Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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DIC126. CUENTO POR NAVIDAD, de Anna Lopez

Era un veintidós de diciembre. La cantinela del sorteo acompañaba nuestros movimientos por la fábrica, pero nadie esperaba que le tocase, ni siquiera un pellizco. Cuando nos entregaron los paquetes, la perplejidad se pintó en nuestros rostros y corrimos en busca del viejo Martín, el único que había visto, alguna vez, uno de aquellos.
Los ojos del viejo brillaban. Antiguamente cuando llegaba la Navidad —nos explicó —, las empresas obsequiaban a sus empleados con una de aquellas patas de cuadrúpedo que Martín llamaba jamones. Otras veces, el regalo era un surtido de viandas y bebidas alcohólicas, conocido con el extraño nombre de “lote”. Y había también, decía con voz trémula, una cosa llamada “paga extra”.
En este punto la historia de Martín se había convertido en un cuento lleno de fantasía y, aunque por educación nadie se atrevió a contradecirle, poco a poco fuimos retomando nuestras tareas y lo dejamos allí solo, hablando de “cenas de empresa” y regalos del “amigo invisible”.
“Se le ha ido la pinza”, murmuraban los más jóvenes entre risas. Y agarrando cada uno una paletilla, punteaban un imaginario solo de guitarra.

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17 Responses

  1. Y si no le sacaban ninguna nota musical siempre podrían utilizarlo como raqueta para jugar al tenis o al frontón. Relato futurista. Vivir para ver. Simpático e ingenioso. Suerte Anna.
    Bon Nadal.

  2. Me gusta mucho como has retratado al viejo Martín. La verdad es que algo así nos parece imposible hoy día, pero yo creo que no lo es tanto. Por desgracia no lo es tanto. Estamos en un camino que no sabemos a donde nos va a llevar. Abracísimos, Anna, y Feliz Vanidad.

    1. Muchas gracias Barlon. El viejo Martín ha tenido mucha suerte. Hoy le he visto en el parque jugando con su nieta y nos ha deseado unas Felices Navidades a todos los entecianos.
      Un abrazo y Feliz Vanidad a ti también.

    1. Muchas gracias Concha. Piensa que los jóvenes de mi cuento no creen las historias de Martín, pero al final cada uno de llos se lleva una paletilla a casa. Aún hay espacio para la esperanza.
      Felices Fiestas

  3. Ojalá aunque por desgracia eso yo está pasando. En mi empresa regalaban relojes a los jubilados, agendas grandes y pequeñaS y ofrecían una copa por Navidad a los empleados. Ahora todo eso se lo ha llevado la crisis. Y muy de cuando en cuando de ve una cesta para los supejefazos. Eso que no falte…

    1. Si que lo siento Gloria. Es una pena que los «superjefazos» tengan tan poca vergüenza. Aunque era de esperar ¿no?
      En fin, Felices Fiestas. Espero que en ausencia de la cesta te haya llegado, al menos, un pellizco de lotería.
      Un abrazo y gracias por pasarte a comentar

    1. Muchas gracias María. Me alegra que te haya gustado, a pesar del saborcillo agridulce del relato. Por suerte, yo creo, la mayoría sigue teniendo ese espíritu de compartir del que hablas.
      Felices Fiestas para ti también.

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