2- VIAJE HACIA EL INTERIOR (Eduardo Martín Zurita)
Su entusiasmo le volvía torpe cuando trataba de elegir entre lo necesario y solamente lo necesario. Se introdujo entre las sábanas, exhausto por los preparativos del viaje y cerró pronto los ojos. No obstante, despertó empapado en sudor. Noche de vueltas en la cama. Pero fue capaz de formularse la pregunta: ¿Otra tierra y no has descubierto dónde se encuentra tu país? Y de contestarla: Poco pintarás en ella. Mapa, pertenencia, nacionalidad radican fuera del tiempo y del espacio. Tu música y tu distrito más colorido habitan el cofre de tu interior. No emigres sin cerciorarte de tu paisaje íntimo. Donde quiera que te halles, lo crucial es lo que ocurre dentro de ti.
Deshizo la maleta. Colocó en su sitio ropas, fotos, cintas, la flauta travesera, un par de libros, el álbum de cromos de la infancia, el cepillo de dientes; rompió el billete de embarque y volvió a la cama. Consiguió relajarse y lo inundaron increíbles fantasías. Su ser era ahora mismo una sustanciosa armonía alada. Emigrado a su continente, olvidó las olas hojaldradas, el puesto de trabajo, la nueva ciudad; jamás un amor con vocación de indeleble y parlanchines ojos gatunos, e hizo trizas pasaporte y documentos.
Cuánta razón tienes. Antes de echar a volar y conocer otros mundos deberíamos comprender el nuestro. De todas formas tu protagonista o es aún joven o parece haberse fumado algo. Esos cromos, esas cintas, esa flauta… Mi flauta, aunque hace bastantes años que no la toco, no me atrevo a tirarla (será por lo que me costó), pero los cromos y las ¡cintas! ya llevan tiempo sepultadas tras el peso de la vida. Dejando las bromas, Martín, me ha gustado. Suerte y un saludo.
Gracias, Jesús; tranquilo, quedan disculpadas tus bromas: fruto de una espontaneidad que siempre celebro. No me acuerdo quien dijo que si somos de algún lugar es de la patria de la infancia. Lo ampliaría a la juventud, donde forjamos los sueños que rara vez se cumplen, al menos en su integridad, esa cadena de proyectos no realizados. A partir de ahí lo que hacemos es rumiar insatisfacciones. Por eso, el protagonista de mi texto se agarra al pasado (que representan los cromos, la cinta, a flauta) a la hora de seleccionar lo imprescindible (para él) que llevarse a esa emigración mudada en otra más difícil, la interior.
Martín, me ha hecho pensar tu relato. En especial, la tortura mental y sentimental que debe de suponer la decisión de abandonar tu entorno y tu país. Si me ocurriese a mí, probablemente no pasaría una única noche de insomnio… Tu personaje recapacita y reflexiona. Algo que debemos hacer todos, ante cualquier decisión importante.
Un abrazo.
Me parece estupendo que digas que el texto hace pensar. Los textos de alguna manera tienen que sacudirnos. Benjamín Prado afirma que todo el que viaja lo hace contra su país (¿cuál, acaso el interior?). También que del emigrante se piensa siempre en lo que se va a encontrar y menos en lo que deja atrás cuando se marcha. La búsqueda del interior, de esa clave secreta que atesoramos todos, constituye a mi entender la auténtica emigración. Y claro que esa tortura mental y sentimental tiene que darse en cualquier emigrante con dos dedos de frente. Gracias por tu comentario, un beso y un abrazote para Jesús, que se me ha pasado enviarle en su rectángulo.
Juan, me encantan tus comentarios tan suntuosos y decorativos a la par que exactos y generosos: los denomino «comentarios Venecia», por los carnavales tan coloridos. Me pasman tu terminología y sagacidad. Esa «paz», esa «autoayuda» que salen por ahí. Es cierto, creo que el texto, en cierto modo, resume un manual de autoayuda. Y lo es más todavía, qué hermoso, lo del «viaje hermenéutico», la indagación en clave interpretativa del interior, de las entrañas de uno. Esa clave secreta que lleva hasta el alma, que escribió Hilario Camacho, el cantautor extinto por desgracia. El lapidario conócete a ti mismo. El mes de noviembre es uno de mis favoritos, quitado el tema de los muertos íntimos, que los hay. También te deseo un buen noviembre y venideros, es decir, luenga vida. Y un castizo, madrileño ¿no? si es el caso, que el mío sí, diciembre entre medias de esa existencia dulce que te supongo. Gracias por tus siempre originales palabras. Para mí quisiera yo tu «majaretez», vaya palabro, tu esplendidez, tu estilo, la fisonomía de tu alma (ya se puede hablar del alma porque han descubierto que existe). Palmeados abrazotes.
