57. Vivo o muerto
Es arriesgado transitar de noche el siguiente tramo del camino, pero el sheriff y sus hombres deben de andar cerca. Se lo digo a Lucy evitando su mirada, a sabiendas de que ella evita la mía. No es la misma desde hace días. Nada que ver con aquella que me entregó su ternura sin reservas la primera noche. Tampoco con la que más tarde me ayudó a burlar mi mal sino liberándome del calabozo. Ensillo los caballos y, mientras lo hago, caigo en la cuenta de lo poco que hemos hablado hasta ahora. Es como si nos hubiésemos conocido desde siempre. Como si ella llevase media vida esperándome en el salón de Madame Petite y yo otra media buscándola por los indómitos poblados del Oeste. Acabo de recoger nuestras cosas y apago la hoguera con agua. La percibo impasible tras la nube de vapor, con el brillo de sus ojos observándome ahora en la oscuridad. De sobra sé que no es la idea de una huida incierta lo que la retiene. Ni siquiera me sorprendo al escuchar el clic de su revólver. Siempre temí que mi amor sincero y todas mis promesas de futuro no fueran para ella suficiente recompensa.
Ella no habla, no es necesario, conocer los pensamientos de él es lo suficientemente esclarecedor como para entender esta historia de amor desigual entre un forajido y la empleada de una casa de citas. A él lo imaginamos duro y desconfiado, pero todo el mundo tiene un punto débil, el corazón, donde, probablemente reciba una bala disparada por ella, que antepone el interés material a todo afecto.
Un relato perfectamente narrado, ambientado en el salvaje Oeste, con los ingredientes de un buen western.
Un abrazo grande y suerte, Enrique
Muchas gracias, Ángel. Siempre me han gustado las películas del Oeste. Parece mentira que un contexto tan simple y unos personajes tan estereotipados puedan dar tanto de sí. Me alegra lo que me dices de este relato, lleno también por cierto de lugares comunes. Como bien dices, nuestras debilidades pueden hacer que bajemos la guardia. Otro abrazo grande para ti.
Vaya pedazo de western, muy visual y bien trabado, hasta el inesperado desenlace final.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Rosalía. Ahora que lo pienso, los westerns cuentan mucho mediante imágenes. Me alegra mucho lo que dices de este humilde «corto». Otro abrazo para ti.
También lo veo así, preciso y bien contado. Aunque me apena que ella no sepa reconocer el amor incondicional que el le ofrece. ¡el salvaje oeste!
Muchas gracias, Rosa.
El caso es que a mí me gustan la películas con final feliz. Sin duda es lo que dices: ese salvaje oeste, que lo condiciona todo.
Un abrazo.
Hay miradas que matan y él tenía que haberlo advertido desde el principio. Imagino, ese momento, tintineando las espuelas al arrastras las botas para extinguir las ascuas de la fogata, , mientas apaga la fogata y escucha el clic de la pistola. ¿Y si en la siguiente escena aparece ella compungida ante el sheriff, atada a un árbol, mientras lo vemos escapar a lo lejos al galope? Ella, al final, no pudo hacerlo… Perdón, que me monto yo solo la peli. La tuya me gustó.
¡Suerte!
Muchas gracias por tu divertido comentario, Javier. Gran imaginación la tuya y muy buenas tus intenciones. Me gusta más el final que planteas en él que el que insinúo en mi relato. Habría sido como matar a Gary Cooper. Me alegra que te gustara en cualquier caso. Un abrazo.
Hola, Enrique. Qué bien has sabido mantenernos en vilo durante toda la escena esperando que llegue el sheriff y sus hombres, pero luego en un giro magistral nos presentas a la perversa Lucy. Todo un juego de miradas sin palabras. Gracias por compartilo.
Muchas gracias a ti por todo, Belén. Me gustaría tener razones que disculparan la actitud de Lucy, pero lo cierto es que su conducta final no dista mucho de la de cualquier villano del Far West. Me alegra mucho tu visita, maestra. Un fuerte abrazo.
Hola, Enrique. A mí, como a ti, también me gustan mucho las pelis del Oeste y a tu micro no le falta nada de los puntos más importantes para darnos un buen paseo mental; tienes un forajido, una prostituta, caballo, hoguera, revólver y para terminar una recompensa….es perfecto en tan pocas palabras.
Nos leemos
Muchas gracias, Isabel Cristina. Tus lecturas son siempre generosas. Los personajes del western, con todos sus clichés, parecen estar ahí siempre, esperando en el salón, en el banco o en la oficina del sheriff a que alguien diga «acción». Me alegra que te haya gustado esta breve secuencia. Nos leemos. Un abrazo.