08. UNA TARDE DE DOMINGO (Ángel Saiz Mora)
Los remordimientos le aguijoneaban. Difícilmente pudo contener la vergüenza cuando llamó a la puerta de la sacristía. Creyó apreciar un gesto de contrariedad en don Prudencio al comunicarle su intención de confesarse. Probablemente interrumpido en medio de alguna ocupación, él le pidió que aguardase en el confesonario. Con la boca pegada al enrejado de celosía la mujer describió la visita del técnico calefactor, cuan atractivo le pareció enfundado en aquel mono de trabajo, la tentación y ella tan sola, con su Antonio siempre de viaje en ese absorbente trabajo suyo.
Una vez expuesto el pecado esperó alguna recriminación, pero el religioso permanecía extrañamente callado, quizá la impresión fue demasiado fuerte, a fin de cuentas la conocía desde niña. Se vio obligada a golpear el panel de madera que les separaba hasta que el sacerdote reaccionó.
Tras una rápida absolución obtuvo tres avemarías como penitencia. Don Prudencio, que parecía algo ajeno, aparte de tener prisa, fue muy explícito al rogarle que rezase en casa. La arrepentida salió aliviada, no menos que el párroco, que con unos auriculares en los oídos conectados a un transistor regresó velozmente a la sacristía. Cómodamente sentado en su butaca, terminó de escuchar el partido.
Se dice que los hombres no saben escuchar a las mujeres…aunque sean curas. Un relato divertido y muy bien contado.
Desde luego este hombre sólo tenía oídos para una cosa, al menos durante 90 minutos divididos en dos tiempos. Quizá al término del partido se habría comportado de otra forma, dependiendo, claro, del resultado de su equipo.
Muchas gracias, Paloma. Un abrazo
El fútbol es así … Jaja divertido, Ángel.
Un juego capaz de eclipsar las mentes de algunos forofos. En fin, ha de haber gente para todo.
Gracias, Lorenzo. Un abrazo
Ains esto me pasa muchas veces en la vida, que me debato en hacer algo que me da mucho apuro y al final lo hago y nadie me hace ni caso. Sí, probablemente también sea culpa del fútbol. Está genial tu relato, Ángel, muy esclarecedor.
Al menos esta mujer, al confesar, sintió cierto alivio a su remordimiento, aunque sólo sea por aquello de que contar los problemas conlleva un desahogo terapéutico. Otra cuestión es que esa absolución sea válida, porque el sacerdote estaba claramente en otra cosa.
Gracias por tu amable comentario, Luz. Un abrazo
Hay prioridades y para ese sacerdote lo importante era el partido. Seguro que ella se habría sentido mucho más reconfortada sabiendo que el sacerdote le absolvía sin conocer su pecado, especialmente uno tan «vergonzoso»
De haber sabido que el sacerdote iba a tratar su caso como un puro trámite no habría pasado tanta vergüenza, es fácil imaginar la angustia de esa mujer y su debate interno antes de decidirse a confesar. El caso es que cada uno cumplió su papel, aunque el del religioso deje un poco que desear.
Gracias y un saludo
Secreto de confesión en estado puro. El cura es hombre y como tal absorbido por el fútbol. Excelente relato con humor.
Un abrazo y suerte.
Nunca una confesión fue tan secreta, ya que el interlocutor ni siquiera llegó a ser consciente de ella. Hay muchos hombres así, a algunos hasta les dan infartos. Por contra, otros somos la excepción y esto del balompié no acaba de engancharnos.
Gracias por comentar. Un abrazo
Suerte tuvo la pecadora. La que le podía haber caído si el equipo del párroco falla un penalty. Muy divertido, Ángel, además de bien contado.
Suerte.
Llevas razón, aunque puestos a imaginar, figúrate también lo contrario, que el equipo del sacerdote marque un penalty y éste abrace eufórico a la feligresa. Como decían en el concurso Un, dos, tres: «Y hasta aquí puedo leer».