Saltar murallas mentales con la mochila afectiva de nuestras vivencias y ver en qué nos hemos convertido. Viajar con la nave de la duda por anhelos olvidados y metas insondables. Emigrar a la realidad de nuestro yo interior y levantar una cabaña para coexistir con nosotros mismos. Original y genial propuesta, Eduardo. Un viaje que todos debemos hacer sin miedo, pero siempre con ilusión, pues en la lucha está la victoria. Abrazos y suerte.
Ana, no solo eres grande como escritora (ya te lo dije), sino como comentarista. Has realizado una vivisección perfecta de mi texto. Casi no puedo pedir más, no puedo añadir más. La condición de emigrante es triste, como es triste la vida, «llena de despedidas, llena de promesas vanas, Ana», como parece decirte a ti sola Ismael Serrano, el cantante. Pero para paliar esa tristeza precisamente estamos los entecianos, esta mutualidad, esta confederación de cerebros y de corazones, esta cooperativa de ayuda recíproca. Muchas gracias por tu comentario. Eres un cielo. Besos.
Caramba, Salvador, aunque lo cierto es que no me sorprende tanto al saber cómo te las gastas: vaya lujo de comentario. Vaya telegrama poético con que , de todos modos, sí me has sorprendido. Y con un lema final que siempre he procurado (e intento) llevar a la práctica. En Derecho aprendí un latinajo, un aforismo, en Derecho se les conoce por brocardos, al estudiar el racionalismo y el voluntarismo en la ley, que reza: «Voluntas imperat intellecti», escribo de memoria. La voluntad está por encima de la inteligencia, traduzco, y á mi parecer es rigurosamente cierto: la lucha, tan de la mano de la fe, que sin una brizna de duda, qué duda cabe que movería montañas. Más que muchas gracias a ti, tú fecunda poesía, y un abrazo muy grande.
Eduardo, coincido con todos los comentarios. Contar, muchas veces, hasta cien ayuda bastante. Tu lo has narrado muy bien. suerte y saludos
Muchas gracias, Calamanda: ese «muy bien», tan lacónico pero a la par tan extenso e intenso me sabe, no sé, pongamos que a pudin. O a Chinchón dulce de la Alcoholera, un afamado anís. Tomo nota de lo de contar hasta cien, le vendrá de perlas a un ser tirando a impulsivo como lo soy. Que actúa demasiadas veces sin pensárselo dos veces siquiera. Besos llenos de cariño para ti.
La mayoría de los cuerpos se pueden trasladar de un lugar a otro con relativa facilidad. Es posible recorrer el planeta muchos veces y hasta desplazarse fuera de él, pero el viaje hacia el propio interior siempre será uno de los trayectos más difíciles y, por ello y por muchos, continuamente aplazado, a veces de forma inconsciente. A muchos les podría parecer que la actitud de tu protagonista al no hacer aquello que había previsto pudiera deberse a una cobardía de última hora, pero nada más lejos; se necesita mucho valor para tomar una decisión como esa. A tu relato le viene al pelo la frase de Eluard: «Hay muchos mundos pero están en éste. Hay otras vidas pero están en ti».
Creo que no soy demasiado apegado a los objetos, pero si supiera tocar y tuviese una flauta traversera la salvaría, como también, sin dudarlo, la colección de cromos.
Un relato diferente y lleno de profundidad.
Un abrazo y suerte, Eduardo
Muchas gracias, Ángel. Comentario muy ponderado el tuyo, como siempre. Muy fino. Sí que debe resultar difícil tomar una decisión como esa: anteponer a otras quizá jugosas perspectivas la de la intimidad más absoluta con uno mismo. Gamoneda, el poeta dice que entra en él. Casi nada. No es por cobardía, no.
Magnífica la cita de Eluard, que creo, contigo, le viene al pelo al texto. No la conocía y tomo buena nota. Hay una que me encanta de Aldous Huxley, creo recordar que es de él: «Este es el infierno de otros mundos», cito de memoria, que no sé si al texto, pero a la condición humana le viene de maravilla. La teoróia de las cuerdas. La del todo. Vaya usted a saber. Hubo una colección de cromos «Vida y color», una maravilla, que dio pie a una película española. Un abrazo muy fuerte para ti, capitel y capital «enteciano».
Todo está dentro de uno mismo y eso que habita en nuestro interior se refleja en el exterior. Me ha gustado mucho tu relato, Eduardo. El viaje al interior de uno mismo es el más importante.
Un saludo
Gracias, Inés. Tienes toda la razón, todo se encuentra en nuestro interior, en el sentido de habitar y en el de posibilidades de hallar. Diría que somos el pozo donde bebernos para para dar qué beber a los demás. Me lo has inspirado. Y me viene a la memoria la frase de Heráclito de Éfeso: «Todo forma parte de todo». A mí me encanta ser parte integrante de este todo maravilloso que representa ENTC. Una auténtica hermandad. Un beso para ti. Mejor besos.
