda hasta quedarnos con algo mucho más pequeño, y que, ya es un referente para esta casa… El dinosaurio de Augusto Monterrosso.
Y por tanto, así queda nuestra propuesta del
… ENTCerrados DIA DEL LIBRO 2020.
Estas son las condiciones especiales del concurso…
- Jurado. Tendré como compañero para la primera selección a Ernesto Ortega (gracias, compañero), y para la segunda ronda reuniremos un jurado de 4 entecianos no seleccionados y el voto popular que será definitivo en los posibles empates.
- Tema completamente libre
- 2 relatos por autor como máximo, aunque solo podrá ser seleccionado uno de cada uno de los participantes para la votación final.
- Máximo… 105 palabras incluidas las obligadas y sin contar las del título.
- Fecha de cierre… hasta el 2 de mayo, incluido.
- Comienzo del relato: EN UN LUGAR
- Final del relato: TODAVÍA ESTABA ALLI
Premios: cualquier libro de un autor ENTC que seamos capaces de encontrar (ver listado) dedicado por el /la autor/a y además, los dos relatos ganadores se incluirán en el recopilatorio de 2020.
El relato debéis publicarlo como “comentario” en esta misma entrada, y una vez hecho no se permitira correcciones ni cambios.
1. NO ERAN MOLINOS
En un lugar de La Mancha el dinosaurio todavía estaba allí.
2. AL TERCER DÍA
En un lugar del Caribe se tostaba al sol la Magdalena; pero lograron adaptar el guion. Luego anunciaron su marcha cuatro apóstoles y el Cireneo; y la última vez que vieron a Pilatos, llevaba bajo el brazo un catálogo de Formentera. Y es que desde que inauguraron la agencia de viajes, la tradicional pasión teatralizada del Sábado Santo compite con las ofertas de escapadas. El cura, que se ha empleado a fondo para adaptar la obra a las sucesivas deserciones, abandonó toda esperanza cuando Jesucristo reservó un paquete de vacaciones multiaventura a Isla Navidad. A finales de diciembre todavía estaba allí.
3. EL SILENCIO DE LA ESPERANZA
En un lugar en el que la sombra de la muerte se desliza por todas las esquinas, la esperanza, en silencio y envuelta en su verde calma de primavera, todavía estaba allí.
4. LA BÚSQUEDA
En un lugar debía de encontrarse, estaba convencido. Buscó a la mujer de su vida dentro y fuera del país de forma obsesiva, sin resultado.
Un día, su propia casa, que apenas pisaba, se volvió prisión. La soledad le mordía con mayor dolor, solo le daba cinco minutos de respiro diarios.
El confinamiento dejó de ser obligatorio, pero aún no se atrevía a salir, temeroso de llamar a su puerta, de coincidir en la calle, de decepcionarla. Los homenajes al personal sanitario concluyeron, pero a la misma hora, en el edificio de enfrente, desde su ventana y con una sonrisa, ella todavía estaba allí.
5. TARDES DE LIBRERÍA
En un lugar de Comala, mi padre, un tal Pedro Páramo, encontraría a la Maga —de cuyo nombre no quiero acordarme— y crearía un perfume que no solo sería humano, sino sobrehumano, porque lo esencial es invisible a los ojos. Pero cuando despertó en su cama convertido en un monstruoso insecto, Lolita, mi Lolita, luz de mis entrañas, todavía estaba allí.
6. ANIMADO ENTCIERRO
En un lugar de Madrid, en un barrio obrero, siempre a las ocho, estaba aquella mujer, alegre y vivaz, intentando levantar el ánimo cambiante de su vecindario. Lo hacía mientras golpeaba con fuerza inusitada su bombo, y dirigía a cada vecino un comentario cariñoso. Animosa e incansable, les decía:»Venga vecinos, juntos lo conseguiremos, viva Madrid». Con sus gritos y ese bombo que empezaba a combarse, sacaba de su encierro a montones de solitarios desconocidos, que ahora se mostraban risueños en balcones y ventanas. Había conseguido también que ella mirara con alivio, al comprobar que la anciana del primero, todavía estaba allí.