Un abrazo, Rafa. Gracias
Bueno Angel ese cura es del atleti seguro jahaja
Personalmente puedo decirte que conozco bastantes atléticos tan apasionados como este hombre, aunque seguro que ocurre lo mismo con otras aficiones.
Gracias Manuel. Abrazos
¿Pero todavía la gente se confiesa?
Pobre mujer, ella pecadora y el cura en otros eventos.
¡Suerte Ángel!
Al tratarse de un sacramento que sigue en vigor, en algún lugar del cristianismo debe haber personas que aún lo practiquen, aunque en este país en el que vivimos habría que retrotraerse a otras épocas, tampoco muy lejanas. Está claro que estos dos personajes compartían tiempo y espacio, aunque vivían realidades diferentes.
Un abrazo y gracias, Carmen
Jajaja hasta los confesionarios llega la influencia del fútbol ¡ay que ver!
Un abrazo, amigo.
La sociedad actual está muy globalizada, pero cuando hace años no era así, o no lo era tanto, el fútbol también se metía en las vidas, de una manera o de otra.
Muy agradecido por tu visita, Yolanda. Un abrazo
En cualquier colectivo con muchos integrantes puede haber de todo. El hombre al final cumplió con su cometido, aunque también es verdad que lo hizo de aquella manera, a regañadientes, con desgana y sin prestar la atención que se le supone. Quizá este consejero espiritual habría ejercido su función de forma diferente si esa mujer hubiera acudido a confesarse cualquier otra tarde distinta a la del domingo, vamos a concederle el privilegio de esa duda. Visto de otra forma más bien sería él quien necesitaría ser perdonado por esa dejación de funciones, sin embargo, en parte le comprendemos, todos somos humanos y tenemos nuestras cosillas.
Un abrazo y muchas gracias por tu comentario, Juan
A quién se le ocurre irse a confesar un domingo por la tarde!!! los curas, al fin y al cabo, son hombres, y como a casi todos los hombres les habrán regalado un balón de pequeños para que de mayores les guste el futbol 🙂
Bueno, que bromas aparte, me parece un relato muy bien desarrollado y escrito. Manteniendo la intriga hasta el final, consigues que el lector no pierda de vista a ninguno de los personajes.
Un abrazo, Ángel. Feliz Año 2016. Nos leemos y nos seguiremos viendo.
La religión tiene un pie en la Tierra y otro en lo espiritual y divino, pero no se puede pretender que sus ministros también lo sean, porque están hechos de lo misma materia humana que los demás, por eso quizá una pequeña debilidad como ésta se podría permitir y hasta resultaría simpática (en otras ya no me meto).
Muchísimas gracias por tu comentario. Encantado de leerte y también de verte cuando haya ocasión. Precisamente hoy ha llegado a mis manos la novela de Begoña, maravillosamente ilustrada por ti.
Muchas gracias. Un abrazo y feliz 2016
Qué escena tan encantadora has pintado, Ángel. La he visto en mi mente como si fuera una película, y eso porque tú la has narrado con gran oficio, picardía y humanidad. Me gusta tu tono amable y sencillo, como sólo los grandes saben hacer. Un abrazo y mucha suerte.
La radio da mucho juego, sólo hay que prestar un poco de oído y dejar que fluya una historia. Deseando estoy leer la tuya. Tu eres la que me pareces grande a mí, al menos tanto como este abrazo que te envío. Muchas gracias, Belén
Muy divertido el relato. Y bien desarrollado, con su suspense y todo, y ese desenlace repentino y desenfadado. Curiosamente mi relato también va de fútbol, o de justo lo contrario. Qué cosas…
Acabo de «visitar» tu estupendo relato, con cuyo fondo estoy totalmente de acuerdo. Me parece que ninguno de los dos somos demasiado futboleros, quizá por eso nos hemos lanzado a escribir sobre este asunto desde una cierta lejanía. Encantado de coincidir contigo. Gracias por pasarte y un abrazo, Antonio
Un relato muy divertido Ángel. Le has dado con una excelente redacción un toque de costumbrismo rural muy potente entre la ambientación, la situación, el tipo de personajes… y ese secreto inconfesable que mueve toda la historia (en especial el silencio del cura) y que nos desvelas al final. Me ha gustado mucho y me has sacado la carcajada. Mucha suerte y gracias 🙂
Estoy de acuerdo en que se trata de un relato realmente costumbrista, aunque sólo sea porque, como se ha apuntado en otro comentario, la confesión parece una práctica de otros tiempos. La radio es el elemento realmente protagonista, presente de principio a fin del texto, aunque invisible e incluso inaudible, salvo para el cura.
