137. Turismo Activo (Montesinadas)
Los muertos que vagamos por los fondos marinos somos personas normales que intentan llevar un retiro tranquilo. Con un ojo abierto a la vida y el otro, tapado por un parche, a la muerte, nos esforzamos en vencer al sueño y evitar que las mareas nos arrastren donde somos vulnerables a las fauces de los monstruos abisales, o blanco de la venganza de las tortugas que, en otro tiempo, desmembrábamos y comíamos a la sal en la cubierta de algún balandro jamaicano.
Firmes, con la pata de palo- el que la conserva- bien clavada en la arena marina, y parapetados tras un cascarón hundido que aún sepulta tesoros, esperamos pacientes, cada día, su llegada.
Hoy adivinamos una gala divertida. Una ceremonia de boda donde pasan al novio por la quilla, a la novia la suben en volandas al palo mayor y finalmente, tras jurarse amor eterno con una mano en la botella de ron y la otra en la Biblia, son empujados hasta el borde de la tabla por el sable de un nativo hasta arrojarlos al mar envueltos en sus neoprenos.
Agazapados, esperamos que en la caída los anillos, ocultos en una ostra, salgan disparados y aumenten nuestro botín.
Casi en la bocina, Maestro.
Me ha gustado como humanidad de nuevo a los muertos, dándoles protagonismo junto a los distraídos vivos, que como se dice, van a parar al mar.
Buen intento, Maestro.
Saludos.
Todo un hallazgo estos piratas medio muertos y medio vivos, que viven del turismo, qué sería del sector sin ellos. Un relato chispeante y distinto.
Un abrazo, Manuel. Suerte
Híjole, qué manera de escribir. Es que está buenísimo. La ambición que no perdona ni el tiempo, ni el espacio, menos la vida o la muerte. Genial. ¡Muchas Felicidades, maestro!
Fina ironía: los muertos parecen estar más vivos que los idem. No he podido evitar imaginarme a los compinches del capitán Sparrow.
Abrazos, Manuel, y suerte.