15. Verbena amarilla (Manoli VF)
―Ay, filliña― habla Aurora― nunca se sabe cuando el cuerpiño despierta a estas cosas. Fíjate, ahora que me hablas de tu meniña, me vienen a las mientes los tiempos de mi Andresiño, cuando siendo un raparigo de doce años le dejé salir con su padre a la verbena del pueblo. Parece que lo estoy viendo, pobriño, que aún no acabara de salir, y ya estaba de vuelta escondiéndose bajo mis sayas. La cariña toda amarilla, que parecía que hubiese visto no sé qué cosa, temblando y con la voz atorada, como si tuviese un cacho de pan en medio de la garganta. Yo venga a preguntarle y él haciéndome señas de que esperase, que me esperase a que primero se le fuese el ahogamiento y después el llanto. ¡Ay, filliña, que aquello parecía el desbordamiento del Ebro! hasta que se limpió los mocos en mis sayas y achicó el agua no me lo dijo:
―Que la he visto.
―¿A quién, meniño?
―A la Carmela, madre, a mi Carmela, que me había prometido un baile y estaba abrazada a Pepe.
Hay una primera vez para todo. El síntoma más claro de dejar de ser niño son los enamoramientos y las inevitables decepciones. Visto desde fuera o con la perspectiva del tiempo, se recuerda casi con cariño, pero para quien lo vive resulta un drama de grandes dimensiones, como si el mundo se detuviera, un vacío nunca experimentado antes, del que parece que no se podrá salir nunca. La madre, personaje y narradora, sabe que será algo pasajero, lo que no quita para que el sufrimiento de un hijo, por muy natural e inevitable que sea, parte innegable y necesaria de la vida en cuanto a aprendizaje, también le afecte a ella.
Un relato entrañable, Manuela, con expresiones de tu tierra que no quitan para que el contenido de esta historia sea universal.
Un abrazo y suerte
Muchas gracias, Ángel. El amarillo, tradicionalmente asociado a las calabazas o a la mala suerte, por estos lares, me llevó a narrar una historia que representa todo ese aprendizaje que tan bien has visto, y también quise hacer un guiño a los emigrantes, que desde fuera de su tierra, vivían con más dolor si cabe, las decepciones de los hijos.
Gracias por tu lectura y profundo análisis.
Un abrazo.
Entrañable y duro momento, no se olvida jamás. Una manera tierna de hablar del primer desengaño. Un beso.
Cómo duele ese primer amor en el que se siente traicionado.
Buen relato, Manoli. Te deseo mucha suerte.
Besos apretados.