Muchas gracias por tu amable comentario, Juan Antonio. Me alegro de que te guste, como a mí todo lo que haces. Un abrazo
Voy a ser original: un relato muy divertido y bien escrito. Más aún: me ha encantado.
Siempre eres original, Edita. El encantado soy porque te guste, de verdad.
Un abrazo y mil gracias
Hasta el clero tiene sus debilidades mundanas y a veces no pocas y otras, incluso inconfesables. Muy bueno y divertido tu relato.
Una brazo amigo Ángel.
Llevas razón en las dos cosas, ellos también están en el mundo y en algunos casos en este colectivo pueden darse aficiones que, al estarles vedadas, son más escandalosas, desde luego.
Muchas gracias, amigo Isidro. Un abrazo
Jeje, Ángel, siempre hay un fontenero… o algo parecido, a mano para solventar las necesidades de una esposa sola y aburrida…
Muy divertido ese final con cura futbolero incluido.
Un abrazo, y !Felices Reyes!
Los pobres operarios a domicilio han de cargar con esa creencia popular a cuestas, cuando seguro que la mayoría son fieles esposos y padres de familia. No deja de ser una leyenda urbana, aunque como tal, según se dice, tendrá su base de verdad.
Un abrazo y que Sus Majestades te traten tan bien como tú mereces.
Cada uno sublima sus carencias como puede, ya sea con un técnico calefactor o con un partido de fútbol. Muy divertido, Angel. Está muy bien empezar el año con buen humor.Un abrazo y mucha suerte.
Tras leer tu amable comentario me doy cuenta de que este relato bien se podría haber titulado «Carencias», sin más explicación, los lectores son inteligentes. En todo caso, la radio puede ser un buen instrumento para llenar, o al menos sobrellevar mejor, algunos vacíos.
Gracias por tu visita y otro abrazo para ti, María José
Ja,ja,ja, Ángel, tal cual… me has regalado una enorme sonrisa. Mucha suerte y besos.
Me alegro mucho de haber añadido algo de luz a ese rostro ya de por si bien iluminado. Como ha dicho María José un poco más arriba, creo que es positivo empezar el año con humor, a ver si lo podemos terminar igual.
Muchas gracias, Eva. Un abrazo
Ummm…Los técnicos calefactores.
Tan sexys todos ellos…
Yo he decidido pasarme a la fogata de leña de toda la vida y es que, cada vez que tenía averías, y llegaba el técnico (ríase usted de los bomberos bilbainos), me echaba a perder.
Vamos, que comprendo a la moza pero, joe, a todos nos apetece escuchar el resultado de un Reus-Combarro.
Entonces, también entiendo al pater…
Ángel, que sí, que tu relato es original, humorístico, con una prosa clara y certera (para metáforas rebuscadas e imposibles ya estamos Barlon and me)…
Que me ha gustado mucho, brother.
Abrazo ultragordo.
Has planteado muy bien los factores por los que estos dos personajes nos pueden resultar humanos y hasta cercanos. Antes de juzgarles hay que ponerse en su piel, además de mirarnos a nosotros mismos, en el fondo todos somos bastante parecidos. Tus comentarios y relatos motivan la imaginación hasta límites insospechados, fíjate que acabo de visualizar una final de la Champions entre el Reus y el Combarro, eso si que es ciencia ficción y no Star Wars.
Muchas gracias, artista. Un abrazos con varias equis y una «L» final.
