87. Un liviano sopor
Marcus cierra los ojos. Cae en un sueño ligero al son del traqueteo del tren. Algunos pensamientos, como pequeños vagones, cruzan por su mente. El que va en cabeza zozobra, zarandea su cuerpo con cierta brusquedad, como un hosco desconocido que le avisara de haber dejado atrás la estación de su destino. El siguiente sin embargo apenas bambolea, afirma que el destino es esa mano suya que descansa en el costado de Sophie mientras ella duerme en su regazo. Desde su plácido vaivén contempla los distintos paisajes, una secuencia fugaz de bosques y explanadas, de estaciones que se acercan a lo lejos donde el tren se detiene para luego partir mientras alguien agita su mano en el andén. El último vagón, el que cierra el convoy antes de volver a su desvelo, a los ojos despiertos que miran más allá del parpadeo de los años, parece no querer marcharse. Les observa como un viejo revisor: él sentado junto a la ventana, ella descansando en su regazo, en un liviano sopor, como si habitaran en el negativo de la escena capturada por una antigua cámara fotográfica.