7. LA MADRE
En un lugar de la mesilla mamá guarda sus joyas. Nunca ha sido muy original la vieja ni muy desconfiada. Ya la he cogido del bolsillo más de un billete y no se ha dado cuenta. Me sigue preparando los tuppers y cuando me despido, me observa con esos ojos tristes. Cada vez me es más difícil aguantar la mirada. La alianza de mi padre y la pulsera de oro bastarán para pagar la deuda con el Robert y comprar alguna papelina. Dentro del cajón encuentro el portarretratos que le hice en la escuela. La foto de cuando éramos felices todavía estaba allí.
8. FANTASÍAS
En un lugar tan caótico como mi mente era difícil encontrar las palabras precisas para declararme a Amanda. Varios intentos fallidos me llevaron a la biblioteca en busca de las novelas románticas que devoré, en pos de la frase perfecta. Junio coloreaba sus mejillas y el final de curso se columpiaba en el horizonte, y yo seguía sin saber qué decir. A la desesperada, escribí un te quiero temblón en el examen final de lenguaje, que para mi desgracia, corrigió doña Pura, la profesora que sustituyó a mi amada. Aún fantaseo sobre qué habría pasado habiéndolo hecho en abril, cuando todavía estaba allí.
9. TODO UN CABALLERO
En un lugar de la ciudad o en otro, donde hubiese comercios de alimentación, se le veía entrar y salir. Desafiaba al monstruo invisible, el que se había llevado, en desigual batalla, a su Charo, cuando los dos, recién jubilados, tantos planes tenían.
Por las noches, con los brazos doloridos, se dedicaba a releer las aventuras de un ingenioso hidalgo. Cada página era un ejemplo; cada jornada superada, su triunfo.
El gigante diminuto fue vencido un día. Todos se relajaron, menos el anciano larguirucho de triste figura. Cargado, como siempre, de bolsas con comida para repartir a mayores y necesitados, todavía estaba allí.
10. RECUERDOS ASINTOMÁTICOS
En un lugar de mi memoria te guardo. Lo descubrí el otro día: cuando ya pensé que te había olvidado me pareció verte por la calle y me estremecí entera. No eras tú pero gracias a ese sobresalto me di cuenta de que tu recuerdo espinado, hiriente, todavía estaba allí.
11. La jaula del demonio
En un lugar de su memoria guardaba una caja negra. Muy negra. Enterrada para poder sobrevivir. Llena de lagunas y tiempos perdidos, de huecos del rompecabezas. Eso decía el médico que fisgoneaba en sus pensamientos y cavaba en el jardín de sus recuerdos. Él, atormentado, llevaba ajos y cruces en el bolsillo. Entonces conoció a Berta. Y fueron juntos al cine. Y la invitó a cenar. Y un día le pidió que le acompañara al apartamento de la playa. Y sucedió. Y cerró los ojos como las otras veces. Pero esta vez la caja no funcionó. Porque, al abrirlos, el cuerpo ensangrentado todavía estaba allí.
12. NEGOCIACIONES
En un lugar en el que la vida apenas vale nada, alguien se hará rico mercadeando con tu cuerpo para que otros lo disfruten. Mientras esa negociación desagradable ocurre, tu mente se va lejos, volará más allá de las nubes, intentando recordar cómo regresar a tu casa, con tu familia. Hasta a las reprimendas de una madre, la tuya, preocupada por tu futuro.
Mientras tu mente divaga, tu cuerpo sufre el peso de otro cuerpo, ajeno, fofo y sudoroso.
Como a cámara lenta, tu mente regresa a tu realidad. Y te das cuenta de que, encima de tu cuerpo, ese cuerpo asqueroso todavía estaba allí.
13. Mundo mágico
En un lugar perdido en el desierto existió un Gran Bazar donde era posible encontrar cualquier maravilla. Aladino buscaba con afán una lámpara famosa por el poder de su genio. De pronto, se detuvo en un puesto donde le resultó irresistible el olor a árbol y a cuero. El mercader le ofreció: —libros— solo tienes que sumergirte en ellos y el mundo será tuyo.
