18. Viajeros en tránsito (Carmen Alonso)
“Tengo derecho a ser feliz”, se repite a sí mismo.
Han viajado juntos pero, a partir de aquí, seguirán caminos distintos. Hace un rato que él le contó sus planes. La tuvo que sujetar cuando ella gritó, le insultó y golpeó con los puños hasta que, ya sin fuerzas, se durmió en sus brazos.
Ella, compañera de una etapa pasada, es fuerte, siempre lo ha sido, saldrá adelante. La madre de sus cuatro hijos, la joven abuela de su nieta bonita, saldrá adelante.
“Tengo derecho a ser feliz”, repite como un mantra intentando dormir. Tiene cincuenta y ocho años y está increíblemente enamorado. Su mente rebosa de imágenes de vida futura, de juventud, de risas, de la energía vital que contagia su nuevo amor.
¿Tengo derecho a ser feliz?, se pregunta mientras su pensamiento va quedándose vacío.
El teléfono vibra en su bolsillo.
Con cuidado para no despertarla mira el mensaje.
“¿Se lo has dicho, amor?”
Ella, dormida, gira su cabeza hacia el otro lado. Él echa la suya hacia atrás para tragarse sus lágrimas y, temblando, responde al mensaje:
“Perdóname, amor. No puedo hacerlo”
Y en el tren, ya casi al fin del trayecto, consigue dormir.
Ya nunca podrá ser feliz del todo porque ha dudado en el momento más importante y no sabe o tal vez sí, que es la compasión, la nostalgia, la comodidad, la inercia y no el amor, los que han determinado que se quede. El viaje ya está arruinado en el amplio sentido de la expresión.
No será la primera vez que suceda, ni la última.
Enhorabuena y suerte.