Jajaja! Pobre mujer… seguro que mejor se echó el rosario completo… no fuera a ser… jajaja! Y Don Prudencio me recordó al religioso cuya única y sagrada labor consistía en orar ante un magnífico Corán, sentado en forma de loto, muy serio y propio, resguardando a Mohhamed V en su mausoleo de Rabat. Sólo se lo puede observar desde arriba y piensa uno: ¡cuánta piedad! Sin embargo, en una segunda mirada, desde un punto casi estratégico, descubrimos que entre el enorme libro y su pedestal, en los pliegues de su túnica, el fulano tenía un celular prendido… no sé si estaría viendo el fútbol, pero rezando no estaba, jajaja! Felicidades, Ángel, por tan buena historia! Un abrazo.
De esto saben mucho los que hacen yoga, el cuerpo ha de permanecer necesariamente en un reducido espacio físico, pero el espíritu y la atención vuelan lejos. Con atención o sin ella, la absolución que ha recibido esta mujer habrá sido igual de válida, esos pecadillos que nos hacen humanos son perfectamente perdonables, y si no, que nos hubieran hecho de otra forma. No conocía la anécdota, tiene su gracia y es perfectamente posible, como lo que sucede en este relato.
Muy agradecido, María. Me alegro de que te haya gustado.
Un abrazo
Es que algunas beatas, con un co…. (perdón por la expresión, en una iglesia)
Buen escrito y buen humor.
Feliz 2016, Angel
No te preocupes, puedes hablar sin miedo en esa iglesia, ya has visto que su encargado tiene la atención en otro sitio. Yo agradezco mucho tu visita y todo lo que dices.
Feliz 2016, María Jesús. Un abrazo
Qué bueno Ángel.
Tu historia me ha despertado una anécdota pasada. Te la cuento:
En la época de estudiante, mis tres compañeros de piso solian cenar con los casquitos del walkman puestos. Escuchaban el fútbol; como siempre. Yo, inutilmente, intentaba mantener una conversación con ellos, pero siempre desembocaba en improperios e insultos hacia ellos (de buena fe, jeje) para comprobar si me oían. No se enteraban de nada; el fútbol tiene esas cosas.
Me encanta tu relato Ángel. Qué bien lo escribes.
Supongo que todos tenemos alguna droga que nos atrae y absorbe, algunos le llaman afición o hobbie; el fútbol, desde luego, es una de ellas y muy poderosa para los que se la inoculan. Tu anécdota revela una vez más que todos compartimos mundo, pero cada uno vivimos en el nuestro, quizá cada vez más aislados.
No sabes cuánto me alegra que te guste el relato, Sergi, ya sabes que disfruto mucho con los tuyos y te considero lo que eres, una autoridad en la materia, aparte de un tío majete.
Un abrazo
Divertido relato, y además, como siempre, nos dejas trazos para la reflexión; la devoción y la certeza de que la confesión expía los pecados es unidireccional en este relato. El sacerdote nos muestra las pasiones terrenales y nos recuerda que son personas como los demás, con virtudes y defectos. Ángel, te reitero aquí mi felicitación por tu victoria en «Cincuenta Palabras». Bravo, campeón. Abrazos.
Al menos la mujer parece haberse ido convencida del perdón obtenido por esa falta que le atormentaba. Lo que no sabemos es si ese alivio será permanente o desaparecerá, ante su posible reincidencia en la siguiente revisión de la caldera. El sacerdote ocupa esa posición curiosa, seguramente nada fácil, de intermediario entre la divinidad y lo humano, aunque es lógico que sienta algún tipo de apego hacia el medio material al que pertenece. Lo de «Cincuenta Palabras» ha sido por los pelos, podría haber salido cualquiera. Con independencia del resultado, lo importante allí, como aquí, es el despliegue de buenas letras, entre ellas, por supuesto, las tuyas.
Muchas gracias por tus palabras, Salvador. Un abrazo grande
Me encanta Ángel. Como de una tarde de domingo que suelen ser aburridas y tediosas, sacas partido, y nunca mejor dicho, con tu historia.