Así Aladino disfrutó persiguiendo al Conejo Blanco, luchó contra Garfio, acompañó a Caperucita y se hizo amigo de un hidalgo manchego medio loco. Pero lo mejor era que, cada vez que regresaba, el libro todavía estaba allí.
14. Castillos en aire
En un lugar oscuro aguardan nuestros sueños. Aquel, tal vez trivial, de ver anochecer en una playa alentejana. O el otro, recuerdas, quizá más trascendente, de tener tres hijos antes de los treinta. Hasta el sexo habíamos elegido, y los nombres. A veces veo caminar a Pablito por la avenida complutense, recién licenciado en Medicina, pero se diluye en el aire contaminado de Madrid, antes de llegar al metro de Moncloa. El piso en las afueras y el ciento veinticuatro; la tele en color y un apartamento en Guardamar. Pero me distraje en otras faldas, y aunque quise después rectificar, tu marido todavía estaba allí.
15. Indecencias
En un lugar en blanco y negro pasé toda mi vida, me contó la abuela. Su mirada lagrimosa, siempre la misma, riera o llorase. A esta compañera mía de habitación, me explicó, le da por levantarse las faldas y enseñar lo que nunca antes pudo, igual que yo ahora hablando del abuelo. Un cabrón. A tunda diaria salía yo.
Desde aquella confesión han pasado dos años. La abuela ya murió. Tiré el retrato del abuelo y pinté las paredes de colores vivos. Pero al poco tuve que mudarme a otra casa, lejos, porque en medio de la pared del salón, él, todavía estaba allí.
16. Ocupas
En un lugar remoto de mi mente encontré un sueño. Y soñaba que soldados del país vecino traspasaban las fronteras, «para ayudar a nuestro gobierno», dijeron. Pero, poco a poco y sin darnos cuenta, se multiplicaron y fueron usurpando las plazas, los pueblos, las casas y nuestras vidas. En unos meses el caos imperaba, el fuego de su destrucción era nuestra cotidianidad y apenas nos quedaba aliento para resistir. El redoble de un fusilamiento me despertó, suspiré aliviado, había sido una pesadilla.
Saldría pronto de mi error al aumentar los golpes en el portón; el invasor todavía estaba allí.
17. Ad aeternam
En un lugar así conseguiría recuperarme. Eso pensó mamá. No la culpo por mandarme al campamento. Antes había acudido a varios psicólogos y seguía igual. La cojera, otra secuela, no me ayudó a hacer amigos. Tampoco lo de ser hija única. Yo era el bicho raro entre mis compañeras de la cabaña.
Estaba deseando regresar, aunque les dije a mis padres que había sido estupendo.»¿Y ella? ¿La has vuelto a ver?”. Dije que no. Y no mentí. Era la primera vez que nos separábamos desde el accidente. Pero sabía que me estaba esperando. Y cuando entré en nuestro cuarto, mi hermana todavía estaba allí.
18. Reflexiones de un agnóstico
En un lugar entre la realidad y los sueños, siento crujir mi alma. Veo hambruna y alambradas cercenar ilusiones, y dejo de creer en la humanidad. Veo túnicas púrpuras aisladas entre muros de oro, y maldigo a la iglesia. Veo plagas desgranar al mundo y a guadañas goteando rojo soledad, y reniego de Dios.
Pero ayer, desde mi balcón, vi a un anciano desplomarse y a su perro gemir. Vi a un joven correr en su auxilio, quitarse los guantes para buscar su pulso, desprenderse de la mascarilla para insuflarle vida. Y entre mis entrañas, agazapada y temerosa, la noté: mi fe todavía estaba allí.
19. Apego animal
En un lugar rodeado por la naturaleza era previsible.
Ahora en la frutería despacha una serpente que sólo vende manzanas, a nuestros hijos les da matemáticas un lince y el profesor de gimnasia es un mono llegado desde Gibraltar tras el Brexit, nuestras calles las mantienen impolutas varias familias de jabalíes y el cielo lo patrulla un águila imperial que se lanza en picado si descubre que vaya a cometerse un crimen.
