84. Un profeta en trance (Juanjo Montoliu)
Al final de la calle se agrupaba un puñado de personas. Giraban alrededor de un punto, entraban y salían, llevándose las manos a la cabeza. Entonces, uno de ellos, el de más aplomo, salió del corro y llamó por teléfono. Mientras lo hacía, los curiosos llegamos a ese centro, ocupado por el cuerpo inmóvil del tío Paco.
El viejo estaba tumbado de lado, en posición fetal, y su barriga desproporcionada caía sobre la acera, como aceite recién derramado, en una postura de lo más extraña. La suya habitual, la que recordábamos, era sentado, con el cigarrillo en la comisura de los labios, una bici entre las piernas y el ceño fruncido de apretar tuercas. Una pose enérgica, bien diferente a la que exhibía en ese momento.
Del tío Paco hacía demasiado tiempo que no sabíamos nada. Parecía que se lo hubiera tragado la propia tienda de bicicletas, al bajar la persiana por última vez. Por eso verlo allí, tendido sin fuerzas, sin la estela de humo saliendo de su boca, era como ver un profeta en trance, anunciando una catástrofe: el final de una época en que los niños volábamos libres sobre dos ruedas, el epitafio de nuestra infancia.
¡Pobre tío Paco!. Testigo de numerosas aventuras infantiles. Murió en dos ruedas, tal y como había vivido.
Una evocadora estampa de la niñez y un homenaje a las bicicletas, bien narrado, rematado por ese fenomenal «Epitafio de nuestra infancia».
Saludos cordiales.
Muchas gracias, María Jesús. Saludos.
JUANJO, describes con detelles importantes la muerte que tanto nos conmueve y marca en la niñez. Suerte y saludos
Muchas gracias, Calamanda. Hay muertes que nos sirven para recordar cuántas cosas han muerto sin que nos hayamos dado cuenta de ello.
Saludos.
El tío Paco es esa persona que está al alcance para solucionar los problemas más cotidianos. Pero precisamente por eso, porque es como un apéndice de nosotros mismos, no nos damos cuenta de que tiene vida propia hasta que esta se le escapa.
Entonces con él se nos va un poquito de la nuestra.
Un abrazo Juanjo y feliz verano.
Es exactamente así, Virtudes. No somos conscientes de muchas ausencias hasta que estas nos golpean de frente.
Un abrazo.
Que hermoso final: » el epitafio de nuestra infancia». Un broche de oro para la melancólica historia y tan hermosa persona (perdón, personaje).
Gracias, Reve.
Es un homenaje a las personas que nos acompañaron en la infancia, de forma discreta, regentando un taller de bicicletas, un quiosco, una librería.
Hermoso relato sobre la infancia y la muerte.
Suerte y saludos.
Muchas gracias, Miguel.
Saludos.
Si miramos hacía atras casi todos encontraremos personajes de este tipo en la infancia o juventud. Luego desaparecen, pero estuvieron y fueron importantes.
Abrazos
Cierto, Javier. Fueron importantes, aunque entonces no nos diéramos cuenta.
Un abrazo.
Muchas gracias, Ana. Me alegro de que te haya gustado.
Estoy de acuerdo, Miguel.
Y te das cuenta de ello en este tipo de situaciones o al pasar por su vieja tienda y verla cerrada y llena de polvo.
Un abrazo.