Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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5. El buhonero (Eva García)

Cada año, por la feria de San Quintín, aparecía Mr. Pill con su chistera y su cañón mágico. Todo el pueblo esperaba expectante el momento en el que, subido a su carromato, lanzaba un elocuente discurso sobre las verdades del mundo, porque, después, venía lo mejor: de la oscura boca de su antigualla brotaban tesoros inesperados: caramelos, palomas, peladillas… incluso una vez, monedas para todos. Después, invariablemente, guiñaba un ojo a Miranda, la hija del campanero, saludaba y se marchaba por donde había venido, sin que nadie supiera quién era en realidad ni recordara cuándo llegó por primera vez. Solo presentíamos que, a fuerza de desear sus regalos, sus palabras calaban en nuestros corazones haciéndonos mejores.
Aquel otoño adivinamos que algo sucedía en cuanto apareció; los vivos colores de su carreta estaban desteñidos, su chistera ajada y torcida. Con voz quebrada, nos desoló hablándonos del amor y el desamor. Después, contra su costumbre, se dirigió a Miranda y la besó en los labios. Boquiabiertos, le vimos introducirse en su cañón y salir disparado hacia el cielo dejando un rastro de pétalos con perfume a resignación.
Esa misma tarde, ella aceptó casarse con Matías, pero por la noche, murió de desilusión.

41 Responses

  1. María Jesús Briones

    Tiene mucho sabor tu relato, es muy nostálgico y recreas magníficamente
    el hondo significado que tienen las ferias para un pueblo.
    Me encantó.
    Suerte, Eva.

    1. Hola Lola. Hay seres que dan tanto que creemos que jamás se gastan y no pensamos nunca que de vez en cuando también ellos necesitan. Muchas gracias y un abrazo.

  2. Ángel Saiz Mora

    Una historia de amor y desamor con un buhonero que pasa a convertirse en un hombre-bala cirquense, que hubiera merecido mayor atención. Mala elección la de la hija del campanero y buen final el del buhonero, a lo grande y coherente con su estilo y sentimientos.
    Suerte y un abrazo, Eva

    1. Hola Ángel. Yo me pregunto si él esperaba que con guiñarle un ojo estaba todo perfectamente claro o es que adivinó que en algún momento se había planteado casarse con Matias. Gracias y un beso.

  3. Towanda

    Eva, yo tengo los pelos de punta con tu buhonero y con su magia. Me chiflan todo lo que huele a ilusión y a magia y tu micro lo tiene. El final es triste, como no podía ser de otra forma. Es un desenlace duro que suma al resto del relato y lo convierte en maravilloso con esos pétalos oliendo a resignación.
    Suerte? No la vas a necesitar si crees en tu magia.
    Un besabrazo de los grandes y enhorabuena.

    1. No sabía que final ponerle, si triste o feliz. La verdad es que me gustaría practicar más con finales felices, últimamente todo parecen tragedias. Gracias guapa y un besazo.

    1. Es un buhonero un poco raro, porque no le veo yo el negocio por ninguna parte. Más bien parece un ser dispuesto a cambiar el mundo. Gracias, Blanca.

  4. María José Escudero

    Una historia triste y preciosa a la vez. Yo también creo que Miranda no acertó en la elección . Debe ser horrible morir de desilusión . Un abrazo y mucha suerte.

  5. Eva, me traes recuerdos del pueblo, de los titiriteros, de los que proyectaban películas en la plaza, de los que hacían polos con el rascador. Como en tu cuento, todos han muerto, muy triste y nostálgico.
    Un beso.

    1. Bueno,Epi, yo no sé si el mío ha muerto o simplemente se ha ido al cielo a cambiar de dimensión o de público. Pero, sí, es algo que ya casi ha desaparecido, tristemente. Un beso (aquí sí).

    1. Hola Carles, el tuyo es el típico comentario que me anonada, porque ahora que lo has dicho veo que es cierto, pero en ningún caso ha sido deliberado, me ha salido así. Gracias por visitarme, he visto el tuyo por ahí, a ver si me da tiempo a devolverte la visita. Un beso.

    1. Bueno, Rosy, yo le veo algún fallito, pero es que el relato de Jams me hizo cambiar de estrategia y como soy una cagaprisas…jajaja. Gracias y un beso.

  6. Calamanda Nevado

    Eva, bonitas y acertadas tus descripciones de esa epoca y de la espectacion ante un forastero listo. Bien contado. Suerte y saludos

  7. Mª Belén Mateos

    Tú has hecho la magia con tus palabras. Un relato de amor imposible, de colores y desteñidos. Tanto dar acabó con su fuente de bondad y alegría. Entrañable historia.
    Un beso preciosa.

  8. Es una historia que se nota que hay elaboración de la trama; me gusta y más la parte de la ilusión de ese tanque que me recuerda a la que tenía de niño (y sigo teniendo con las cabalgatas de los Reyes, los carnavales etc). Solo al final hay algo que me despista un poco, es este enunciado: «pero por la noche, murió de desilusión». ¿Quién? ¿el buhonero que está volando por los aires? (Me pensaba que ya había muerto en la línea anterior en plan suicidio) ¿o es ella, la nueva casada, la que muere de desilusión? ¿era un matrimonio convenido? Perdóname, ya sabes lo desastroso que soy interpretando. Abrazos, campeona.

    1. En realidad no se casa, Lorenzo, solo dice que sí a Matías por la tarde, pero por la noche se muere de desilusión, ella, por supuesto. El buhonero salió volando y nadie más supo de él… Gracias por tu visita. Un besazo, verduguito.

    1. Gracias Jose Ángel. Un final cargado de, no sé,intensidad para la pobre Miranda: el buhonero la besa, se dispara al cielo, ella acepta a Matías y después se muere de desilusión a las pocas horas ¿será que Matías no besaba ni de coña como el buhonero? Es muy probable… Un beso.

  9. Salvador Esteve

    Eva, precioso relato de la espera y búsqueda del amor. El final, hermosamente triste. Abrazos y mucha suerte.

  10. Una historia muy tierna y muy bonita. Llena de contrastes, colores y también profundidad. No hay consigna que se te resista. Morir de desilusión… te diría que se puede. Por suerte estás tú por aquí para dejarnos relatos con los que disfrutar. Un abrazo Eva. Mucha suerte 🙂

    1. Hola Juan Antonio, ya te digo que se puede morir de desilusión…creo que es uno de los sentimientos más destructivos que exixten. Un besazo y gracias, guapetón.

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