Hasta tenemos vagabundo, un lobo obsesionado con encontrar a Caperucita. Nosotros le aseguramos que no sabemos nada de ella, pero que pregunte en la residencia de ancianos, que su abuelita todavía estaba allí.
20. La sombra del viento
En un lugar, donde el mar rompía con las tinieblas, el Destructor de Bibliotecas sembraba un erial del conocimiento incinerando libros. No muy lejos de allí, una niña lloraba por lo inevitable, bajo la sombra de grises nubes impregnadas por cientos de sílabas. Vocablos que huían del fuego aniquilador de aventuras e historias de amor. Letras que, como volutas del saber, surcaban el cielo formando un nuevo abecedario. Creando palabras que, al caer como lluvia de cenizas, germinasen pensamientos y emociones.
Aquella niña soñaba con poder volver a leer. Cuando brotaron nuevos libros, ella todavía estaba allí.
21. EL NOVIO
En un lugar inesperado aparecen a veces las cosas y lo que es peor aún: en el momento más inoportuno. Ni me acordaba de los calzoncillos que me regalaron en mi despedida de soltero, los de tirantes que se metían por la raja del culo. Y de la stripper mulata.
La noche de bodas se le coló a Laura el móvil por el sofá y al buscarlo aparecieron ahí, hechos un gurruño. Se lo expliqué, ocultando mi rubor, lloriqueó con desconfianza y mientras la tranquilizaba y se quedaba roque sobre mi hombro, tanteé entre los cojines. Al menos el condón usado todavía estaba allí.
22. SIN SALIDA
En un lugar del laberinto acechaba el monstruo. Ella lo sabía y recorría desesperada las calles que siempre terminaban en otra similar. Imposible encontrar la salida. Escuchó las pisadas que se acercaban y ese hedor reconocible que intoxicaba el aire. Quería correr, pero no avanzaba, entonces sintió la presión de una garra en su tobillo. Abrió los ojos agitada. Al otro lado de la cama, su marido parecía dormir. Se levantó en silencio y salió de la habitación. En el pasillo encendió la luz para descubrir la causa del dolor que la atenazaba. La marca de la bestia todavía estaba allí.
23. ESENCIAS
En un lugar de la casa (enganchadas al sofá, entre las arrugas de las sábanas, colgadas del perchero…), mamá las encontraba. Las extendía sobre la tabla de planchar y, sin conectar la plancha (decía que el vapor podía socarrarlas), las aplanaba suavemente, con mimo, como las violetas que guardaba entre las hojas de su diario. Luego, simulando media reverencia, me animaba a practicar. “Son viejas y están muy usadas, mami. ¿Por qué las guardas?”. Ella, sonriendo, besó mi mejilla y confesó: porque son las caricias de tus abuelos. Mira, este es el último abrazo de mi madre, y, señalando la mecedora, dijo: todavía estaba allí.
24. Y EN LO MALO
EN UN LUGAR de mi conciencia me pesa aquella vez que fui a buscar a papá a la estación. Mamá distraía el fracaso de su matrimonio ordenando las cucharillas de moka en la cajonera, para que no se notara que se habían perdido tantas piezas con el paso de los años. Yo estaba prevenido, con los zapatos puestos. Me adelanté mientras él preparaba su maleta y me senté en el andén opuesto, con los dedos cruzados para que cuando arrancara el tren, él no se hubiera subido. No quise compadecerme del hastío en su mirada, lo único que me importó es que TODAVÍA ESTABA ALLI.
25. Flores oscuras
En un lugar que no le correspondía, cansada de fingir virtudes, languidecía sin remedio. Según su fe debería dar las gracias y no sentir lo que sentía. Debería pensar que lo que le devolvía el espejo, cuando en la intimidad de su celda se despojaba de esos pétalos negros que la eclipsaban, era pecado. Cuando era libre quiso respirar, ser dueña de sí misma. Pero el mundo más allá del muro la abofeteó sin piedad y la encerró para siempre. No pudieron sin embargo frenar la vida aferrada a su vientre. Aunque lo intentaron. Cada día se acariciaba, triste, convencida de que todavía estaba allí.