Bien Martín , suerte con tu relato que deja al personaje en la duda, pero me gusta su decisión final, su deshacer la maleta y al carajo con todo. Ahora a esperar una nueva lucha.
Saludos y suerte
Hola Manuel, el de las «Montesinadas». Bueno, un placer tenerte por aquí. No sé por qué me da que eres un «enteciano» de los más antiguos, aunque pudiera equivocarme por tu fisonomía, que quizá lo desmienta. A tu comentario, lo que importa. Mira, Manuel, me encantan los personajes con dudas, como las personas, pues dudo de quien no tenga dudas. El deshacer la maleta es el símbolo más significativo, la propia maleta en sí, de todo el texto. Repara, sin embargo, en que lo que no va a olvidar, porque no puede, el protagonista, es ese amor con vocación de indeleble. Pero todo lo demás, al carajo, como acertada y rotundamente dices tú. Hay una frase lapidaria, legendaria para mí de uno de los famosos existencialistas franceses, Malraux, que me da la impresión que define mejor que otras la condición humana: «El hombre es una pasión inútil», cito de memoria. Hagamos lo que hagamos, me parece que siempre está ahí, enseñando los dientes como un lobo, el fracaso. Emigrar es un asunto de muchísimo cuidado, delicadísimo, y es natural que el personaje vacile, dude ante tal encrucijada. Coincido contigo en lo del final, el tío tiene arrestos y despeja la ecuación, la duda, en el sentido que ya conocemos. Espero tu texto para poder hincarle el diente, pero no temas, no será de lobo. Muchas gracias por tu comentario y un abrazo grande. Un abrazo muy «enteciano».
Hola, Martín.
Creo que su decisión fue acertada. Si no lo había meditado mucho o si tenía tanto que lo ataba a su sitio, para qué embarcarse en algo que puede irle peor que lo que conoce. Yo siempre quiero ser optimista y ese hacer maletas y deshacerlas luego, lo entiendo como un acto de madurez. No debió ser sencillo ni para tu protagonista ni para las personas que actúen de ese modo.
Me gusta sobremanera esta frase «elegir entre lo necesario y solamente lo necesari». Yo tengo ya una edad y hay que veces (la mayoría) que no sé decidirme.
Un abrazo grandísimo y mucha suerte.
Gracias Towanda (aunque a mí me chifla María Sergia, Sergia sobre todo) por tus amables palabras. Venidas de la diosa de Abogados y estrella de entecianos, las saboreo a placer. Si supiéramos elegir en cada momento lo pertinente, otro gallo así nos cantaría, hasta a la hora de escribir. Pero somos poca cosa, una brisa sin aire muchas veces, que dijo Cecilia la cantante, y que quizá esté repitiendo ahora mismo en el Parnaso. Es un acto de implacable madurez la del protagonista. La vida es lo que nos pasa mientras hacemos planes creo que dijo John Lennon. Es tan complicado hacer planes… Venga, venga, no te hagas la mayor que molas mazo. Piensa como yo, como mi menda lerenda: los que envejecen son los otros. Y un rábano. Pero las mujeres tenéis una ventaja, has mentido, que no tenéis edad. Yo te debo llevar casi una década y aquí me tienes, haciéndome el jovencito, deshaciendo las maletas de la edad. Voy a cambiarme los calcetines por unos de colores, mira tú. Un par de besos rejuvenecedores, aunque no te hace falta ser más joven, palabra, mujer imponente.
Increíble encrucijada la de este personaje y muy valiente su decisión: romper aquello por lo que había peleado, arrojar unos sueños que no eran de verdad y escuchar al corazón aún contra la razón.
Si durmió bien es que estuvo acertado en su decisión.
Un saludo.
Hola, Manoli.
Casi no se puede sintetizar mejor el contenido del texto y lo que en él subyace. Pones además una importante adenda. Yo creo que sí, fíjate, que el personaje, el protagonista de esta historia durmió de un tirón. Muchas gracias por tu comentario y un beso.
Deshacer la maleta sin haber realizado el viaje por el que la hicimos, en este caso, está más que justificado, al menos tu personaje lo tiene muy claro. Original y bellamente narrado.
Un abrazo cargadito de mucha suerte.
Parece que el personaje, el protagonista sí, ya veríamos si yo mismo me encontrase en semejante tesitura. Gracias por tu comentario elogioso y por la manera tan original, tú sí que estás cargadita de mucha originalidad, con la que me deseas suerte: «cargadito», un diminutivo e inmediatamente después «mucha»; eres la caña, la bomba. Un beso cargadito de mucho cariño y ternura.