Una por contar su pecado y el otro por escuchar la radio se quedan aliviados, ella por ser perdonada y poder marcharse airosa y él por deshacerse, de una manera ligera, de una feligresa venida en mal momento.
Y es que todos tenemos esa parte humana que nos ata a los más variados vicios sean estos en forma de pelota o de técnico calefactor.
Con una sonrisa me dejas y con una lectura de un gran nivel de narración.
Un abrazo enorme Ángel
Dos personas muy juntas, pero a la vez en mundos dispares, durante una tarde que se prometía tediosa y termina por ser intensa, en la que, ciertamente, los dos reciben su dosis de satisfacción. Hay muchos vicios a los que estoy atado y muy a gusto, que también podría llamar aficiones, como el de las buenas lecturas, entre las que tengo la suerte de que no falten tus textos siempre que tengo ocasión.
Mil gracias por tu visita y tus palabras. Otro abrazo grande para ti
Ángel, has contado fenomenal la situacion, extraordinaria, de esa mujer, la impaciencia del sacerdote, el alivio de culpa… para mí todo en el relato es bueno. suerte y saludos
Y yo agradezco mucho tu amable comentario, que me llena de satisfacción y anima a seguir en mi empeño, que espero no se agote nunca, de tratar de mejorar continuamente.
Gracias, de verdad. Saludos
La última vez que me confesé, hace bastantes años, el sacerdote me hizo tales preguntas personales que lo dejé plantado. Ojalá hubiera sido aficionado al fútbol, como en este caso. Un placer leer tus relatos. Un saludo
Con sacerdotes como el del relato, el secreto de confesión se cumpliría siempre, sin necesidad además de preguntas molestas. Te aseguro que el placer es mío, y muy grande, si lo que hago puede refrescar vivencias personales y hacer pensar un poquito. Hablando de placeres, ya sabes que también me gusta leerte.
Saludos María. Muchas gracias
Pues con tan exigua penitencia, impuesta por don Prudencio, la protagonista no albergará dudas durante la próxima visita del calefactor. O la del butanero, o la del cartero, o….
Que me ha encantado.
Ton.
El fútbol y la radio han logrado que un pecado mortal, previsible tarjeta roja, se convierta en falta leve. La magia de las ondas, sin duda.
Muchas gracias, Ton, me alegro de que te haya gustado. Un abrazo
Me ha encantado, Ángel; ella se confesó y se desprendió de sus remordimientos. Por tres avemarías, hasta le merecerá la pena que el técnico tenga que repetir la visita. Si decido confesarme alguna vez, procuraré hacerlo con un cura como don Prudencio, tan entregado él… a su afición.
Beso y suerte, o viceversa 😉
Estoy de acuerdo contigo, Cristina. Visto lo visto, es probable que se repitan esas visitas técnicas, ya que salen baratas. Definitivamente, nos cae bien Don Prudencio. Lo que desconocemos es si será igual de comprensivo si la confesión coincide con un día en el que no haya partido.
Mil gracias por tu amable comentario. Un abrazo
Me esperaba un drama para cerrar, después de lo apurada que se veía la buena mujer con sus ‘pecados’. Pero has sabido terminarlo dándole la vuelta y sacando una sonrisa.
Los curas también tienen sus aficiones, como todos los hombres. Fútbol es fútbol, ¿no? 🙂
Mucha suerte Ángel.
He querido empezar el año con humor, a ver si soy capaz de terminarlo también así. El fútbol es una afición predominantemente masculina, no es raro que este sacerdote esté pendiente de la liga un domingo por la tarde, aunque hay que decir que algunos varones se salen de ese tópico o norma general, sin ir más lejos yo mismo.
Muchas gracias por tu comentario, Esperanza
Un abrazo
¡Ah, cuántas almas extraviadas detrás de las dichosas pelotitas y qué bien verte ensayar con el humor, Ángel!
Abrazos.
Las aficiones están bien, cumplen una función, pero como todo, llevadas al extremo traen más perjuicios que beneficios, a algunos hasta les dan infartos por la dichosa pelota. No descarto volver a repetir el humor, cuando más mayor me hago más me río de todo, fuera trascendencias.