26. El náufrago
En un lugar infinito como el mar parecía imposible encontrar tierra firme. Agotado, siguió nadando para no perder la conciencia. Sus brazadas levantaban figuras de origami en la espuma blanca. Hasta que hizo pie. Una isla color canela abrazó al náufrago. Se tumbó boca arriba y dio gracias a Dios. ¿A qué Dios? Él sólo creía en sí mismo. Y, como si la cólera divina le castigara por su soberbia, se formó un huracán. Cuando la mano dejó de agitar la cucharilla, el azúcar moreno ya se había disuelto. Pero el náufrago todavía estaba allí.
27. ABANDONO
«En un lugar de la casa tiene que estar» pensaba desesperado. Las cucarachas, sorprendidas, correteaban por las paredes pero ya ni siquiera se molestaba en matarlas. Se abrió camino entre la pila de peluches y carritos de bebé. Pasó por un pequeño hueco bajo el inestable muro de vestidos de niña que daba acceso al pasillo atestado de cuentos infantiles. Estos se derrumbaron sobre él dejando al descubierto el marco con la foto de aquel rostro que hoy había reconocido y ya había olvidado. Se arrastró con dificultad entre la mugre hasta su dormitorio para contárselo a su mujer aunque ignoraba si todavía estaba allí.
28. LOS DOS
En un lugar del Edén, disfrutaban tanto el uno con el otro y el uno para el otro y el uno sobre el otro y el uno bajo el otro y hasta el uno sin el otro, que ese vergel, tan previsible, equilibrado e indoloro, no les parecía un paraíso. Nadie les expulsó, sino que se fugaron mientras el ángel guardián recargaba con gas rutina su espada de fuego. Y si no se fueron antes, fue por el adictivo sabor de los frutos de aquel manzano. Pasó el tiempo, pero el insulso paraíso, lleno de obedientes, todavía estaba allí.
29. El beso nuclear
En un lugar del mar de Barents y tras una explosión que se escuchó desde el estado de Alaska, un submarino atómico se detuvo para siempre. Se desconocen las causas y las circunstancias de la tragedia. Solo ha trascendido que se trabajaba en un proyecto secreto. Pero, según el testimonio de algunos supervivientes, en el mismo instante que se declaraba el fatal incendio y ante la mirada atenta de toda la tripulación, el ingeniero Volkov besaba, con suma vehemencia, el retrato de su bellísima novia.
Las autoridades no han querido pronunciarse aunque, una vez reflotado el submarino, ha podido comprobarse que el retrato todavía estaba allí
30. El jardinero
En un lugar del salón había un inmenso retrato sonriente. Lo vio cuando, animado por ella, entró en la mansión. Estaba empapado y tenía el barro adherido a las pestañas, pero evitó posar la pala y el azadón sobre la alfombra persa. Tras un baño de espuma, heredó los trajes del amo, y también la bata de seda. Luego ocupó su lugar y fue feliz como se adivina en ese cuadro que ahora preside la estancia. Aunque, pasado un tiempo, observó la complicidad que ella mostraba con el nuevo jardinero y perdió la calma. Entonces, recuperó sus herramientas y otra noche de tormenta, demostró que todavía estaba allí.
31. GOLPES QUE NO SE CURAN CON POMADA
En un lugar ruidoso empezó todo. Tenía 13 años. Primero fueron notas e indultos. Aunque siempre fue una persona alegre y sonriente, era una auténtica pesadilla.
Los profesores, la ignoraban aunque sabían que estaba allí. Nadie le prestaba los apuntes.
Tenía maratones en el cuerpo y le tiraban cosas encima.
Dejó de comer hasta provocarse una anemia. Se deprimió hasta el punto de perder la sonrisa, dejó de hablar. Siempre inventaba excusas para no asistir a clase. Se llegó a sentir en completa soledad.