Precioso relato. el conseguir esa «sustanciosa armonía alada», deshacer maletas y vivir con los estrictamente necesario, es tan, tan difícil.
Abrazos, esperando dártelos personalmente en Madrid.
Hola, María.
Sí, tienes razón, es algo propio de una especie de anacoreta. No sé si lo he dicho ya pero Ortega y Gasset sostenía que aquel que sale a menudo de sí mismo es porque no está a gusto en sí mismo, o algo así pues cito de memoria. Yo también espero verte y darte uno o varios, aunque te advierto (el que avisa no es traidor) que soy un poquito extra terrestre, jajaja. hasta entonces, no faltaré. Ah, y muchas gracias por tu sagaz y concentrado comentario. Aquí va un anticipo muá, muá.
Siempre he dicho que lo importante antes que lo urgente.
El mundo interior es grande y tú nos lo muestras de manera acertada y atrayente. Hay destinos que no están preparados para nuestro encuentro. Hay tesoros que son lo más sencillo que tenemos. Hay historias que consiguen deshacer la maleta de ropa y llenarla solo con lectura, la mía está abierta y se ha llenado de tus fantásticas letras.
A veces hay que hacer de tripas corazón y de pasaporte vida.
Un gusto leerte Eduardo.
Un abrazo parlanchín muy gatuno.
Hola, María Belén.
Un descomunal placer verte por aquí. Y muchísimo más leer estas líneas tuyas. De existir un premio al mejor comentario (podíamos pedir a Jams que lo instituyese; oye, por pedir… ) me da la impresión de que te lo llevabas de calle. Me has dejado casi sin aliento. No sé si vas a poder acudir a la fiesta o no, pero te aseguro que estaría entre mis placeres mayores poder charlar contigo, siquiera un ratito, de poesía. O de poetisas y poetas. Gracias, guapísima (y me quedo corto) por tus palabras para enmarcar. Un beso de los que se salen de la liberadora cárcel de la pantalla.
Hola Eduardo
Un canto al terruño…o mejor, un canto al orden y la prioridad…o mejor, un canto a la esencia. Y tambien la fidelidad al origen. En el momento de la verdad, al borde del precipicio uno percibe su profundidad tan extraña, mientras que del terruño pisado emana el olor a miel.
Muy bien plasmado el sentimiento
Un abrazo
Qué bien trenzadas, Francesc, tu hondas y preciosas y precisas palabras desencadenadas encadenándose. Qué comentario tan fabuloso. Esa esencia, esa profundidad. Ese terruño. Ese sentimiento. Qué bonito, coño. Seguro que tú puedes emigrar a tu profundidad, a tus simas más íntimas para encontrarte, pura y simplemente, con la belleza. La belleza, la belleza… pobre Aute. Muchas gracias y un abrazote todavía más sentido.
Tu relato es el viaje de vuelta sin haber iniaciado el de ida. Lo más difícl.
Hola, Edita.
Es un placer tipo ambrosía recibir un comentario, el tuyo, tan sintético como enjundioso y nada errado. De verdad que no se puede decir mejor lo que pudiera encerrar, en lo hondo, un relato. Alucino con vosotros/as, miembros de esta graciosa y agraciada hermandad, la de Esta noche te cuento. Muchas gracias por tus palabras y un beso, si me alcanza, a la altura de esas dos frases.
Una proposición interesante. Está bien eso de que “la felicidad está en nuestro interior”. De todas formas, si me permites, un consejo para tu protagonista: debería haber tomado la decisión antes. ¡Con lo que cuesta preparar maletas! Aunque, bien pensado, esas maletas, las que cuesta tanto preparar, suelen ser las de hacer turismo: este pantalón por si hace frío, esta faldita para la playa… Desgraciadamente, para muchos, suele ser bastante más simple: un petate embarullado…, y a correr.
Suerte, Eduardo
Hola, José Luis.
Para interesante tu comentario. Gracias. A ver si puedo hablar con el «prota» y le pongo al cabo de la calle. Es buena esa dicotomía, esa disticnción que planteas sobre el hecho de hacer las maletas. Y sí, una cosa es hacerlas para hacer turismo (disculpa tantísimo «hacer») y otras para salir prácticamente de naja, con lo puesto. Mi protagonista no se encontraba ni en una situación ni en la otra, emigrante como es con papeles. Y sí también: la felicidad está más que nada en nuestro interior. Soy mucho más de interiores que de exteriores, aunque no reniegue de un bello paisaje o paisanaje. Me viene a la memoria, así, a bote pronto, pensando en lo hondo, parte de una canción del desaparecido Hilario Camacho, que decía algo como «Y encontrar esa clave secreta que lleva hasta el alma, y escuchar esa voz interior y saber quien soy yo». Y como me creo todos los hombres, todos los seres humanos, saber quienes somos. Un abrazote.
