84. ¿Y ahora qué?
La vida no devuelve los comodines que has gastado. Me ha costado llegar hasta el final del juego para descubrirlo pero ya solo me queda guardar las cartas. Aquí los naipes no se recogen de forma ordenada en una caja más o menos conservada por el paso del tiempo. Las reglas, al parecer, son muy distintas.
Llevo un discurso aprendido que, aun siendo fiel a mis propias convicciones, no sé si seré capaz de reproducir en voz alta, aunque lo repito una y otra vez a medida que me acerco a lo que hoy solo me parece una casa de papel, tristemente ennegrecida por el humo de un incendio provocado de forma voluntaria por ti.
Y ahora, al abrir la puerta, una única realidad quema un suelo que soy incapaz de pisar. Siento cómo me invade el olor animal de tu piel y, al ver la sombra de tu silueta reflejada en la alcoba, es cuando dudo: reír o llorar, hablar o callar. Una y mil preguntas se disipan en mi mente, pero un «qué» taladra mi voluntad.
En este momento debería barajar y elegir entre: roja, quedarme y abrazarte o negra, dejar las llaves y salir corriendo.
About Post Author
Se siente el dilema por el que pasa tu protagonista. Un hombre le ha hecho sufrir, pero al mismo tiempo, sigue sintiéndose atraída hacia él como por una fuerza irremediable. La experiencia le ha dicho que es más dañino que beneficioso para ella. Todo apunta a que lo sensato sería que diera la vuelta, que eligiese la opción negra y no volver más, pero aunque las cartas están destapadas hay dos corrientes dentro de ella en pugna. Ha ido posponiendo una decisión hasta el último momento y, ni aún en ese instante decisivo, sabe aún qué hará.
El sufrimiento interno de esta mujer está muy bien plasmado con hermosas metáforas que vienen a ser verdades absolutas. Sin embargo, pese a tantas evidencias, todo sigue abierto.
Un abrazo y suerte, Malu
Muchas gracias, Ángel. Siempre tienes unas palabras acertadas para las historias que escribimos.