Le costó mucho, pero consiguió no darse por vencida y convencerse de que su tabla de salvación, todavía estaba allí.
32. Lugares de paso
En un lugar tan fuera de lugar, nunca pensó que habría lugar a dudas. Durante un tiempo no le cupo la menor duda, hasta que una duda razonable puso las cosas en su lugar. Precisamente allí donde cayó el meteorito que acabó con los grandes saurios. Pero era un lugar común, que sobrevivió a su lógica aplastante y todavía estaba allí.
33. OCUPACIÓN
En un lugar de su corazón tenía que haber un sitio para mí. Para llegar a él fui podando su indiferencia, eliminé las inútiles extremidades, deseché el tronco y por fin lo tuve latiendo libre frente a mí. Corrí a ocupar mi sitio pero estaba ocupado. Su primer amor todavía estaba allí.
34. DISTANCIAS
En un lugar de mi memoria soy una niña que se columpia hacia el cielo, que se disfraza con sus amigas y besa a sus padres antes de irse a la cama, pero soy una pobre anciana con la cabeza llena de verdades ajadas, seguramente nunca fui esa niña -pienso- mientras mi cuidadora me alarga las pastillas guardando la distancia social. No la atiendo, me entrego a la ilusión de ser esa niña y estar todavía allí.
35. El monstruo no está en el ropero.
En un lugar de la habitación, mientras los golpes ocurrían y los gritos se producían, estaba él, hecho un ovillo. Se agarraba con fuerza los bracitos mientras apoyaba la cabeza en sus rodillas. No lloraba. Estaba tan aterrorizado que no podía hacer el mínimo ruido o movimiento. Se oyó un golpe seco pero no quiso mirar. ‘Sos una cualquiera, sé que me estás engañando’ dijo su padre. Los golpes retumbaban en toda la habitación. Se sentía sin aire.
Después de una eternidad, todo quedó en silencio. Temblando, levantó la cabeza. Su padre se había ido pero su madre, inmóvil, todavía estaba allí.
36. SENTIMENTAL
En un lugar olvidado, en una provincia de esas en las que nunca pasa nada, nuestro coche dijo basta. Realmente, lo que dijo fue (resollando): “aquí os voy a dejar tirados por no llevarme al taller, rácanos”, y murió. Caminando cayó la noche, y rogué a las estrellas que me enviaran su calor… Pero ni leches, caía una rasca esteparia que congelaba el vaho y lo despeñaba hasta quebrarse en el suelo.
Recorrí carreteras y caminos, atravesé bosques, escalé montañas, destrocé los zapatos… Al tiempo me dio pena, y regresé a por él. Cubierto de maleza, el calzonazos de mi esposo todavía estaba allí.
37. POLOS OPUESTOS
En un lugar tan exótico como el pueblo de tus padres pasamos la luna de miel. Mis ganas de conocer mundo tampoco se saciaron en el primer aniversario yendo a ver a los míos. Para el quinto, salir de la provincia me supo a poco. La viajera que llevo dentro esperó ilusionada que cumplieras la promesa de llevarme a conocer el mar en nuestras bodas de plata, y entonces te me moriste. Y tuve que ser yo la que te llevara. Años después volví a la playa, un golpe de aire me cegó, y constaté que el casero de mi marido, todavía estaba allí.
38. OLVIDADOS
En un lugar tan lóbrego como el que habitaban solo olía a moho y a viejo. Nunca ocurría nada. Nadie perturbaba su silencio. Hacía demasiado tiempo que permanecían inmóviles. Aunque se apoyaban entre ellos, les hería su abandono. Había desaparecido esa emoción que sentían al estremecerse sus hojas por el roce de unos dedos. Tampoco se iluminaban sus palabras, sin ese halo que desprendían las miradas llenas de avidez. Pero jamás se resignaron al olvido.
Sus lágrimas de polvo danzaron suspendidas en el aire cuando vieron el haz de luz que atravesaba la cerradura. Supieron que alguien había descubierto que la sabiduría todavía estaba allí.