Oye, José Luis, he hablado con el «protago» de mi texto, le he preguntado (de tú a tú) y me ha dicho que antes que irse y llevarse nada, prefirió quedarse dentro, muy dentro de sí mismo. Y que más que guardar, en la maleta o fuera de ella, rompió algunas cosas.
Otro abrazote.
«Home is where the heart is», dirían los ingleses. Me encantó tu músico y su flauta traversera (si no es el mismito que escuché hace apenas una semana en la escuela de Música de mi ciudad, me doy, como diría Kiko, jaja).
Un placer leerte, MARTÍN.
Cariños,
Mariángeles
hola, Mariángeles.
El placer sin duda es mío. Se nota que eres toda esa colección de ángeles sobrevolando tu nombre. La frase con la que inicias el comentario es preciosa, supongo que como tú misma. Libremente (no le doy en exceso al inglés, una carencia que me propongo solventar cuando me jubile) la traduzco por: «Mi hogar está donde se encuentre mi corazón». Y la música. El lenguaje de los dioses. Nunca voy a olvidar la mejor, para mí, definición que haya escuchado jamás sobre la música, la formuló el descomunal Oscar Wilde y dice, sobre poco más o menos: «La música me hace sentir nostalgia de un pasado que nunca viví». Tela de la marinera, ¿o no? Cariños de mi parte para ti a la manera de ósculos cosidos a un pentagrama.
Tu relato me produce sentimientos dispersos. Muy bien contado, con frases que me gustan (las olas hojaldradas). Disperso porque una persona que toma la decisión es por un conjunto de elementos que le inducen a ello, si al final vacila y vuelve atrás es que no tenía bien valorado la acción. Está claro que no le están cayendo bombas encima. La pregunta que no resuelve es que pasará en el futuro, ¿se arrepentirá? Buen trabajo, suerte.
Hola, Javier.
Un punto de vista el tuyo, sobre mi texto, que, sin duda, ahí yo sí que no dudo, me mueve a reflexionar: sueles usar argumentos mayores, no hablas por hablar y me seduce tu instinto crítico. Vamos a ver cómo sale el personaje (yo no importo, él sí) del atolladero. Comienza el relato con el protagonista haciendo las maletas invadido por el entusiasmo, lo que induce a pensar que sí tenía elementos de juicio meditados con anterioridad (elipsis). Y resulta que conforme va haciendo el equipaje, llenando la maleta con lo que estima más necesario empiezan sus dudas, que se acrecientan cuando se tumba en la cama y tiene un sueño agitado pero consigue afianzar su decisión final. El desenlace no es conclusivo, deja al lector (lo importantísimo) completar la historia según su criterio y teniendo presente que hay un amor que el personaje no puede olvidar. Que conste que el personaje no se ha defendido porque, al cabo, todo son puntos de vista y yo respeto, si no venero el tuyo. Que digas de mi texto, por conclusión: Buen trabajo, me lleva a dar brincos de contento. Ardo en deseos de estrechar la mano, o dar un abrazote, como yo digo, a una versión corregida para bien, y en el bien aumentada, de un patricio romano, de un tal Cayo Petronio, el del Satiricón, por ejemplo.
Además de ese poeta que juega al escondite con el lector, encuentro al narrador seguro de lo que quiere contar, al ensayista que bucea en la cotidianidad del conocimiento de uno mismo, al novelista que se plantea el todo con un planteamiento nudo y desenlace, al trovador, que juega con la sonoridad y las imágenes.
Ah! y al y al telero. Sí, al telero, que conoce los tejidos que van con cada propósito, las transparencias en los tules y en los miedos de la gente, los rasos con sus brillos cuando se toman decisiones, el damasco con su patrón geométrico y su reversibilidad, como las decisiones de tu protagonista, y la lona, áspera y resistente al paso del tiempo y del sol de los días que, aunque no sean los que había previsto, le esperan.
Suerte Eduardo.
Un abrazo.
Bueno, Paloma. Me dejas atónito, patidifuso casi, pero de cuerpo bien presente, leyendo y releyendo, atentísimo, este comentario que me dice, no lo he dudado nunca, que hay personas simplemente deliciosas. Y que tú las capitaneas. Telero, porque lo fuera mi padre (antes se denominaba así a casi cualquier tipo de vendedor ambulante. No puedo creer, aunque lo deseo con toda intensidad, que en ciento setenta centímetros pueda tener cabida todo eso que de mí adviertes en un texto; mas jugando con las telas, con los géneros telares englobados: no es mal sastre el que reconoce el paño. Creo que, poco a poco, se me van pegando cosas de vosotros los «entecianos», esos seres venidos de un planeta extraño con el propósito de adueñarse de la Tierra literaria, y contigo a la cabeza. Que de cuantas gracias pudiera ser tu deudo quepan en el beso que espero darte dentro de… nada ya como quien dice. Ojalá así sea. Nena, tú sí que vales; tú sí que vales mucho; tu si que vales tu peso (prudente) en platino.