Gracias por pasarte, Carles. Abrazos
Ángel, una historia muy bien contada, que podría darse en cualquier parroquia. Un toque de humor que hace saborear la escena.
Las tardes de domingo eran sagradas para muchos, ahora desvirtuadas en cierta forma con tantos horarios y días de liga.
Un abrazo y suerte
Hasta había una canción de José Luis Perales en la que la protagonista abandonaba el hogar porque ya estaba «harta» de «domingos de fútbol» y «vida en casa». Antes todo era más simple, y la oferta escasa. Ahora todo se ha diversificado mucho más, hay infinitas posibilidades, no todo el mundo es público de las mismas cosas. Una escena de otra época, que aun reciente nos parece lejana.
Gracias, Blanca. Un abrazo
Me pregunto qué penitencia le habría puesto don Prudencio a la feligresa, si esta hubiera ido a confesarse con el partido finalizado y el equipo del cura hubiese perdido… Seguro que las tres avemarías no hubieran sido suficientes. Muy divertido, ingenioso y bien contado, Ángel, tal como acostumbras. Felicidades, suerte y un abrazo.
Efectivamente, el estado anímico de este sacerdote y la forma de administrar su trabajo dependen mucho de que un objeto esférico llegue o no al fondo de una portería. Así las cosas, hubiera sido capaz de solicitar la excomunión de su clienta en caso de derrota de su equipo; a saber también qué habría ocurrido en caso de victoria.
Muchas gracias por tu lectura y tus palabras, Juana Mª. Un abrazo
Muy divertido, Ángel. Este cura tenía muy claras sus prioridades, y la pobre mujer se benefició sin saberlo de ellas porque dudo mucho que la penitencia hubiera sido la misma en caso de no tener el esférico en mitad de sus pensamientos. Muy bueno.
Besotes
Podemos tener la certeza que de haber tenido lugar la confesión una tarde distinta a la del domingo la penitencia habría sido mucho más dura. También es probable que la levedad del castigo incite a la protagonista a reincidir. Lo que queda demostrado es que es mucho el poder que puede acumular ese objeto esférico de cuero al que patean un puñado de hombres.
Agradezco mucho tu amable comentario, Izaskun. Abrazos
Cierto es, y muy bien argumentado, con el futbol no puede ni la Santa Madre Iglesia, ni Dios mismo. Qué gran giro en la historia para sacar a relucir una gran verdad, no hay pecado suficientemente grande como para perderse la emoción de un partido en la radio.
LuisCar
Algo más que un deporte, en tanto tiene capacidad para absorber a los humanos y hasta parece condicionar lo divino. Con independencia de que se sea más aficionado o menos, todos hemos vivido momentos en los que un hogar, un bar, una ciudad y países enteros se han paralizado delante de este espectáculo.
Muchas gracias por comentar.
Un abrazo
Fíjate tú que yo iba pensando que el cura le iba a decir que ya le ayudaba él con las reparaciones…pero estaba en ese lugar que ha salvado tantos matrimonios…jajajaja
En esto de la literatura muchos finales pueden ser posibles, aunque difícilmente en este caso, bastante tenía el hombre con tratar de estar atento a una retransmisión radiofónica que absorbía todo su interés. Pese a todo, puede que haya cumplido con esa labor de mediación y salvación de matrimonios que mencionas, aunque sin darse mucha cuenta, eso sí.
Un abrazo y gracias por tu simpático comentario
Muy divertido, Ángel. Es que ¿a quién se le ocurre ir a confesarse un domingo por la tarde?
Aunque a la mujer, mal no le salió. Una verdadera ganga.
Me ha gustado mucho. ¡Suerte!
Gracias al fútbol, un pecado que se supone roza la gravedad, ha sido saldado con un castigo leve. En cuanto a la confesión, y aunque está claramente en desuso, ya sabes que hay gente para todo, por lo que seguro que existen personas que aún la practican.