39. Morador persistente
En un lugar del corazón vivía un dragón que arrojaba fuego cada vez que me enojaba. Al principio no me importaba, pues las noches de frío me arropaba en enfados y éste me calentaba. Pero después tornó en molestia, pues mi corazón anhelaba estar contento y lo entristecía tanta rabia. En el libro de los remedios busqué otro cuerpo donde poder trasladar a mi inquilino. Debía aportar unas lágrimas a la almohada y dejar los sueños viajar a otras latitudes corporales, pero cuando desperté todavía estaba allí.
40. IN FRAGANTI
En un lugar exacto de la biblioteca guardaba el viejo su dinero. A la portera no se le escapaba un chisme del vecindario. Aprovechó los meses de verano, que pasaba con la hija y los nietos, para indagar. Fue hojeando los tomos de las estanterías más accesibles y pronto se aficionó a la lectura. Curiosear vidas ajenas era lo suyo y en los libros se le revelaban los secretos más inconfesables.
Cuando el dueño regresó, todavía estaba allí.
41. MUÑECA
En un lugar de tu cerebro está alojado el recuerdo de la vida que viviremos juntos, lo sé porque fui yo quien lo introdujo allí camuflado entre los millones de cables y programas que te han dado la vida, esa con la que espero que mitigues mi soledad. Sin embargo el tiempo pasa y no alcanzo a ver nada que no sea una muñeca de respuestas predecibles, demasiado parecida a la mujer que acabó por llenar de indiferencia mis días cuando mi amor todavía estaba allí.
42. 1945
En un lugar lejos de casa en el que, según nos decían, viviríamos en paz, nuestros vecinos parecían sacados del mismísimo averno. Mis padres me decían que no tuviese miedo, pero era imposible. Crecí entre caras demacradas privadas forzosamente de ilusión. Un día mamá fue obligada a mudarse, y según el rostro de papá era devorado por la angustia y el trabajo más me costaba creerle. Un día faltó él y lloré. Lloré todas las noches desde entonces hasta que los soldados rusos pasaron bajo las palabras “Arbeit macht frei”. Era tarde. Yo era el único que todavía estaba allí.
43. ANATOMÍA DE UN RELATO
En un lugar dentro de mí debía estar. No estaba seguro de si lo dejé por lo profundo o en la superficie de mi piel, en alguna arruga o cicatriz. Quizás en las tripas retorcidas, o en el corazón, a veces roto otras a toda revolución. Quién sabe si en mis pulmones oxigenados, en el estomago o en algún recoveco de mis entrañas, otros los dejan ahí. Pero no. Al final sólo me quedaba mirar en aquellos 21 gramos sustanciales y etéreos, eché un vistazo entre los varios relatos que a veces flotan en mi alma, y sí, todavía estaba allí.
44. Intermitentemente
EN UN LUGAR de la Mancha, el día del funeral de su padre, Luis, un adolescente, contó a su madre entusiasmado, cuando regresó bien entrada la madrugada, lo bien que había pasado la tarde-noche jugando con sus amigos a la PlayStation.
En ese sitio de la Mancha, la mañana del sepelio de su padre, Arturo, de diez años, lo esperaba en casa de la tata.
En otra localidad de la Mancha, Leonor enterró a su hijo de veintidós años, y esa noche durmió plácidamente sin necesidad de pastillas.
En una población de la Mancha, Laura incineró a su padre y el Coronavirus TODAVÍA ESTABA ALLÍ.
45. Sacrificado
EN UN LUGAR que pocos conocen trabajé en un puesto que no me correspondía, era un artista, no un ingeniero, pero me entregué con pasión a mi labor, sin descuidar seguir enviando currículos. Aunque en cuatro años no sonó el teléfono, después de salir de la fábrica cruzaba la calle e iniciaba los pasos del día anterior, caminaba y regresaba a casa. Allí aprovechaba para crear. Me ponía una bata de pájaros verdes, miraba revistas de moda, ideaba cojines selváticos y hacía recetas de perrunillas de vino, y bartolillos. Prolongué la soltería porque revisaba mi obsesión por matar a mis parejas y TODAVÍA ESTABA ALLÍ.