Buena decisión la del protagonista, que aunque lleno de dudas, termina deshaciendo la maleta. Buen relato que nos muestra que hay que comenzar por uno mismo y su interior, antes que buscar fuera la paz soñada.
Saludos
Hola, Blanca.
Muchas gracias por tu comentario. Creo(lo he dicho hace poco en el comentario a Marcel Gris) que somos dudas que se mueven. la duda es lo más humano que hay, es nuestro más genuino territorio, aunque pensemos que vivimos de certezas y a ellas nos agarremos porque no nos queda otra. He pensado siempre que el auténtico viaje es hacia nuestro interior. Me lo decía una compañera: uno es de donde se encuentre su corazón, ese loco que pugna contra nuestro cerebro para ganar la batalla cuyo trofeo es la ilusión. Somos animalillos pequeños que pretenden cobrar grandes piezas. Además, si uno está vacío, sin nada dentro, ¿qué es lo que podrá ofrecer a los otros se encuentre donde se encuentre? Y, eso sí, podemos irnos llenando de buenas sensaciones promotoras de buenos pensamientos que concluyan en acciones buenas, hermosas. Perdona por el sermoncete, pero lo veo así. Un beso muy fuerte en el deseo de que tus pensamientos se tiñan siempre del color de tu nombre.
Tal como lo entiendo, el protagonista decide apartar todas las razones cuidadosamente meditadas para emigrar y dejarse llevar por el corazón, así que solo por eso tiene todas mis simpatías. Lo que suceda durante el camino elegido ya es harina de otro costal, pero al menos siempre sabrá que fue fiel a sí mismo.
Mucha suerte y que tengas felices fiestas. Un beso.
Tomar la decisión de emigrar no es fácil. Lo sé por experiencia. Me pregunto si esta vuelta atrás será definitiva. ¡Mucha suerte!
Hola, Patricia.
Lo digo muchas veces, somos dudas que se mueven: vaya usted a saber lo que hará este hombre, lo que se imagine y quiera el amable lector, como le digo a Ana, que no sé por qué he dejado para postre: las mujeres conseguís, sin proponéroslo, claro, desconcertarme, perder el sentido de la orientación, que me salga de la geografía, sacarme del mapa. Es un honor también verte por aquí y te deseo lo mismo, que seas feliz, bueno más feliz, porque cara de felicidad ya la tienes. Ana, perdóname, aunque seguro que el orden de factores no altera el producto.
El honor de los honores que te hayas dejado caer por aquí para comentar la zozobra de este emigrante por sí mismo abortado, que, en efecto, escucha a su corazón por encima de otras razones y de otras conveniencias. Seguramente construya una vida con ese amor indeleble, eso que se lo imagine el amable lector. El final si está claro, migrará al otro lado de la mano de la muerte, como todos. Somos seres para la muerte afirma el gran filósofo. Venguémonos de ella siendo felices. Lo que te deseo sin solución de continuidad. Otro beso para ti, un beso agradecido.
Hola Eduardo. Muy bello el viaje de tu protagonista hacia sí mismo. Hoy, podríamos decir que se trata de un ser afortunado, al poseer la facultad de decisión sobre si aparta a un lado su vida para comenzar otra diferente. Ahí radica nuestra libertad. Otros, por desgracia, nunca podrán elegir.
Un abrazo bien grande.
Ton
Hola, Ton.
Cómo duelen, me duelen las llamadas libertades formales, las que, escritas en un pomposo papel, no se traducen luego en realidades que se puedan disfrutar concretamente. Por eso, cuando alguien puede manejar por sí un trocito de libertad nos resulta hasta chocante. La ruleta de la vida es terrible.
Me hubiera gustado conocerte y haber charlado contigo, como a Mª Carme Marí; me hubiera gustado haber departido con cada uno de vosotros. Un abrazote y sempiterna felicidad.
