35. Una campeona
Correr era mi vida.
Desde enana atravesaba al trote los pasillos y llegaba a clase con los brazos en alto, naturalmente, en lugar de una medalla me caía una bronca, pero bueno…
Esta vocación marcó mi existencia: mis amigos fueron futuros olímpicos, mis profesores antiguos olímpicos y hasta mis familiares se convirtieron en esperanzados olímpicos.
Tiene madera de campeona, decían, y yo corría, corría y seguía corriendo, superando pruebas, tiempos, rivales.
Un mal día, ya a las puertas de los Juegos, sufrí un mareo, me recuperé, pero repitió una y otra vez, hasta que tuve que admitir que tenía que dejar de competir.
Una vida no debe estar sustentada en un solo palo, pero como la mía si lo estaba, se me vino el mundo encima y me hundí.
Pero tenían razón, yo tenía madera de campeona.
Cambié de todo, en primer lugar de objetivos y me convertí en una reina para mis amigos, una princesa para mis compañeros y una medallista nata para mi marido y mis hijos.
Conseguí lo que cualquiera de mis amigos, “los olímpicos” incluidos, soñaba: “Ser feliz”
Aquí debería añadir una moraleja, pero eso se lo dejo a ustedes.
A veces, conseguir salir de las profundidades en las que vaga nuestra mente equivale a ganar la más difícil de las carreras en las que nos propongamos participar. Tu protagonista, además, tiene la suerte de contar con el apoyo y aprecio de amigos y familiares, lo que no ocurre siempre. Un saludo y suerte.
Marga, tu historia tiene una lectura muy positiva, aplicable a cualquier vicisitud de la vida. Suerte y saludos
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Muy buen relato que nos da una lección de vida. Muchas veces algunos entornos no saben el daño que hacen empujando a los niños hacia ese abismo del ‘entrenamiento ciego’. Mucha suerte !!
Tu protagonista pudo cambiar el rumbo que le habían marcado en la vida, Marga, lo cual es todo un éxito. Resulta muy positivo.
Un fuerte abrazo.
María José