52. YA NO ME LO DIGAS MÁS VECES… (Belén Mateos)
Era la segunda vez que me lo decía, la tercera contando con la interrupción de aquella llamada a destiempo. Creía haberlo entendido a la primera, pero los cardenales en mi cuerpo se aseguraban de que no fuera así, de que no prestaba atención, de que mi mente se confundía en sus palabras, de que sus actos eran sentencia para que yo jamás repitiera aquello que debía haber hecho.
Me avergonzaba mi desnudez ante su mirada, de la lluvia en su ropa, el exceso de sal en las comidas, de mi nombre a su sombra, del invierno en primavera. Me avergonzaba del silencio entrecortado por sus gritos, del vuelo de los pájaros en mi cabeza, del infierno en los cristales empañados de lágrimas, de la calma tras cada tormenta, de esas flores en el jarrón de una caja de bombones con sabor a golpe.
Era la segunda vez que me lo decía, la tercera en una llamada al 112, mi cuerpo aún caliente, sus manos aferradas a la llaga de mi último suspiro, el pulso en la lejanía de la vida, la mitad de mi existencia, el estigma sellado en la memoria del destino.
Era esa mi jaula, una jaula bajo tierra.
Por desgracia, ya no se lo dirá más veces, ni ella volverá a sentir esa vergüenza injustísima de la humillación, acompañada del dolor físico y el lógico miedo ante sus intentos de resistirse. Hubiéramos querido que su infierno terminara, pero la sinrazón, a veces, es arrolladora.
A este personaje tan impresentable como posible se le veía venir, pero eso no evitó el peor de los desenlaces.
Un relato crudo, no se puede negar, porque hay realidades que no tienen suavización ni justificación posibles, contado con maestría, bajo el punto de vista de la víctima.
Un abrazo y suerte, Belén
¿Puede ser bello el dolor? Si es el de las letras, sí… ¿Puede doler la belleza? Sí que puede, y más cuando ella misma describe el infierno, el sometimiento, la humillación y la vergüenza que vive a diario esa mujer a la sombra de ese nombre-hombre, ella, que degusta bombones con sabor a golpe y termina en esa jaula, esa jaula de tierra, el lugar que ninguna quiere para ninguna…
Tremendo micro, BELÉN…
Cariños,
Mariángeles