Siempre que escribo un comentario, me avergüenzo de lo que apenas alcanzó a poner. Ustedes no solo saben escribir preciosas historias sino que su arte les da hasta para lograr comentarios bellísimos y muy bien estructurados. El comentario que dejaste anteriormente en mi espacio es ejemplo de lo anterior. Cuando era una colegiala tocó preparar un queque (bizcochuelo, torta) para una fiesta para el día de la madre. Cuando yo lleve el mío (casero ya que no tenía recursos ni habilidad para la tarea) sentí que se me asaba la cara de la pena. Los demás queques eran como alterados genéticamente, grandes y llenos de coberturas espectaculares. El mío solo me alcanzó para ponerle un glasee de clara de huevo por encima. Entonces, va. Tu historia la puedo describir como la maleta de un soñador. Cuando tu protagonista desempacó, vemos que está llena con objetos que retratan a una persona cargada de lirismo y transparencia: “fotos, cintas, la flauta travesera, un par de libros, el álbum de cromos de la infancia, el cepillo de dientes”. Quiero hacer una acotación muy personalísima con tu historia. Muchas veces los personajes de nuestras historias tienen un toque autobiográfico. Hasta se puede descubrir en algunas al Doppelgänger (doble fantasmal) literario. De alguna manera percibo esta espiritualidad en este micro. Revise varias historias tuyas, pero en esta, más que en ninguna otra, se nota el hálito de otra vida con que insuflaste tus palabras de una vitalidad más allá del texto. Disculpa mi atrevimiento: ¿pero en laguna ocasión te planteaste lo del viaje? ¿alguna japonesita o asiática con “parlanchines ojos de gato”?
Hay dos frases que me gustaron muchísimo: “torpe cuando trataba de elegir entre lo necesario y solamente lo necesario”. “olvidó las olas hojaldradas”. La historia está cargada de misticismo y filosofía, de esos viajes iniciáticos que te devuelven a Medio Oriente y de las fronteras del Kurdistán y el antiguo Magred. Y así como en la filosofía del camino de la estrella: Si lo que buscas no está dentro de ti nunca lo encontrarás”, tu personaje cambia un viaje físico para descubrir su “paisaje íntimo” (otro bonito concepto).
Te felicito por tu micro tan distinto a otros.
Que vos también tengas mucha felicidad.
Hola Eduardo:
Me gusta mucho tu relato. Habla de cosas muy profundas. Lo primero, que me ha hecho mucha gracia es ese «necesario». En otro tiempo yo, al preparar la maleta, decía: «sólo lo imprescindible» y aún no he conseguido acompañar mis viajes de esa maleta perfecta y, por supuesto, más ligera. (La condición del límite de 200 palabras es muy buena práctica también para entrenar ese «necesario imprescindible)
Y, es cierto, el hombre busca colmar su felicidad cambiando o incorporando el exterior. Tu protagonista se da perfecta cuenta de ello, todo lo que necesita está en él.
Es ese auto-reconocimiento interno el que le permite un buen descanso.
¡Feliz Año 2017!
Besos,
Isabel
Hola, Patricia.
Qué nombre tan lindo, por si no te lo dije. Pues caramba, debes atreverte con el comentario de textos propios (algo siempre aconsejable en tanto supone revisión)y con los ajenos. Lo haces a las mil maravillas. Abandona tu timidez, comentando, aprende uno, y no lo digo en el sentido egoísta, pues cuanto mejor escribamos, más felices haremos leyéndonos a los demás. La historia que escribiste era de las buenas, de las grandes. No seas tan humilde: el exceso de humildad puede llagar a paralizarnos. tenemos que saber caer y levantarnos hasta intentar asir lo intangible, para ofrecérselo a los demás. Mi yo está alrededor (Rimbaud) y parece ser que en tu inteligencia. ¿Tanto se desnuda uno al escribir? Soy paradoja elevada a la paradoja potencia, escribí en unos versos a los 19 0 20 años. Más tarde, escribí otros bajo el título «Viaje el interior de la duda» Soy un soñador, sí; un poeta, un visionario y, espero, deseo, una buena persona. Siempre quise viajar a Oriente, sí; y a Japón, antes que a la fatua Nueva York, como canta Sabina, aunque en ella se encuentre más de la mitad del arte del mundo, por lo menos, las paradojas: el dinero compra arte y cree purificarse así. Me gustan todas las mujeres, aunque sepa conformarme con una sola. Una vez escribí, no en plan pretencioso sino sincero que mi mujer eran las mujeres. Me gustaría conocer Japón, si no ha perdido ese código del honor que presidía sus acciones, esas casas tan peculiares, su suelo, el tatami, si mal no recuerdo, es madera viva, con su influjo por muchos años, ese minimalismo que invita a la concentración y no a la dispersión. esos jardincitos, los haikus, su pintura, sus criptogramas… Me gusta mucho la mujer japonesa, y la sudamericana emparentada con esos rasgos tan especiales. Pero también tengo mi pequeña parte mundana, por eso soy paradójico. Me gusta tu comentario y me gustas tú, tan decidida, por fin, a sacarle el jugo a las cosas que se hicieron para complacer. Sigue por ese camino. Camino de sagacidad porque es cierto que pretendí hacer un micro distinto: me imaginaba muchas pateras, mar por doquier, muchas Alemanias, infinita discriminación, y otras de otro género, humorísticas, muy bien escritas todas ellas, y algunas ligeramente colindantes con el tema que propongo: sí, creo, contigo y con Ángel Saiz Mora, que es un texto distinto. Ni más ni menos que eso. Que la felicidad tenga ojos que te miren para apoderarse de ti. Manos que te palpen deliciosas. Piel que te habite. Y un corazón noble que te lleve siempre en sus latidos. Muchas gracias por tu comentario y un beso feliz.
