16 Vivirás en mí (Ana María Abad)
Sentada junto a la cama del hospital, sostengo entre mis manos temblorosas la tuya inerte, y rozo con un beso tibio tus labios pálidos y fríos, añorando el azul de tus ojos, que no se han abierto desde el maldito accidente de moto, hace ya tres meses. El médico me ha avisado esta mañana de que hoy te desconectan del respirador y, aunque soy consciente de que eso es lo que tú querías, me cuesta mucho hacerme a la idea de que ya no podré apartar de tu frente ese mechón rebelde, ni tu sonrisa pícara volverá a acelerarme el pulso, ni nuestros cuerpos se enredarán más entre las sábanas tras la pasión compartida.
Es la hora. Un último adiós en silencio y me apresuro a salir de la habitación antes de que el pitido de la máquina me golpee con su demoledora ausencia. Mientras espero el ascensor, acaricio mi vientre abultado y le prometo a tu hijo que siempre podrá visitarte en mis recuerdos.
La impresión que hayamos dejado en quienes nos conocieron será lo que quede de nosotros, como también lo que puedan haber heredado los descendientes. A la tristeza por la pérdida, por más que fuese anunciada, se contrapone el recuerdo y la genética.
Un relato con la tristeza de lo irremediable y el consuelo de lo que sobrevive.
Un abrazo y suerte, Ana María
Acertadas palabras, siguiendo tu costumbre de diseccionar los relatos para extraerles lo más esencial, el alma de la historia, podría decirse.
Muchas gracias Ángel y un abrazo de vuelta.
Una despedida bien relatada, triste pero muy real. Con un final que apunta a que, inevitablemente, la vida se abre paso.
Un saludo y suerte Ana María.
Muchas gracias, Rosa.
En efecto, la vida sigue adelante y nada ni nadie, ni siquiera la muerte de un ser querido, puede detenerla. A nosotros no nos queda más que tratar de pasarlo lo mejor posible en este tiempo (breve) que pasamos por estos lares.
Besos.
Algo de inortalidad queda en los descendientes, tanto lo malo como de lo bueno , pero eso ya se verá, ahora toca que salga adelante esa estela del desaparecido , eperemos que no le gusten las motos. Suerte, abrazos
Muchas gracias, Manuel.
Quiero pensar que le va a quedar más de lo bueno que de lo malo, y en cuanto a las motos, ya se encargará su madre de no comprarle ninguna, por la cuenta que le trae.
Un besazo.
Qué triste, esa despedida me deja con el corazón encogido. Menos mal que al final se vislumbra la esperanza. Espero que ese hijo pueda visitar muchas veces a su padre de la mano de su madre.
Un abrazo y suerte.
Sí, la verdad es que a mí misma se me saltaban las lágrimas al releer el relato para corregirlo, por eso me gustó que me quedara ese toque positivo en el cierre. Y es cierto que la memoria es selectiva y al final recordamos más cosas buenas que malas, así que seguro que ese niño va a tener una bonita imagen de su padre.
Muchas gracias, Rosalía, y abrazos de vuelta.
Sin duda, como tú misma dices Ana María, cuando pasa el dolor inevitable del principio, después llegan los buenos recuerdos y las imágenes felices; eso será lo que se compartirá con el hijo que no pudo conocer a su padre pero que nació trayendo parte de él.
Nos leemos.
En efecto, visto el amor que esa madre sentía por el padre del niño, lo más lógico es pensar que compartirá con él los buenos momentos vividos y le ahorrará los malos (que también los habrá habido, es casi inevitable), por lo que la imagen que el pequeño tendrá de él será positiva, seguro. Supongo que es un consuelo…
Muchas gracias por leer y comentar, Isabel. Un besazo.
Ana María, un relato cargado de sensibilidad, es una explosión de sentimientos que no te deja indiferente. Me ha encantado esa frase de «visitarte en mis recuerdos», creo que a partir de ahora la diré mucho. ¡Genial!
Abrazo
Muchas gracias Aurora por tu bonito comentario. Por supuesto, puedes usarla cuantas veces quieras.
En realidad, la frase final original era distinta pero no me terminaba de convencer, así que pasé unos cuantos días dándole vueltas hasta que al fin quedó a mi gusto y, parece ser que al tuyo también.
Abrazos de vuelta.
Un relato muy duro y triste, y a la vez muy visible. Con ese añadido final que le otorga un plus de tristeza, pero también de esperanza. Enhorabuena y suerte
Muchas gracias Alberto. Ya sabes, la esperanza no se debe perder jamás. Un besazo.
¡Qué fuerte, Ana! Ese momento el de apagar el respirador, el de desconectar, el del pito tiene que ser la cosa más horrible del mundo. Dentro de lo trágico cuentas una historia de despedida y de esperanza. Buen relato… no deja indiferente.
Mucha suerte
Muchas gracias Toti.
Sí, hay momentos en la vida que son un mal trago para cualquiera, esperemos no tener que transitar ese camino más que en las letras. Y el punto de esperanza era totalmente imprescindible para no dejar un sabor tan amargo.
Un besazo.
Maravilloso, muy emotivo e intenso Ana, es difícil expresar tanto en tan pocas palabras. Me gusta el final esperanzador. Muchas felicidades!
Muchas gracias Sara. Si no fuera por ese rayito de esperanza sería un relato demasiado duro. Bueno, como la vida no?
Un besazo.
Hola Ana María, te pones en la piel de tu protagonista y por eso el lector puede pensar que es autobiográfico. No importa si lo es, aunque espero que no. Eso y el giro final es lo que hace que tu relato sea muy real. Como la vida misma, con su cal y con su arena.
No es un final feliz pero conlleva esperanza.
Un abrazo
Pues no, gracias a Dios mis hijos han crecido conociendo a su padre tal cual, y todavía anda por aquí dando guerra, jeje.
En esta ocasión, como en tantas otras, empecé a escribir y el relato surgió solo, por donde él quiso, así que habrá que culpar a mi subconsciente, en todo caso, tanto de la tristeza como de la alegría.
Gracias por leer y comentar, Pilar. Un besazo.
Hermosísimo relato, Ana María, lleno de amor, tragedia pero que deja esa halo de esperanza, al saber que algo de él sobrevivirá con ese hijo por nacer. Seguro que su madre lo hará presente con esos recuerdos, y lo querrá aunque esté ausente. Un abrazo inmenso. Gloria
Muchas gracias Gloria, has acertado plenamente en tus comentarios, ése es el espíritu del relato, tal cual.
Un besazo enoooorme.
Uff, Ana, qué duro. Te remueve todas las fibras. Muy bueno y muy bien contado. La vida misma: muerte y vida, dolor y esperanza. Mucha suerte Ana.
Muchas gracias Elena.
Sí, la verdad es que suelo preferir el género cómico, pero con este tema me costaba encontrar un enfoque que se prestara, no como tú, que lo conseguiste plenamente. La próxima vez será.
Besos.