81. VERSIÓN OFICIAL
Me divierte observarlo dramatizar el derrape, exagerar la lluvia golpeando el parabrisas, recrear el instante en que el coche resbala hacia la cuneta. Lo hace con una especie de orgullo: le gusta presumir de que estábamos destinados a encontrarnos. “De película”, explica, y gesticula como si todavía estuviese interpretando la escena. Lo repite en cenas familiares y reuniones de trabajo, a amigos y desconocidos que se cruzan en nuestras vidas.
Dice que fue un milagro que saliera prácticamente ileso, que el guardarraíl y la suerte se confabularon para protegerlo. Yo recuerdo otras cosas: el olor del motor caliente, la quietud absurda después del golpe, la forma en que me miró cuando lo ayudé a salir por la ventanilla rota.
Repite que, si no hubiera pasado por allí justo en ese momento, hoy quizá no estaría vivo. Que el destino me colocó en aquel tramo de carretera. Nunca lo contradigo. Creer en señales le reconforta.
¿Para qué decirle que conocía su ruta, que llevaba días siguiéndolo a distancia, que fui yo quien movió aquel contenedor mal aparcado unos centímetros, los justos para obligarlo a frenar?
Al fin y al cabo, yo también creía en el destino.


Bueno, una ayudita nunca viene mal, y a veces hay que darle un empujoncito al destino para que no se despiste o para acelerar las cosas.
Muy bueno, Ernesto. Un abrazo.
El supuesto héroe era en realidad un villano homicida, aunque al final demostró piedad y no remató la faena. Hay una verdad que solo él conoce, y que le ha servido, también, para conocerse a sí mismo.
Buen relato para cerrar la convocatoria
Un abrazo y suerte, Ernesto
Jajaja, a veces hay que ayudar un poco al destino para que se cumpla. Muy original.
Un abrazo y suerte.
¿Te puedes creer que por un momento he pensado en la chica de la curva? Jesús, vas pedrada, mucho mejor tu serendipia, donde va a parar. Buen relato, enhorabuena.