Hola, Isabel.
Debo conocerte por tu nombre cuando no me dices tu apellido, tus apellidos. Gracias por tu comentario. En cuanto a hacer una maleta como dios manda, te recomiendo, si no la has visto (y por muchísimas otras razones, la película «Mejor imposible», para mí un peliculón, con Jack Nicholson y ELLA, él en el papel de un escritor… ya me contarás).
Menudo aforismo-resúmen que te has marcado: «El hombre busca colmar su felicidad cambiando o inorporando el exterior». Nada más cierto, salvo el amor, que aparece como ingrediente indeleble en el texto. Esto no es nada nuevo, San Juan de la Cruz, al que admiro como escritor, dijo lo que dices que dije yo de otra manera: «Para ser feliz, necesito muy pocas cosas; y hasta esas que necesito, muy poco» (cito de memoria). Es lo que tú sientas en tu perspicaz aforismo: la civilización nos invita a sumar cosas del exterior, cosas materiales a través de los escaparates, de la publicidad, cuando la cosa, la felicidad no está en sumar sino en restar, en buscar nuestro interior, en nuestra alma, en meternos cada vez más en nosotros, en entrar en nosotros, como dice que entra en sí el poeta Gamoneda, en no salir en exceso de nosotros porque no nos encontremos a gusto dentro de nosotros, como sentenciaba Ortega y Gasett. Podíamos inventarnos ahora un aforismo rápido: Uno es lo que se posea a sí mismo. Hombre, está claro que hasta los animales, más puros que el hombre y seguro que menos brutales, comen, se guarecen, se transportan; pero de ahí al caviar iraní de beluga, a las mansiones con el ala norte o el ala sur condenadas al no uso, al supervehículo que logre reunir todas las miradas. Mira, tú te fijas, yo vivo en Madrid y me gusta ir por el centro, te fijas, digo, en las caras de los multimillonarios futbolistas, alineadas sus fotos entre los periódicos y revistas, y no hallarás entre ellos ni una sola faz sonriente, luego feliz.
Lo que tenemos que hacer todos, para ser felices, es el intercambio de interiores. Y de verdades interiores conquistadas. Eso sí que es guapo a mi entender. Ha sido un placer de alto voltaje departir contigo en este rectangulillo, Isabel sin apellidos. Te deseo tanta felicidad que no quepa en tu interior y un feliz 2017 y cientos. Y te do un sentido beso virtual. Besos.
Hola Eduardo. Lo primero, feliz 2017.
Lo segundo,buena estructura de microrrelato con los dos párrafos que presentan y completan el texto. Me gusta esa forma de despojarse de lo que parece necesario en la maleta para coger lo que no se olvida y quiere mantener. conicido en Ximens en la capacidad visual de esas «olas hojaldradas» que son un signo casi utópico.
Pero lo que queda claro es que la solución está en cada una y cada uno, eso queda bien claro desde la primera lectura. Suerte y buena forma de orientar la emigración a dos niveles. Un abrazo.
Hola, Pablo.
Felices todos los que te resten, ni uno solo sin excepción. Y luego, que realizas, creo, un comentario muy sagaz. Muchas gracias. Qué es lo necesario, qué lo prescindible. Estamos sembrados de mecanismos paralizantes, el famoso y temible «miedo a la libertad». Somos seres contingentes: pudimos no ser o ser de otra manera. Somos peces curiosos, me parece. ¿Dónde está el secreto para nuestra felicidad, la llave? ¿En el fondo del mar, mate-rile-rile-rile… Pero es cierto, supongo, que lo que haga cada cual con su vida, pese a la cordillera de trabas, es cosa de su voluntad. la voluntad impera sobre la inteligencia. Creo que solo tenemos una certeza: hagamos lo que hiciéramos, nos habremos equivocado. Basta de filosofías, al vinito del guapo, que un día es un día, que una noche puede ser la vida entera; a la cerveza Estrella Galicia, a las ricas viandas, al Chinchón, en mi caso, dulce de la Alcoholera, al helado y el café solo para rebajar. A engañarnos y poner el cronómetro a cero en esta rara pista que es la vida. Y a escribir, para pasar el rato tratando uno de contar a otros las verdades de los demás. Un abrazote, Pablo.