128. Un hombre que nace
Cuando apenas ha conseguido alejarse de la isla de las mujeres, se detiene un momento a recobrar el aliento, separando sus diminutos labios un milímetro para recuperar el resuello. Su boca forma entonces un rictus de asombro que será, desde el punto de vista de los que aguardamos en la orilla apuntándole con imponentes focos, su primer gesto iluminado.
Todavía está casi sumergido en el canal, pero ya viene sorprendiéndose al percibir al final de esa marea pegajosa y amniótica un umbral. El mismo que atravesó hacia dentro cuando naufragó treinta y siete semanas atrás y que ahora se aparece como un hueco ovalado que, a fin de cuentas, no es sino un marco, una mandorla en la que está representada mi borrosa imagen de pantocrátor rodeado de un equipo de arcángeles colegiados con la túnica verde característica.
Ea, pues, exhalado un casi silbido, redoblará su esfuerzo para nacerse del todo, apurar su cáliz de sangres y placentas y llegar hasta su padre para ponerme al día sobre sus misterios.
Suerte Ignacio con este relato del viaje al nacimiento. Un descriptivo momento que por momentos recuerda al viaje de un inmigrante en busca de una nueva vida. me ha gustado y parece que es un tema recurrente.
Abrazos y lo dicho suerte
Original y magnífico relato. No se puede decir mucho más. Me ha encantado la descripción de ese viaje y la manera de relacionar la consigna. Mucha suerte 🙂
Ignacio, has contado ese bonito viaje con habilidad, y elegancia. Suerte y saludos