46. MUSARAÑAS
En un lugar que a Camilo se le antojaba remotísimo, aunque pudiera verlo desde la ventana del aula, una niña de coletas pelirrojas y pecas por toda la nariz saltaba a la comba con sus amigas. Estaban en su rato de recreo. Pero no importaba dónde estuviese Lucía, pues hasta con los ojos cerrados podía imaginar sus párpados de muñeca, su piel tan blanca y fina, sus uñas color chicle. A punto estaba de imaginar, también, el color de sus braguitas debajo del uniforme azul cuando un pescozón del maestro lo despertó para señalarle el pupitre. El examen en blanco todavía estaba allí.
Susana, me gusta tu historia; sencilla y bien contada
47. Intramuros
En un lugar recoleto de sus amplias mangas, pellizcaba con saña sus manos trémulas, autoimpuesta penitencia por sus sentimientos inconfesables. Era el tiempo de oración y el abad Segismundo miró suplicante al enorme Cristo que desde lo alto, le otorgaba el perdón con su muda aquiescencia. Segismundo, fervoroso en sus plegarias y desafinado en el canto, intentaba ahuyentar la tentación, pero su propósito perdió fuelle ante la mirada de aquel novicio que unos bancos más allá sonreía ambiguamente. Ya en la soledad de su celda, el abad se ciñó con rabia el cilicio, consciente de que el maligno todavía estaba allí.
48. BISES
En un lugar angosto entre el lóbulo temporal y el espacio subaracnoideo se me quedó atorada una canción. La tarareaba obsesivamente sin lograr recordar el título. Acudí a varios especialistas. El psicólogo no pudo ayudarme, no le sonaba mi dolencia. El neurólogo no detectó nada en el escáner, ni un acorde. Exigí cirugía cerebral y el cirujano pudo extirparla por completo, incluido el vibrante solo de guitarra.
Tiempo después, mi vida, sin banda sonora, transcurría tediosa. Visité a un verdadero profesional. Rebuscó en las estanterías y me la implantó de nuevo, correctamente, incluidos título y grupo. Afortunadamente, la vieja tienda de discos todavía estaba allí.
49. SECRETO EN POLVO.
En un lugar inaccesible al ojo fácil, tía maruja cicatrizó un secreto. Atravesó los días bordando un ajuar eterno y las noches evocando un amor efímero. A pesar de la amputación del dedo anular en extrañas circunstancias, dominaba los primores del encaje, las vainicas y bolillos. Cada noche, después de santiguarse, guardaba el dedal y dos suspiros en la caja de madera que presidía su mesita. En las intermitencias del sueño, estiraba el brazo, abría el doble fondo del joyero y removía el polvo de falanges mutiladas, para comprobar si el anillo de compromiso todavía estaba allí.
50. REMEDIOS ATÁVICOS.
En un lugar sombrío, oculto a miradas indiscretas, algo palpita. En el pote, maceran siete yemas y dos huesos, piel de anuro, calostro humano y plasma de murciélago. Manos añejas diseccionan, mezclan, cuelan y extienden cataplasmas sobre la piel niña. Un día y mil más…
Corría el año veinte de un siglo cualquiera, cuando los dedos vencidos no consiguieron frenar el vuelo de una larva, al que siguió el silencio y la pandemia. A pesar del caos, la anciana sonreía satisfecha con la oreja apoyada sobre el pecho infantil, porque varias décadas después de la muerte de su hija, el latido todavía estaba allí.
51. ENTRE ANTIGÜEDADES
En un lugar recóndito del desván lo encontré: el álbum de cromos de la liga 78-79. Para localizarlo tuve que mover de sitio el paragüero viejo, después la casita de muñecas de mi prima Laura, luego el amplificador, la pletina y los bafles del equipo de música, y por último la mecedora de rejilla con la mantita de cuadros y el abuelo, el pobre, que todavía estaba allí.