Muchas gracias por tu visita, Patricia. Un abrazo
Vaya, ¡qué buen y original relato!, he disfrutado la lectura desde la frase inicial hasta la oración final.
Un cordial saludo.
Me alegro mucho de que te haya gustado. El deseo de todo el que escribe es ser leído con agrado, yo no pido más.
Gracias, Óscar. Otro cordial saludo para ti
Un buen relato y además divertido. No se puede pedir más.
Abrazos.
Como le he dicho a Oscar, qué más puedo pedir yo que un comentario como el tuyo.
Muchas gracias y un abrazo, María
¡Plas, plas! ¡Estás que te sales! Espero que el humor entre en el próximo libro. Dicho esto, es una pequeña lástima que en la última frase el narrador entre en el párroco, cuando ha estado tan bien pegado a la pecadora (no me hagas caso). Felicidades por tus logros, estás como la radio, en todos los sitios.
Creo que no tengo término medio, me da por el humor o por el drama. Yo sólo hago mis pinitos. Que sepas que entre otras personas, a ti te tengo de maestro. Mil gracias por tu comentario, Javier, desde esas palmadas en onomatopeya hasta el punto final.
Un abrazo
Hola, Ángel.
Estupendo. Te ha quedado un relato en el que das muchísimos datos de la condición humana y de la educación judeocristiana del pecado. Me explico: los tiempos serán cada vez más modernos, pero los hombres siempre estarán babeando por el fútbol, ains, qué cruz. Y luego esa mujer que necesita confesarse para sentirse limpia de pecado.
Ostras, me encanta.
Felicidades, ¡un relatazo!
Parece ser mala época para las creencias tradicionales, todo evoluciona y cambia, también los gustos, como en el caso de los toros, una afición más minoritaria que antes y hasta polémica, pero algunas cosas permanecen inalterables al tiempo, el fútbol y las pasiones que levanta parecen eternas.
No sabes cuánto me alegro de que te guste, como a mí todo lo que escribes.
Un abrazo, Towanda
Muy buen relato, Ángel, simpático en su contenido y extraordinariamente bien contado y construido.
Un abrazo, amigo.
Enrique, qué alegría me da siempre encontrarme con tus letras, no sé si tanto como cuando empleas parte de tu tiempo en leer las mías.
Muchas gracias y un abrazo, amigo
En los pueblos, y en los barrios, ya se sabe, todo el mundo se conoce y, a lo mejor, sólo a lo mejor, esta «pobre pecadora» conocía la afición del párroco por el fútbol. Yo conocía la de mi padre y confieso que en alguna ocasión me aproveché.
De cualquier modo, tu historia merece todas las bendiciones.
Un placer leerte, como siempre, Ángel.
Un abrazo
Acabas de apuntar un detalle que no hay que descartar en absoluto. Por un lado, parece que esa mujer es extremadamente piadosa y no llega a saber lo que hace el párroco, pero puede que, como conocedora de antemano de sus gustos y pasiones, quizá inconscientemente, haya acudido en el momento justo para ser absuelta sin que su confesor llegue a enterarse de su pecado, así no pasa vergüenza.
Agradezco mucho tu bendición y tus palabras, Margarita, y te mando otro abrazo
Muy divertido, Ángel, y basado «en hechos reales». ¡La de veces que desatendemos algo por prestar atención a la hinóptica radio! Me vienen a la mente los hombres mayores (en su mayoría) que van con su pequeño transistor, sin auriculares, «amenizando» a la fuerza a los viandantes, con la retransmisión del partido. Por aquí todavía quedan…
¡Enhorabuena!
La hipnótica radio y más aún, el absorbente y todopoderoso fútbol. Qué tendrá ese juego que tantas pasiones levanta, que hasta sirve para enmascarar los verdaderos problemas. Los hombres pegados a sus transistores un domingo por la tarde es una imagen que muchos recordamos, parte de nuestra vida y cultura, de lo que somos.
Muchas gracias por tu comentario y un saludo, María José
Y yo confesándome los lunes por la mañana… ¡seré pava!
Un abrazo, Ángel