36. Y colorín colorado…
Siempre los mismos cuentos y siempre antes de dormir: Caperucita, Los Tres Cerditos, Pedro y el…¡Todo tan inocente!
Al apagar la luz el niño se tapaba con la sábana hasta más arriba de la cabeza, así los días de luna no veía sombras en la pared. Escuchar el nombre le causaba incontinencia; ver unas enormes garras pegadas al cristal le dejó sin poder hablar.
En casa de sus abuelos, allí en el pueblo, se tapaba los oídos aterrorizado cuando el viento arrastraba las hojas secas en el jardín o ante el salpiqueo de las gotas de lluvia.
En Navidad nunca se compró el famoso turrón de nombre impronunciable y la chimenea se selló a cal y canto.
Más tarde los cambios propios de la pubertad disimularon un vello excesivo; aunque lo que más le costó esconder fue el apéndice que le iba creciendo al final de la espalda.
Una de esas noches sin luna, encaramado al alféizar de la ventana vio destellos en la oscuridad, un grupo de pequeñas luces temblorosas que se acercaban.
Después de emitir un profundo y prolongado aullido, de un salto se incorporó a la manada.
Qué bueno, Pilar. Al final su miedo estaba causado por la sospecha, o la certeza, de ser uno de ellos. Me encantan las historias de licántropos.
Un abrazo y suerte.
Rosalía, efectivamente descubrir su propia naturaleza le causaba esa fobia desmedida. Muchas gracias por comentar.
Abrazo grande
Cada uno ha de ser fiel a su naturaleza. Los hombres lobo están a caballo de dos identidades, pero parece que la de tu personaje se va a decantar por el mundo que le representa más y mejor, al que realmente pertenece. Un relato que muestra que no hay que temer lo que uno realmente es, como tampoco negarlo con miedos que no solo producen un sufrimiento estéril.
Un abrazo y suerte, Pilar
Ángel, así es, y qué bien y bonito lo dices.
Un abrazo
…este precioso cuento se ha acabado. Y de la mejor forma posible.
Edita has puesto el remate final al cuento jaja,…
Gracias
Muy bueno, ese final sorpresa con licántropo, cuando uno pensaba que el miedo del niño solo era al temible lobo de los cuentos (a mi hijo le daba pavor el bicho, y sin embargo, si el cuento no tenía uno, no le gustaba, mira tú qué cosas). Que también, mira que somos, esos cuentos tan tremendos justo antes de dormir, para que los pobres enanos no peguen ojo.
Un abrazo, Pilar.
Ana María, es verdad, y, como bien dices, la mayoría de los niños sienten ese «amor/odio» por la figura del lobo.
Muchas gracias por tu tiempo.
Un abrazo
Lo bueno de aceptar su naturaleza será que ya no tendrá miedo. Tu relato Pilar nos va dando pistas como la de ese turrón de nombre impronunciable, jajaja. Muy bueno.
Un saludo
Gracias Gema por tu tiempo al leer y comentar. Lo del turrón no lo pude evitar jaja… y lo metí, ahí, como una nota de humor que tú muy bien has detectado.
Saludos
Sugerente y con sorpresa al final. Lo del turrón, la verdad es que lo he tenido que pensar, pero después de darle unas vueltas, he caído cuál era 🙂 Muy divertido. ¡Un abrazo y suerte!
Gracias Susana por comentar. Claro, tú cómo seguramente eres muy joven, no tienes ni idea de ese famoso turrón que se anunciaba en la tele je, je…. Es una nota de humor y de nostalgia que no pude evitar 😜
Discúlpame Liliana que confundí tu nombre 🤦🏻♀️
Mi hija aprendió sus modos con los “tres cerditos” y a sus 29 años, no ha dejado e asustarse.
Una original deriva esta, la de convertirse en hombre Lobo.
Vaya, vaya con los cuentos para niños y los miedos infantiles. Tu personaje parece que los ha tenido que superar a la fuerza, ya que ha acabado convertido precisamente en aquello que le aterraba. Buen cuento, Pilar, mucha suerte y un abrazo.