107. Vida en el campo
Ella era la menor de los hermanos y su salud era débil, por eso le tocaba llevarles la comida que madre preparaba en la casa, mientras el resto de hermanas y hermanos ayudaban a padre a cosechar, a aventar la paja y a pasar el trillo. Antes de llegar al lugar de la Fuente del Moro donde segaban esa jornada, el cielo se fue encapotando. Un gris compacto ocultó completamente la luz del cielo. Gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer y, en dos minutos, se desencadenó un enorme chaparrón acompañado de truenos y relámpagos. La pequeña corrió todo lo que pudo sin encontrar dónde refugiarse. El viejo roble le saludó agitando sus hojas desde el medio del trigal y ella acudió a su llamado. Se acurrucó bajo sus ramas frondosas y resguardó el hatillo de la comida con su cuerpo. No quería que padre y los hermanos se enfadasen si les llevaba el pan húmedo. ¡Pobrecita niña! Allí la encontraron acurrucadita después de dos horas llamándola a gritos. El roble mostraba el interior de su tronco descarnado, y a sus pies, la pequeña parecía reposar con la cabeza apoyada en él.
Contrasta la vida que aparece en el título con la muerte del final. Parece que un rayo ha cerrado el círculo. Suerte.
Abrazos
Triste relato y dura vida la que has narrado. Suerte.
Besicos muchos.
Juana, bonito y visual. Suerte y septiembre
Juana, disculpa ese septiembre, no se como se coló ahi; Saludos.
Sencillamente hermoso.
Duro y triste. Cuesta poco imaginárselo. Está muy bien descrito. Mucha suerte 🙂
Juana, ahora sería noticia de primera plan, pero en tiempos pasados hubiese sido una tragedia más en muchas familias. Muy bien narrado. Abrazos.