Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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87. Ladrar mediterráneo (Javier Ximens)

Tantos días pasó en la playa ladrando hacia África que los payasos del circo, conmovidos, se lo llevaron en sus risas. Todo empezó meses antes con un «¡Que te vayas, perro bobo!», que le gritó quien había sido su amo desde que fuera cachorro. Luego le lanzó una piedra. Pero, al animal le daban lo mismo tanto las pedradas como el palo que acababa de tomar. Lo siguió durante toda la jornada, el joven hizo un gesto de desesperación y desistió de ahuyentarle. Cruzaron sabanas, pantanos y desiertos, durmieron bajo el cielo estrellado, compartieron la comida y llegaron a un bosque junto al Mediterráneo. Una noche, seis meses después, lo ató a un árbol, «Te lo dije, debiste quedarte en la aldea». Cuando a la mañana otros jóvenes lo desataron, corrió hasta la orilla y comenzó a ladrar hacia el mar. Los días pasaron y su amo no volvió, mas él no dejó de lanzar lamentos a las olas. Vagabundeando llegó al puerto, encontró un hueco en la valla. Acurrucado entre las patas de un caballo de cartón piedra cruzó el estrecho de Gibraltar. Cuando los feriantes acamparon, el perro corrió a la playa y prosiguió aullando al mar.

22 Responses

  1. Martín Zurita

    Hola, Javier, catedrático emocionado.
    Un inicio de texto contundente seguido de un retroceso. Bueno, y luego todo lo que sigue, que es mucho. El maltrato animal, y el buen tratamiento, pero, sobre todo, ese ladrar del perro al mar, que se repite, justamente como un ladrido. Porque el tonto del mar, como dijo alguien, se empeña siempre en volver a la orilla. Sería una buena metáfora explicativa, entiendo. El mar como sinónimo de regreso. Desde luego lo veo como un texto extrapolable a la condición humana, esa pasión inútil. Como perros ladramos al mar, a ese dios sin usura, inderogable, pidiendo no sabemos qué a estas alturas del partido. Me ha gustado mucho el relato, me ha revuelto las tripas. Mi muy enhorabuena y un abrazote.

  2. Ángel Saiz Mora

    Las circunstancias cambian y un perro se convierte lastre para su dueño, pues no puede dejar que le acompañe en una travesía que parece obligada. Trata de advertirle, hasta le tira piedras, amenaza con un palo y ata, pero de nada sirve. Un ser tan noble no comprende el complejo mundo humano y sus cambios radicales. Algo le dice al animal que entre ellos ha terminado por haber un mar de por medio. A él sólo le queda lanzar «lamentos a las olas», ladrar sin descanso, puede que nunca deje de hacerlo.
    Si he sido capaz de interpretarlo bien, se trata de la historia de una fidelidad incondicional, mantenida bajo cualquier circunstancia, incluso cuando ya no parece tener sentido. Como en toda ruptura, siempre una de las partes sufre más, normalmente la más generosa, en tanto quien más pone más pierde.
    Un abrazo, Javier. Suerte

  3. Jesús Garabato Rodríguez

    Cuántas cosas nos muestras en tu texto. Ese cariño perenne e inquebrantable del perro para con su amo; como este perro deviene en estorbo en el momento en que aquel pretende alcanzar una vida mejor; como el instinto le marca a nuestro amigo que, seguramente, su dueño no consiguió salir del mar… Me ha gustado mucho, Javier. Un saludo y suerte.

  4. María Jesús Briones

    No sé si me equívoco. Veo una metáfora del inmigrante en la figura del perro, tratada con mucha sensibilidad y poética.
    Felicidades, Sr. Ximens.

  5. Calamanda

    Ximens, tratas en toda su crudea y preciosas imagenes la postura del amo que se desentiende de su perro y la fidelidad, sin medida, de este. Suerte y saludos

  6. ¡Qué conmovedor el amor del perro hacia su dueño! A pesar de ese maltrato bien intencionado, el animal sigue tras sus pasos. Si he interpretado bien la historia, creo que ese ladrar a las olas, de un lado y de otro, sólo puede significar, ellos saben mucho, que su dueño sigue en el mar.

    Me ha gustado mucho Ximens, ojalá me haya equivocado en la interpretación. Besos.

  7. Alberto

    ¡Bravo Javier! Las olas y los ladridos, tan nobles y sencillos, nos repiten una y otra vez lo estúpidos y complejos que somos los humanos. Vertiginoso y súper-trabajado, como siempre. ¡Enhorabuena!

  8. Ana Fúster

    Una historia de fidelidad más allá de la muerte, como sólo son capaces de mostrarla los perros. Conmovedor el celo del animal ante la tumba marina de su dueño. Besos y suerte.

  9. El gran sentido de lealtad visto desde un punto, que bien puede ser real. He sabido de perros abandonados por inmigrantes que vuelven a su lugar de origen y no pueden llevarlos consigo.
    Quizá este no es el sentido de tu historia, en cualquier caso nos haces vivir el amor sin límites de los perros a sus dueños, sea cual sea la circunstancia por la que los dejaron atrás.
    Besos

  10. María José Viz Blanco

    Mucho simbolismo y mucha poesía encuentro en la prosa de tu relato, Javier. Me gusta mucho.
    Felicidades y un abrazo.

  11. Hola, Javier.
    Preciosa y triste historia la de este perro (fiel, como todos) a su amo inmigrante.
    Creo que deberíamos aprender de él y no apartar nunca la mirada del Mediterráneo, donde se juegan la vida, a diario, muchas personas.
    Te felicito, Javier.
    Un abrazo.

  12. Javier, diferente relato sobre la tragedia de la inmigración y el Mediterráneo que nos rodea, cargado de cuerpos que no alcanzaron sus sueños.
    La historia del perro nos cuenta la historia de su amo, los duros meses de travesía sin la recompensa de su anhelado paraíso, al ser tragado por el mar. Sólo el perro lo echará en falta. Un perro fiel, como todos, con su amo que compartía con él su escasa comida. Le añades el hueco en la valla y cruzar con «un caballo de cartón piedra», y los feriantes con los que sigue aullando al mar.
    Muy sentido.
    Un abrazo.
    Carme.

  13. Salvador Esteve

    Uno busca un futuro, la tierra prometida. Otro, sigue el rastro del cariño y de la lealtad. Muy buen relato, Ximens. Abrazos.

  14. Hola, Ximens.
    Un relato que demuestra, una vez más, la fidelidad de estos animalitos hacia sus dueños. Ni que los peguen, ni que los aten… hay algo dentro de esos cuerpos peludos que algunos humanos hemos olvidado: la lealtad.
    Suerte, vecino invisible.
    Un abrazo enorme.

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