83. UN RAMITO DE FLORES POR PRIMAVERA
Son sus flores favoritas; le gustan las rosa palo. Y ÉL lo sabe. En otra época, su aroma, su belleza, su corto tiempo de vida, a ella le habían hecho sentir muy dichosa. Su abuela las había cultivado y siempre adornaron sus primaveras.
Nada que ver con el rosa intenso de sus mejillas.
La tarde callada y fría. El reloj de pared señalaba las 5. También él sintió miedo: esta vez su ira había ido demasiado lejos. Era como un torbellino que no le dejaba parar, que le giraba una y otra vez sin retorno. ¿Por qué se empeñaba en sacar lo peor de ÉL? ÉL la quería ; no podía vivir sin ella. Sintió miedo. Ya había encargado el ramo de flores que tanto le gustaba y todo volvería a la “normalidad”. Como otras veces.
Desde algún lugar lejano, ella siente que esta será su última primavera invernal. Pero piensa en aquella mujer que cuidó su infancia, que veló su adolescencia y que nunca se rindió. Y desde ese laberinto de la inconsciencia encuentra las fuerzas suficientes para escapar de su asfixiante existencia y distinguir una flor abriéndose camino entre las malas hierbas que pueblan su corazón ajado.