63. Y así ocurrió
¿Qué cómo lo supe? Pues mira, pequeña, ocurre que una mañana, al levantarme de la cama, me sentí muy rara, tanto, que corrí al espejo por si me habían crecido antenas o tentáculos. El espejo me devolvió la imagen de la noche anterior, despeinada, dormida, la lengua seca, pero seguía siendo yo. Y sí, lo era, pero mi corazón gritaba que algo había cambiado. Revuelta y removida, me dirigí a la cocina para preparar café. La mañana estaba hermosa, verde, perfumada. Estallaba de hermosura. Abrí las ventanas para oler la primavera y en ese gesto tan cotidiano averigüé, por fin, dónde estaba ese cambio. Me habían nacido unos brotes verdes, tiernos, quebradizos. ¿Qué era aquello? Asombrada, me desnudé por completo y así, despojada de muros, examiné mi cuerpo. Nada en las piernas, nada en el vientre, nada en los muslos, nada en los pechos. Solo en las yemas de los dedos. De pronto tuve mucha sed, pero con el vaso en la mano calculé que no sería suficiente y bebí del chorro fresco, como los perros. Luego, chorreando y frente a la ventana, eché de menos la sangre y corrí hasta el calendario. Así lo supe, pequeña. Estabas brotando tú.