81. Una flecha al corazón
—Helado de pétalos de rosa —sugirió el camarero para sellar la velada.
Tanto ella como su paladar coincidieron en que el sabor del amor debía de ser muy parecido al del postre compartido. Antes de abandonar el restaurante, un precipitado oleaje apareció en el mar de su mirada. Los amantes desenfundaron reproches, resucitaron promesas incumplidas y el amor, que andaba saldando cuentas, abofeteó a ese ingrato después de alargar la mano hasta la americana y arrancar el botón mientras el ofendido hizo lo propio con el collar. Mucho antes de que pudiera girar la cabeza, aquella mujer ceñida en fucsia había cruzado la puerta de su vida para siempre. Él quedó mirando cómo las nacaradas perlas que habían saltado por los aires descendían como lluvia de luminosas esferitas chocando y rebotando contra el suelo, perdiéndose entre mil recovecos. Ella imaginó cada bolita estrellada como un golpe al sentimiento burlado, como una confidencia desamparada. Sin dejar de caminar, arrojó a la fuente el botón delator con la maraña de cabello apretada en él. Y su garganta, anudada con la amargura destilada por los pétalos de rosa, nunca estuvo tan cerca de comprender a qué sabía el amor.
Hola, Bea.
¡Ay, los pequeños detalles! Si les prestáramos más atención, todos seríamos más felices y comeríamos perdices y helados de pétalos de rosa y después todo terminaría bien. Pero somos descuidados, lo que viene a ser casi tan deplorable como ser infiel.
Buen relato, Bea, con muchas buenas imágenes. Me encantan esas perlas cayendo en cámara lenta con las que dejas al hombre congelado en el tiempo y fuera de la historia.
¡Mucha suerte! Y un cálido saludo.
Sí, esos pequeños detalles que se van acumulando, al final, son los que deciden, los grandes jueces. Me alegra saber que alguien más que yo ve imágenes en el relato y me anima leer que además te parezcan buenas. Muchas gracias, Jorge. Recibe otro cálido saludo.
Todo parece desencadenarse por una minucia. La convivencia nunca es perfecta, por mucho que le echemos pétalos de rosa. Lo que importa es el fondo. Si realmente es bueno, todo se perdona, ese minuto atravesado se supera, como tantos problemas e inconvenientes, no en vano, alguien dijo que el amor todo lo vence; pero si bajo el iceberg se acumulan resentimientos e incomprensión, tarde o temprano terminarán por salir, a veces con violencia,
No conocemos los detalles que movieron a esta pareja, lo que está claro es que debían de ser grandes y prolongados en el tiempo, que estaban latentes y preparados para hacer estallar todo por los aires. El simbolismo del botón y de las perlas supone la rúbrica de una ruptura que parece definitiva, descrita de una forma muy cuidada e intensa.
Un abrazo y suerte, Bea
Hacer estallar una relación por los aires era una escena que me apetecía describir. El rosa trajo los ingredientes. Gracias por comentar, Ángel. Recibe otro abrazo.
Una relación que parece de amor compartido, pero oculta reproches y promesas incumplidas que estallan cuando la protagonista cree sus sentimientos burlados. El relato tiene ritmo y resaltas los momentos más álgidos con buenas imágenes. El inicio y el final “en rosa” muestran muy bien lo cerca que puede estar el amor del desamor, la ilusión de la decepción.
Enhorabuena, Bea.
Un abrazo y mucha suerte.
Leer comentarios como el tuyo hacen todavía más estimulante el placer de jugar a escribir. Muchas gracias Josep María, otro abrazo para ti.