92. Vidas devaluadas
Grito desde la ventana, pero estás muy lejos. La niebla convierte la ciudad en un puzle y los bordillos parecen montañas para tus patitas, sin embargo, has conseguido regresar. Te veo lamer una lata a los pies del contenedor y recuerdo que se me olvidaban todos los problemas del colegio cuando llegaba a casa y me lamías así. O cuando te colabas para acurrucarte a mi lado si papá me castigaba en la habitación. Ahora mueves la cola, porque están subiendo el contenedor al camión y uno de los basureros te ha mirado con ganas de acariciarte. Pero no lo hace. Algunos adultos piensan que hay emociones que no merecen la pena. Otros creen que hay vidas que tampoco. Pero mañana me las ingeniaré para meterte en mi mochila, y nos escaparemos. Ahora te veo olfatear. Quizás notes que acaban de asfaltar la calle, o el rastro del gato de la esquina. O quizá estés oliendo cuánto te echo de menos. O a lo mejor te confunde el humo de tanto coche. Yo grito. Grito fuerte para avisarte de que uno de ellos viene muy deprisa. Pero estás muy lejos.
Hola, Alberto.
Nos brindas un texto con un final circular. Una especie de crónica de una muerte anunciada, de una vida devaluada. Un texto el tuyo de lo más visual, con los sentidos involucrados. Un texto robusto formal y conceptualmente hablando. Un texto trascendido por la amargura, con la nostalgia de por medio; y al cabo la ilusión (ese escaparse) truncada. Veo en el texto una metáfora, una alegoría de la devaluada vida de los humanos, tan carente de sentimientos, tan venida a menos, tan en crisis en todos los sentidos. Un texto magnífico. Un abrazote.
Tocayo, no podría comentar como Martín, pero me gusta la manera de relatar con esa mezcla de nostalgia, dolor y dulzura. Me ha llegado tu texto sobre todo en ese final…
Un abrazo y suerte.
Alberto, un texto muy emotivo, no te deja indiferente, coincido en la reflexión de las carencias emocionales de algunos adultos. Ojalá ciertos finales no tuvieran que ser tan tristes, pero a tu relato era el final que le correspondía. Ahora necesito leer algo alegre, para ponerle el contrapunto. Has conseguido contagiarme el tono nostálgico del relato, eso no es fácil. Enhorabuena.
Esta historia me ha dejado el corazón partido.
Alberto, tierna historia y sutil forma de contarla, hasta ese final presentido. Suerte y saludos
Gracias Alberto, Martín, Barceló, Calamanda y Edita por vuestros cariñosos comentarios. Cierto, no me gustan los finales tristes, pero ahora tocaba. Abrazos
En esos escasos momentos del grito viene a tu mente todo lo bueno que has recibido de tu amigo. Es casi como eso que dicen algunos sobre el último momento antes de la muerte. Me ha gustado, entristecido y emocionado leer tu texto, Alberto. Suerte y saludos.
Un relato triste, que nos encoge un poco el corazón – eso es por lo bien que transmites las sensaciones con tus palabras. Bonita la historia de esa amistad prohibida y esa fuga prevista, pero que no podrá ser.
Nos dejas algunas frases para la reflexión «Algunos adultos piensan que hay emociones que no merecen la pena. Otros creen que hay vidas que tampoco» Ciertamente son cosas que deberían cambiar…
Y esta otra es preciosa: «quizá estés oliendo cuánto te echo de menos», un olor muy triste.
Saludos.
Carme.
Muchas gracias Jesús y Carme. En el trato a los animales, «también» dejamos ver la falta de empatía que tenemos los adultos, especialmente hacia lo que consideramos vidas devaluadas. Muy ilusionado por vuestros amables comentarios. Abrazos
Uff, qué triste. Encierra un misterio tu relato, ¿dónde está realmente el niño narrador? El título y la frase de que otros creen que hay vidas que tampoco me llevas a indigentes. Niebla, humo, latas, problemas en el colegio, castigos. Lo dicho, este relato oculta mucho. Escribes muy bien, paisano. Suerte.